LOS POLICHINELAS (Espejismos De Londres)




LOS POLICHINELAS 
(Espejismos de Londres) 


Yolanda García Vázquez 
Derechos reservados
España 
Agosto 2022

(Publicado solo en Internet)


"Y al final el mayor tesoro que un ser humano puede poseer es un hogar feliz"



PRÓLOGO


Oxford 1990

La lluvia danzaba fantasmal sobre el suelo del parque, mientras las estrellas derramaban una luz misteriosa sobre las aguas del Támesis. Londres parecía una acrópolis de cristal, un puerto de ensueños. 
A lo largo de los siglos el secreto de la felicidad había sido dado a unos pocos privilegiados, no obstante, el día del primer aniversario de la ciudad, y después de una terrible peste que se había cobrado la vida de centenares de niños, un grupo de ángeles habían acordado que a partir de ese día algunos de los niños más desafortunados de esa ciudad serían protegidos por unas criaturas mágicas, que respondían al nombre de "Los Polichinelas..."

Sir James Cooper hizo una pausa para mirar a su nieto, el cual escuchaba expectante el relato de su abuelo. 
Era un niño despierto e imaginativo, igual que lo había sido él a su edad, sin embargo y gracias a Dios, el muchacho gozaba de buena salud, no como él que a su misma edad ya había sido desahuciado. 
Respiró profundamente, y observó las llamas del fuego del hogar. Un ligero escalofrío subió por su espina dorsal, y no pudo evitar viajar hasta aquella noche lejana de 1941, cuando su vida dio un extraordinario giro.
Los bombardeos sobre su ciudad, el hospital, la muerte planeando sobre su joven vida, y de repente los Polichinelas y...
- Abuelo, ¿quieres continuar porfavor?...




Londres Octubre de 1940

Capítulo I 
Una ciudad asediada



Bajo la luz del atardecer Lily contemplaba la ciudad con un profundo pesar. Durante años Londres se le había antojado un paraíso inalcanzable, la culminación de todos sus sueños. Había llegado allí con sus padres desde Brighton, tres años atrás, esperando que aquella ciudad cumpliera todas las expectativas de su familia. Ahora, en aquel escenario de muerte y desolación, sentía como si alguien hubiera estafado a la niña que había dejado de ser. 
Los primeros bombardeos sobre la ciudad en septiembre de 1940 se habían llevado a sus padres, y a punto estuvieron de llevársela a ella también. Sola, y sin parientes cercanos, había sido acogida en un hospicio de Chelsea hasta que la guerra terminase, pero los horrores vívidos en ese espacio de tiempo habían hecho tanta mella en su joven espíritu que un buen día llenó su vieja maleta con sus escasas pertenencias y huyó de allí, pues a pesar del miedo y el estado de shock en el que se encontraba, tenía la certeza de que en algún lugar de aquella ciudad había una oportunidad esperando para ella, y también percibía que sus difuntos padres y su abuela la iban a guiar hasta allí.
A sus 17 años había tenido que madurar de golpe, y ver como su castillo de sueños se desmoronaba ante ella. Después de varias semanas viviendo en una ciudad asediada por las bombas, se había acostumbrado a la muerte, pero no a la ausencia de la belleza, esa belleza que había conocido cuando sus padres vivían y podían protegerla, y esa belleza que tal vez ya no volvería a tener. Sin embargo, junto a estas carencias, una fuerza había nacido en su interior, fuerza que tenía su raíz en todos los sueños que había forjado en su infancia, que la estaba haciendo resistente a la desgracia, y que presentía que algún día iba a devolverle la felicidad robada.
Con esta disposición de ánimo abandonó aquella tarde aquel viejo e inhóspito edificio, mal llamado "El hogar de los huérfanos", y se enfrentó al mundo, sin más coraza que su fe y su esperanza. No obstante, el entusiasmo experimentado las primeras horas de su evasión pronto dio lugar al desánimo y a la desesperación, pues una vez más comprobó que las leyes del mundo real no tenían nada que ver con las leyes del mundo imaginario.
El gélido viento parecía levantar el polvo de los recuerdos felices, y allí sentada en un banco del parque Lily sintió que estaba más sola de lo que nunca había estado. Miró alrededor y solo vio destrucción.
¿Cómo era posible que aquella amada ciudad estuviese soportando aquella dura afrenta? ¿Y por qué sus habitantes tenían que enfrentarse diariamente a la amenaza de las bombas?
Lily recordaba los paseos por Covent Garden con sus padres un año atrás, cuando nada en el horizonte hacía presagiar aquel horror que ahora se había impuesto. 
Ella no comprendía cómo habían llegado a ese extremo.
El mundo de los adultos era tan desagradable, tan carente de belleza y justicia. 
Recordó las palabras de su abuela : 
"Nunca te olvides de los Polichinelas…"
Lily sintió las lágrimas agolparse en sus ojos. Respiró hondo y enderezó su cuerpo. En algún lugar de aquella ciudad estaba el secreto de la belleza y ella lo iba a encontrar. Estaba segura.

El sol se inclinaba presuroso sobre el asfalto como indicando que también él estaba agobiado de iluminar una ciudad asediada. Tal vez también él deseaba un respiro, pero la humanidad no le dejaba.
Lily tomó su vieja maleta y se levantó del banco. Pronto llegaría la noche, y con ella, el ruido de las sirenas y el bullicio, provocado por la huida intempestiva a los refugios. Después, sólo quedaba rezar para que ninguna bomba la alcanzara.  
Respiró hondo tratando de contener un nuevo aluvión de lágrimas. No iba a desfallecer, se lo había prometido a sí misma, como años atrás le había prometido a su abuela, que iba a encontrar a los Polichinelas costara lo que costara. Y así aferrándose a su yo interior se encaminó por las aceras de Londres como si el pasado la siguiera por detrás.



___________________________




Capítulo II
La estación Aldwych


La estación de metro Aldwych era uno de los lugares dispuestos por las autoridades para el refugio de sus ciudadanos. Todas la estaciones de metro lo eran, pero aquella era la más importante y concurrida por su enclave y localización. Desde el inicio de los bombardeos por parte de la Luftwaffe, se había cortado la circulación de trenes por esa ronda, y se habían dispuesto montones de literas en las vías para acoger a cientos de personas cada noche. También se había abierto una cantina donde se servía té y pasteles.

A Lily le fue fácil acomodarse en aquel improvisado búnker antiaéreo, pues todas las personas allí reunidas eran tan supervivientes como ella, y aunque no conocía a nadie, sentía una afinidad especial con ellos, pues todos compartían el mismo deseo inherente de salvar la vida.
Recordó con pesar el bombardeo que había segado la vida de sus padres, y había derribado las paredes de la vieja pensión donde se alojaban desde su llegada a la ciudad. Jamás iba a olvidar aquel momento, pues su vida había sufrido un brutal cambio. Luego, estaban aquellas noches en el refugio del hospicio, escuchando el pavoroso ruido de las bombas, pensando que quizá su vida había llegado al final, pero, tanto entonces como ahora, lo que la había sostenido sobre el infierno era la certeza de que en algún lugar de aquella ciudad se escondía la magia que habría de salvarla. 
Así su abuela se lo había contado años atrás.
Y así se lo había contado ella a Margaret, su compañera de habitación en el hospicio, aunque lamentablemente, su amiga no le había creído.
- ¡Oh, Lily! ¿cómo puedes creer aún en esas cosas? - le había preguntado incrédula
Bueno, era consciente de que el secreto de los Polichinelas era algo que no se podía contar por ahí sin que la tacharan a una de loca, o fantasiosa, así se lo había advertido su difunta abuela, por lo que decidió desde aquella confesión con su amiga del hospicio, que ya nunca se lo revelaría a ningún adulto. 
Desde que su abuela le revelara aquel fantástico secreto siendo niña, no dejaba de preguntarse cuántas personas serían conocedoras de él. Estaba segura de que algunos niños y tal vez adolescentes como ella sabían de aquel secreto y también al igual que ella aguardaban la esperanza de encontrarlo alguna vez.


Lily miró en derredor suyo. Las vías del metro estaban cubiertas por camas dispuestas a lo largo, en ellas los rostros cansados de muchos de sus conciudadanos revelaban el cansancio moral y la resignación ante aquella situación en la cual la vida les estaba echando un pulso. Aunque por otro lado también se apreciaba en ellos la fuerte determinación de querer sobrevivir a aquella afrenta, y la firme convicción de que lo iban a lograr, y lo más admirable era que esta determinación se contagiaba de unos a otros. Aunque eso no le sorprendía, pues sabía que esa era la característica principal del carácter inglés, y se sentía orgullosa de pertenecer a la misma estirpe que ellos.

Las sirenas retumbaron en toda la estación anunciando a los londinenses otro inminente ataque. Se apagaron todas las luces y los rostros de los allí presentes concentraron sus miradas en el techo. El silencio se mezclaba con el sonido de las respiraciones, pero había otro sonido más insoportable, y más elocuente, el del propio miedo.
Hasta aquel agujero llegaron los ensordecedores ruidos de las bombas con el eco de todos los infiernos. Una noche más Londres enfrentaba su destino con su resiliencia característica. 
Lily acomodada en una de aquellas camas miraba hacia el techo igual que sus vecinos de estación. Acababa de tomarse una taza de té con pastas en la cantina. Allí había entablado conversación con algunas personas. Habían sido amables con ella y le habían recordado que si tenía algún problema debía dirigirse a la Oficina de Salvamento situada en la zona norte de la estación. 
Una vez recostada en aquella improvisada cama bajo los ruidos de las bombas, y con el sabor agridulce del té se acurrucó bajo la manta y se quedó dormida.
Antes de esto la imagen de los Polichinelas de los que tanto le había hablado su abuela quedó congelada en su retina.
La magia estaba ahí para que ella fuera a buscarla...


______________________________


Capítulo III
La cabaña del árbol


A la mañana siguiente después de desayunar en la cantina de la estación de Aldwych, Lily se entregó a la tarea de buscar un alojamiento antes de lanzarse a la búsqueda de los Polichinelas. No podía ir a ningún hostal o pensión, puesto que era menor de edad, y al no tener parientes las autoridades la enviarían al hospicio de vuelta. Disponía de algunos ahorros para mantenerse hasta que llevara a cabo su empresa, que no era otra que cumplir la promesa hecha a su abuela: "Encontrar a los Polichinelas". 
Después de esto, estaba segura de que ya no tendría ningún problema.
Aunque debía ser precavida, pues en una época turbulenta como aquella una joven sola como ella podía correr algunos peligros, sin embargo, ella sabía que los espíritus de sus difuntos padres y el de su abuela la protegerían. 

Recorrió gran parte del Londres bombardeado buscando algunas cosas que pudieran servirle. A esas horas los servicios enviados por las autoridades estaban buscando entre las ruinas a algunos supervivientes, y tratando de rescatar enseres personales. El humo y el olor característico de los edificios bombardeados bajo el cielo nublado de Londres presentaba un espectáculo descorazonador, pero la determinación y fortaleza de los rostros de los agentes y de los vecinos ofrecía una esperanza sobrecogedora.
"Vamos a salir de esta y vamos a levantarnos con más fuerza. Ya lo verán"
Parecían decir, y así lo sentía Lily que paseaba su mirada por aquellas ruinas, sintiendo que también ella volvería a levantarse.

Recogió de los escombros una pequeña manta, un cojín y una lámpara de petróleo. Se encontraban en buen estado y como no parecía que pertenecieran a nadie se los quedó, pues a ella si podían servirle.
Temerosa de que alguien pudiera recriminarle algo se alejó de allí. 
Cuando llegó al parque sacó una bolsa de tela de su maleta y colocó en ella los objetos. Pesaba bastante, pero Lily se sentía fuerte aquella mañana. En la cantina le habían dado café, huevos revueltos y cereales para desayunar por lo que se sentía llena de vitalidad.
Miró sus ropas con preocupación. Llevaba puesto el uniforme que las monjas del hospicio le obligaban a llevar. Es posible que alguien pudiera descubrir de dónde venía y dar parte a las autoridades. Debía ser cuidadosa y en cuanto encontrara un lugar ponerse el vestido azul marino de los domingos que llevaba en la maleta. Tenía los mocasines viejos y rotos, y no disponía de otro par, así que tendría que hacer uso de sus ahorros pronto y comprarse unos nuevos si no quería romperse los pies.
Llegó sin resuello hasta las afueras de la ciudad. Allí paseó su vista por los viejos edificios que parecían resistir los continuos ataques con cierta dignidad , sin embargo, el estado ruinoso de las viviendas adyacentes era devastador. 
Cierto que el lugar pertenecía a los barrios bajos de Londres, pero después de los intensos ataques de las últimas semanas el escenario ofrecía un aspecto aún más desolador. Lily sintió deseos de llorar. Se sentó frente a una de aquellas casitas que parecía haber sido abandonada y se secó las lágrimas. Miró hacia arriba como buscando consuelo, y después de unos instantes se quedó maravillada, pues detrás de ella se erguía majestuoso e imponente un árbol gigantesco que parecía desafiar la crueldad de la guerra.
Aparte de la fortaleza del árbol lo que atrajo la atención de Lily fue que sobre su tronco alguien había construido una cabaña de madera a la que se llegaba a través de una escala de cuerda que comenzaba en el suelo. Sorprendentemente la cabaña parecía encontrarse en buen estado, lo que no dejaba de ser un milagro. Supuso que la habría construido algún muchacho durante el verano antes de que empezara la contienda. Lily miró alrededor, las casas de aquella zona parecían abandonadas, los intensos bombardeos de las últimas semanas las habían dejado inhabitables. No había mucho tráfico de personas por allí, y cómo sé sentía llena de fuerzas decidió subir a ver la casita del árbol. 

Nada más entrar dentro Lily supo que ese sería su nuevo refugio. Por dentro la cabaña era más amplia de lo que se divisaba por fuera. Era el lugar ideal para ella. Subió su pequeña maleta y su bolsa de plástico. Colocó la lámpara de petróleo sobre un pequeño taburete que alguien había dejado allí, y dispuso la manta a lo largo del suelo, colocando el cojín a modo de almohada. Sacó de su maleta un grueso abrigo que había pertenecido a su madre y lo puso sobre la manta del suelo con la intención de taparse con él cuando fuera a acostarse. No siempre iba a dormir en el refugio. Además tenía la esperanza de que la guerra terminase pronto y con ella la peor etapa de su vida. Suspiró esperanzada, y además, en algún lugar de esa ciudad, los Polichinelas iban a devolverle la belleza robada. Estaba segura.
Sacó todo el equipaje de su maleta y estuvo todo el día acomodando su cabaña con cosas que encontraba en las casas abandonadas. Se sentía muy animada, como si nada malo pudiera pasarle.


_______________________________


Capítulo IV
Música para sobrevivir 


Al caer la noche Lily se sintió desfallecer pues se acercaba la hora en la que Londres era bombardeada. Debía darse prisa antes de que sonaran las alarmas, ya que la estación Aldwych se hallaba un poco lejos de aquel lugar. Se puso su vestido azul de los domingos, cogió su bolso de mano, y bajó por la escalera de cuerda.
El cielo de Londres presentaba un color aterciopelado tan hermoso que era imposible imaginar que en poco tiempo aviones alemanes estarían escupiendo desde allí todo el fuego del infierno. El mundo era un lugar hostil, pero el ser humano era más grande que el mundo.
Lily cruzó las amplias avenidas tan rápidamente como pudo, justo antes de llegar a la estación de metro las alarmas anunciaron a los habitantes de Londres un nuevo bombardeo.
La estación Aldwych, igual que la noche anterior, estaba abarrotada. Lily se dirigió a la cantina pues tenía un hambre voraz. Apenas había comido nada mientras estaba ocupada acomodando la cabaña del árbol y sentía un fuerte vacío en el estómago. 
En la cantina le ofrecieron una enorme bandeja con sopa de pollo, lentejas y un trozo de pudding, que a Lily se le antojó un manjar.
Al dirigirse a las vías donde estaban las camas vio a un grupo de jóvenes alrededor de un viejo gramófono. Estaban probando discos y por lo visto no tenían la intención de renunciar a las diversiones típicas de la juventud a causa de los bombardeos. Se les veía despreocupados, como si la guerra no tuviese que ver con ellos. Esta actitud era en sí esperanzadora para la gente mayor que no podían evitar proyectar en aquellos jóvenes todas sus esperanzas de una época mejor que algún día vendría. Lily también agradecía esta actitud de la gente joven, sin embargo, por algún motivo relacionado con su mundo interior, tampoco pudo evitar sentirse ajena a todos ellos, pues desde su más tierna infancia, intuía su soledad interna, las peculiaridades de su carácter retraído y fantasioso, y sabía demasiado bien que siempre sería una extraña entre la gente de su edad.
Chicos y chicas seguían el compás de la música con los dedos, con los pies y con el corazón. Puede que fuera se librara la guerra de todas las guerras, pero en sus espíritus se celebraba la juventud en todo su apogeo, y esa fiesta sólo se celebraba una vez en la vida, y no iban a permitir que los alemanes ni quien fuese les aguara su fiesta. Además los viejos necesitaban de su sana alegría y su disposición de ánimo. Había que mantener alta la moral pasara lo que pasara.

Escuchando el ritmo trepidante de "In the mood" de Glenn Miller, Lily se dirigió a su cama en la vía del tren. Se acomodó como la noche anterior, rezó sus oraciones, y antes de que el sonido de las bombas amenazase el descanso de aquella ciudad, Lily ya estaba cruzando feliz por las aceras soleadas de los sueños.


______________________________


Capítulo V
La pequeña Sarah 


Lily estaba satisfecha con su nuevo hogar "La cabaña del árbol". Durante el día había estado acomodándola lo mejor que pudo. Por lo visto parecía que nadie iba a reclamar aquel lugar, y afortunadamente las bombas apenas la habían rozado. Había vagado por las casas abandonadas con la esperanza de encontrar algo que subir a su cabaña y era increíble las cosas que había encontrado; como por ejemplo, varias muñecas, algunos libros, ropa en buen estado, un pequeño baúl, y un edredón. Tambien botes de galletas y algunas latas de conserva. Todo lo había subido por la escalera de cuerda hasta su cabaña. También encontró una caja de herramientas con la que arregló algunos desperfectos de la cabaña. 
Por la tarde después de una pequeña siesta bajó a dar un pequeño paseo por el barrio de casas abandonadas.
Se había levantado un poco de viento, y el cielo estaba tomando ese característico tono gris que sugería una llovizna inminente, pero a Lily la lluvia no le producía ningún temor. Es más, casi le gustaba. 
Le sorprendió el silencio de aquel lugar. Cierto que era un barrio muy pobre y marginal, y que los continuos bombardeos habían hecho emigrar a otros lugares a sus habitantes, pero no dejaba de ser curiosa la tranquilidad que allí se respiraba. Tal vez las gentes que allí habían vivido, estaban alojadas ahora en otros edificios proporcionados por el gobierno hasta que los ataques cesaran. Desde el inicio de la contienda Londres ya no era aquella ciudad que se erigía orgullosa sobre los cimientos inalterables del tiempo, presentándose ante el mundo como ese refugio seguro e imperturbable para sus ciudadanos. 
Reflexionando sobre este tema y aferrándose a su fina chaqueta de punto, Lily se adentró en aquellos sucios callejones que los aviones de la Luftwaffe habían dejado casi intransitables.
Vio algún que otro mendigo revolver entre las ruinas.
Por lo visto siempre habría pobres recogiendo las sobras de otros pobres. 
Lily escuchó el sonido de un trueno y se sobrecogió. Pensó que lo mejor sería subir a su cabaña hasta la hora de ir al refugio. 
Se giró presurosa y fue entonces cuando la vio…

El mundo era un lugar hostil, pero también imprevisible. 
Junto a uno de los cubos de basura donde había visto revolver a los mendigos se hallaba acurrucada una niña pequeña.
Estaba llorando, y por su aspecto no parecía haberle importado a nadie nunca. Debía tener unos 7 años, no más. Supuso que sería huérfana o tal vez habría perdido a sus padres recientemente en uno de aquellos ataques aéreos. Sus ropas estaban sucias y llevaba puestos unos mocasines rotos y gastados. Desde su cabeza dos largas y rojizas trenzas le caían por los hombros. Iba aferrada a una especie de muñeco que parecía un arlequín, al que apretaba contra su pecho como si fuera el único ser que le quedaba en el mundo. La niña tenía las mejillas regordetas y sucias. Su llanto conmovía profundamente a Lily, quien incapaz de resistir por más tiempo el dolor de la criatura se acercó a ella.
Iban cayendo las primeras gotas de lluvia.
- ¡Hola, pequeña!, ¿qué te sucede? - preguntó Lily con una sonrisa 
La niña sin dejar de gimotear alzó los ojos a Lily y respondió con una voz débil: 
- Me quiero morir…
Lily tragó saliva 
- ¡Oh, no digas eso! ¿Y tus padres?
La pequeña abrió los ojos con expresion de horror 
- Murieron, hace poco…
- Lo siento, nena. A mi también se me han muerto
En el rostro de la niña se reflejaba ahora una expresión de interés. Lily fue acercándose y cuando estuvo frente a ella le tendió la mano. 
- Me llamo Lily, ¿y tu? 
La niña le estrechó la mano sorprendida por la actitud de aquella desconocida. 
- Sarah… - dijo con un hilo de voz
- ¡Oh, que nombre tan bonito!…Encantada Sarah, ¿y porqué te quieres morir, con lo linda que eres…?
La pequeña se secó los ojos con los puños de las mangas. 
- Porque no quiero ir al hospicio de vuelta…y allí es donde me quieren llevar…
Lily tragó saliva emocionada, pues a ella le había sucedido lo mismo al fallecer sus padres en un bombardeo.
- Bueno, allí te cuidarán si tus padres ya no están...
La niña volvió a llorar. Esta vez su llanto era más intenso.
- No quiero ir al hospicio otra vez, prefiero morir e irme con mis padres. No me gusta este mundo…
Lily suspiró, algo en el dolor de aquella criatura hacia eco en su propio ser. Era como tener delante a la niña que había dejado de ser y al mismo tiempo verse a si misma como una desconocida. 
- Es mejor que me muera, señorita. No tengo a nadie…a nadie que yo le importe - dijo la pequeña desconsolada 
- ¡Oh, no digas eso! ¡No vas a morirte! Yo no lo voy a permitir. Además, le puedes importar a alguien…a mi, por ejemplo…- agregó enérgica Lily
- ¿A usted? ¿Y porqué? - preguntó la niña intrigada
- ¡Oh, bueno! porque yo también estoy sola como tú...- contestó Lily
- ¿No tienes a nadie más en el mundo? - indagó la pequeña 
- No
- ¿Y no quieres morirte?
- No tengo la menor intención de hacerlo - sentenció Lily 
La niña la observaba maravillada, como si de una criatura fantástica se tratara. 
- Pero, el mundo es un lugar terrible…
- Bueno, es cierto, pero también puede ser hermoso, y a veces suceden las cosas más extraordinarias, y cuando menos te lo esperas. - dijo Lily
- ¿En serio? - preguntó la pequeña 
- Completamente

La niña, fuertemente impresionada por la actitud de Lily se acercó a ella y juntando las palmas de las manos le dijo a Lily : 
- Por favor, no de parte a las autoridades. Ellos me llevarán al hospicio y yo no podré soportarlo. Se lo ruego, señorita…
Lily la miró con ternura y sin saber qué hacer con aquella niña respondió : 
- No daré parte a las autoridades
- ¿De verdad? - preguntó la pequeña ansiosa 
- Si, puedes estar tranquila 
- ¡Oh, es usted un ángel! - exclamó la pequeña 
Lily sonrió, y por vez primera la niña también. 
- Pero si te quedas por aquí alguien podría llamar a las autoridades al verte sola... - dijo Lily
En los ojos de la pequeña había una pequeña suplica que Lily supo interpretar, aunque ya llevaba pensando en ello desde que la niña dijo que prefería morirse antes que volver al hospicio. 
- ¿Quieres venirte conmigo? Yo cuidaré de ti - preguntó Lily 
El rostro de la pequeña se iluminó como si acabara de escuchar las palabras más bellas del mundo.
- ¡Oh, si! Que Dios la bendiga, señorita...
La pequeña Sarah tomó la mano de Lily y se aferró a ella como a una rama sobre el precipicio.


___________________


Capítulo VI
Hermanitas


Desde aquella noche Lily ya no volvió al refugio, durante los bombardeos, pues temía que al ver a la pequeña, las autoridades la enviaran al hospicio. Ella le había hecho una promesa a la niña y debía cumplirla. Por su parte, la chiquilla se aferró a Lily como si fuera su hermana mayor, volcando en ella su pequeño mundo, sus preocupaciones y todas sus esperanzas.
La cabaña del árbol le pareció el lugar más encantador del mundo, y aunque ambas pasaban mucho miedo durante los bombardeos nunca corrieron un gran peligro, pues aquella zona ya había sido atacada con anterioridad, lo que hacía que los aviones alemanes dirigieran sus ataques hacia otros sitios.

Al cabo de unas semanas la pequeña Sarah había recobrado el entusiasmo y las ganas de vivir. Ya no estaba sola en el mundo, tenía una hermanita y el buen Dios tendría previsto algo maravilloso para las dos. Por otra parte, Lily que al principio se hallaba reticente respecto a la pequeña, pues consideraba que sería un obstáculo en su búsqueda de los Polichinelas, llegó a la conclusión después de que la aparición de la niña era una señal que los ángeles le habían hecho para indicarle el éxito de su proyecto de encontrar la magia en aquella ciudad. Cierto era que todas las noches se exponía a la muerte negándose a ir al refugio, pero también sabía que el Señor estaba protegiendo sus vidas.
Cuando escuchaban el sonido de las bombas caer por la ciudad, se aferraban las dos bajo las mantas, rezando para que ninguna alcanzara aquella zona.
La pequeña Sarah resultó ser una niña muy inteligente y despierta, aunque con un exceso de sensibilidad que con frecuencia conmovía a Lily, aunque lo que más la emocionaba de la pequeña es cuando la llamaba "hermanita Lily".
Bueno, el buen Dios le había arrebatado a sus padres, pero le había traído una hermanita y ella iba a cuidar de la niña hasta el fin de sus días, así se lo había prometido a sí misma. 
La pequeña Sarah la ayudaba limpiando y ordenando las cosas de la cabaña. Frecuentemente mientras tomaban el té la chiquilla le contaba historias de su vida con sus padres y Lily hacía lo mismo. Sentía que la pequeña estaba muy necesitada de cariño, y según sus propias conclusiones por cosas que le había contado la niña, esa necesidad de cariño y protección ya existía en vida de sus padres, lo que hizo que Lily sintiera más compasión por ella. Este descubrimiento hizo que Lily se plantease la posibilidad de hablarle a la niña de los Polichinelas y de su proyecto de encontrarlos. Esperó hasta que la pequeña estuviera preparada.

_____________________________


Capítulo VII
El abuelo Ronald


Londres parecía resistir los ataques de la Luftwaffe con una fortaleza y dignidad admirables. Todos los ciudadanos de aquella ciudad milenaria tenían la sensación de que si pasaban con éxito aquella dura prueba, podrían resistirlo todo y serían merecedores de todas las bendiciones del mundo. 
Cada mañana Lily se acercaba a las tiendas de ultramarinos para invocar la caridad de los dueños y aunque con frecuencia conseguía que le dieran algo para comer, no era suficiente para mantenerlas a las dos. Esto hacía que Lily tuviera que recurrir a sus ahorros para comprar comida, si no quería que tanto ella como la pequeña se muriesen de hambre, por lo que ya no disponía de mucho dinero. Pensó que en breve tiempo debía ponerse a trabajar, pero entonces, ¿qué pasaría con la pequeña? Lily vivía temerosa de que alguien pudiera descubrirla y avisar a las autoridades que vendrían y se la llevarían. Así que la chiquilla rara vez bajaba de la cabaña del árbol. También temía por ella misma, de que alguien descubriese que era menor edad, sin parientes, y la denunciase a las autoridades, quienes la enviarían de vuelta al hospicio. Compartía con la pequeña este mismo temor. 
Lily decidió esconder su documentación lo mejor que pudo para que nadie pudiese encontrarla.

Por otra parte, algunos mendigos ya sabían de su existencia, pero no representaban ninguna amenaza. Eran unos parias como ellas y compartían con las dos "hermanas" el hecho de no tener a nadie en el mundo. La guerra no había supuesto ningún cambio en sus vidas. 
Entablaron amistad con uno de ellos
Ronald, un hombre de unos 70 años, vagabundo, y según les contó una tarde frente a una taza de té caliente, había trabajado en un circo y se daba muchos humos por ello.
Era un hombre afable, generoso y con un gran sentido del humor. No se quejaba de nada, y a todo le encontraba su lado positivo. Se hicieron amigos una tarde rebuscando entre las ruinas de las casas bombardeadas. Debido a su amable carácter y entretenida conversación le invitaron a tomar el té con ellas. 
Y desde aquel momento se convirtió en una especie de guardián de la cabaña y de la pequeña también. Era un hombre de una honradez y nobleza fuera de lo común, tanto que Lily pensó que había sido enviado por Dios. 
- Ustedes, no se turben, mis pequeñas amigas, que este que está aquí no permitirá jamás que nada malo pueda sucederles.

El viejo Ronald no tenía cabaña, ni refugio. Llevaba sus cosas en una especie de hatillo y
solía dormir en los solares de las casas abandonadas. Lily solía compartir con el hombre parte de la comida de las dos. Por su parte, el viejo hacía las tareas para las que se requería mayor fortaleza física. Todavía conservaba el vigor y la buena salud, y siempre estaba dispuesto a ayudar.
Una tarde que estaban los tres merendando bajo el árbol, el viejo Ronald exclamó: 
- Puedo ser el abuelo Ronald, o el tío Ronald, lo que ustedes prefieran, mis queridas amigas, pero ante todo siempre seré un amigo 
- Lo sabemos Ronald y se lo agradecemos en el alma - respondió Lily - ¿verdad Sarah?
- Por supuesto! pero ojalá fuera nuestro abuelo...- dijo Sarah melancólica 
- ¡Bah! Ustedes dos acabarán haciéndome llorar. Bien, ¿qué eligen? ¿tío o abuelo?
Habían estado discutiendo con cual título familiar iban dirigirse a él, y lo cierto es que aún no lo tenían muy claro.
El sol se inclinaba rojizo sobre ellos dando al bueno de Ronald un aspecto tan paternal que Lily exclamó entusiasta : 
- ¡Serás nuestro abuelo!
- Así sea - sentenció Ronald - así que muchachitas, portense bien a partir de ahora, porque voy a tomarme muy en serio mi trabajo de abuelo 
Las jóvenes aplaudieron con júbilo.


___________________


Capítulo VIII
La tarta de manzana 


Una tarde que las chicas estaban haciendo la colada debajo del árbol, vieron al abuelo Ronald llegar hasta ellas visiblemente agotado, y con la camisa llena de manchas rojas. El buen hombre tomó asiento sobre un taburete y se pasó las manos por la frente sudoroso. Parecía estar muy apurado. Las muchachas lo observaron alarmadas, preguntándose qué demonios le había pasado al bueno de Ronald. 
- No se alarmen, mis niñas - exclamó el hombre - No me he pegado con nadie. Si me ven así es que Fred Gallager, el frutero de la calle Lane me ha regalado una enorme sandía, y en cuanto la he visto me he vuelto loco, pensando en lo contentas que se iban a poner ustedes cuando la vieran. Así que la he agarrado con mis brazos todo lo grande que era y me he puesto a andar en dirección hasta aquí, pero a mitad de camino se me ha caído al suelo y se ha partido en varios trozos. Han venido los perros del viejo señor Jones y se la han comido entera. No se pueden imaginar mi disgusto, y encima me he manchado la camisa de tal forma que Julie, la prima del charcutero me ha preguntado si me he peleado con un tigre.
Las jóvenes estallaron en carcajadas y al verlas el abuelo Ronald hizo lo mismo. 
- Si, ya sé que ha sido muy cómico, pero aunque no haya sandía, tendremos pastel, pues Rosalíe, la esposa de Fred Gallager, al enterarse de lo ocurrido me ha dicho que vaya luego a recoger su tarta de manzana que hoy es para nosotros, y también me dará una botella de limonada. 
Lily y Sarah con los brazos enjabonados brincaron de alegría por la buena noticia. Al fin iban a comer tarta de manzana y beberían limonada. Rodearon al abuelo Ronald y bailaron con él mientras le cantaban la canción de los piratas:

"Quince hombres sobre el cofre del muerto. Ron, ron, ron, la botella de ron."

Finalizó la tarde con una de las meriendas más memorables de las habitantes de la cabaña del árbol, pues por primera vez en mucho tiempo podían comer pastel de manzana y beber limonada. Fue una tarde inmensamente feliz.
El abuelo Ronald velaba por ellas, y el mundo estaba bien hecho.


________________________________



Capítulo IX
Los ángeles de Londres


Todas las mañanas Lily salía con la intención de encontrar a los Polichinelas, pues ese había sido el motivo de su huida del hospicio meses atrás. Todavía no había contado nada a la pequeña Sarah de su secreto, pero sabía que tarde o temprano debería de hacerlo. 
Lily atravesaba los barrios de la gente pudiente y seguía las claves que su abuela le había dado para encontrar a los Polichinelas. No había una dirección exacta, pues nadie sabía cómo ni cuándo iban a aparecer, pero sí que se sabía la clase de lugar donde tenían por costumbre manifestarse. Así que según su abuela le había contado, para hallarlos, ella debía buscar en los parques, cerca de las floristerías, en el muelle, y sobretodo en la parte más baja del río. En algún lugar de algún lugar los Polichinelas iban a hacer su representación especial y ella debía estar allí para ser uno de aquellos niños afortunados.
Los Polichinelas no eran unos muñecos corrientes, no estos de los que su abuela le había hablado tanto tiempo atrás. Eran unas criaturas mágicas, casi angelicales, que aparecían de la nada en aquella ciudad y representaban su actuación a cualquier niño o adolescente que pudiera verlos, después, todos los niños que habían visto la función quedaban protegidos para toda su vida y jamás nunca tenían ningún problema. Los Polichinelas decidían cuándo debían hacer su actuación especial, pues si notaban que habían muchas vibraciones de niños con problemas de cualquier tipo, ellos aparecían, y esos niños se convertían en afortunados toda su vida. Eran los ángeles de Londres, los guardianes de los niños, y aunque era una vieja fábula, no era poca la gente que afirmaba haber visto su actuación. Su abuela le había contado a Lily todo lo concerniente a los Polichinelas, confesando que siendo niña y estando gravemente enferma alguien la llevó a un parque y allí los Polichinelas actuaron para ella; después quedó milagrosamente curada y jamás en toda su vida volvió a tener ningún problema. Lily recordó que su abuela había tenido una vida maravillosa, hecho que achacaba a su encuentro con los Polichinelas, y le había hecho prometer siendo niña que algún día ella también buscaría a esas mágicas criaturas para ser protegida por ellas de por vida. 
Según la leyenda los Polichinelas aparecen por arte de magia, siempre que perciben que hay muchos niños con problemas en la ciudad. Ellos habitan en las regiones invisibles, son criaturas poderosas, y una vez que hacen su representación sorpresa ante un grupo de niños afligidos, estos quedan protegidos de por vida, y nunca más vuelven a tener problemas. También es posible que alguno de esos niños reciba una gracia o don especial y otros tengan una vida de prosperidad y fortuna. Según su abuela eran muchas las personalidades célebres que en algún momento de su infancia habían visto la actuación sorpresa de los Polichinelas y desde aquel momento habían sido afortunados. Se hablaba de importantes músicos, escritores, poetas, pintores y, científicos, exploradores, y algún inventor. Todos ellos habían recibido la protección y bendición de las criaturas mágicas. Por tal motivo su abuela le hizo prometer que algún día ella trataría de buscar a los Polichinelas para quedar protegida por ellos, y de paso tal vez conseguiría encontrar la belleza para toda su vida, pues según su abuela, Lily tenía un don especial que tal vez lograría emerger a la superficie si acudía alguna vez a la actuación especial de los Polichinelas. Aunque debía darse prisa, pues solo a los niños y adolescentes les estaba permitido ver a los muñecos mágicos, y ella contaba ya 17 años de edad, y es posible que en poco tiempo ya no pudiera verlos. 
No debía demorarse en la búsqueda; Debía buscar todos los días, y debía buscar en los parques, y especialmente en los aledaños de la parte baja del río, en una hora específica después de la lluvia. Entonces tal vez, lograría verlos.

Lily que creía ciegamente en la leyenda de los Polichinelas se prometió que no dejaría de buscarlos, pero antes debía informar de su secreto proyecto a la pequeña Sarah. Habían transcurrido ya seis semanas de su primer encuentro y la niña estaba últimamente algo decaída. Se aferraba a su Arlequín como si esperara que el muñeco la consolase. 
- ¿Qué te pasa Sarah? - le preguntó un día que la vio especialmente apática 
- ¡Oh, hermanita!, estoy triste, y también preocupada - dijo la niña abrazándose a su muñeco 
- ¿Y porqué? Ahora estamos mejor que hace dos meses...Si hasta tenemos un abuelo... - le dijo Lily intentando animarla
- Si, y estoy muy agradecida, - contestó la pequeña - pero temo que esta situación se alargue y nunca podamos tener un hogar, me refiero a un verdadero hogar, con un padre, una madre, una casa y un jardín...
Lily no pudo contener la emoción y se abrazó a la pequeña como si se abrazara a sí misma, pues ella también deseaba esas cosas. Las había tenido y una bomba se las había arrebatado. 
- ¡Oh, pequeña! algún día vamos a tener todo eso. Ya lo verás. Ahora voy a contarte una historia...
Y así fue como le contó a la pequeña Sarah la historia de los Polichinelas, aunque su hermanita no le dio mucho crédito, pensando en su fuero interno que tal vez Lily tenía demasiada imaginación.



_________________________


Capítulo X
La tristeza de Sarah


Pasaron los días y la melancolía de la pequeña no aminoraba. 
El viejo Ronald le alertó al respecto. 
- Come poco la pequeña. La veo más pálida y delgada. Encuentra cualquier excusa para no bajar de la cabaña. Estoy preocupado, señorita Lily.
Este comentario inquietó a Lily pues Ronald era un hombre optimista y rara vez se preocupaba por algo.
Ella también había notado que la niña había cambiado, pues ya no se mostraba tan comunicativa con ella, y parecía inmersa en sí misma. Lo achacó a los bruscos cambios que había atravesado la pequeña en su vida, a la falta de estabilidad y protección. Era obvio que la niña necesitaba un hogar, unos padres, cariño, seguridad; bueno, ella también lo necesitaba, pero al contrario que la niña, ella era un espíritu fuerte, siempre lo había sido, y siempre había hallado en su interior la fortaleza necesaria para sobreponerse a los reveses de la vida; en cambio aquel ángel perdido parecía arrastrar una tragedia personal anterior a la perdida de sus padres. Lily se había prometido ayudarla y protegerla, costara lo que costara, pero antes le gustaría curar las heridas de su joven corazón. Con frecuencia sorprendía a la niña llorando en un rincón. Bueno, las noches de bombardeos eran muy duras, y era normal que el sistema nervioso de la chiquilla estuviese alterado. Ella le contaba cuentos e historias fantásticas para tratar de calmarla, e incentivar la fantasía en su mente, pero sabía que la niña había tenido demasiadas dosis de realidad como para creer en los sueños. Lily comprendió que en aquella relación fraternal en tiempos difíciles, la niña se comportaba como un adulto que ha visto demasiado, y ella como una niña incurablemente imaginativa y soñadora, a la que le era difícil tener los pies en el suelo. 
Sarah era la adulta traumatizada;
Lily era la niña soñadora;
Este descubrimiento la alteraba también a ella, pero no podía evitar ser como era, pues de sobra intuía que de no haber sido así no hubiera sobrevivido a la tragedia de sus padres, ni a los bombardeos. 
Era tan bonito creer en la fuerza de los sueños, y en el lado amable de la vida. Su abuela había sido como ella y había conseguido realizar sus sueños.  
¡Oh! Tan solo necesitaba encontrar a los Polichinelas, y la belleza, el amor y la seguridad volverían a su vida, y Sarah recobraría las ganas de vivir.


_______________________________


Capítulo XI
La tragedia de Ronald


Los bombardeos de la Luftwaffe continuaron durante aquel tiempo. A veces eran muy crudos, por lo que Ronald había encontrado un refugio seguro para esconderse en aquellos momentos; se trataba del sótano de una casa abandonada. Allí solían ir Sarah y Lily durante los bombardeos de aquel invierno. Era el mejor sitio para refugiarse y no seguir exponiéndose al peligro de las bombas. 
Durante el invierno de 1941, Ronal pasó de ser el abuelo inventado en épocas difíciles a ser el abuelo real. 
Aún no sabían mucho de su vida, solo que era bueno, que era sabio y eso era suficiente.
Compartía con ellas toda la comida que podía conseguir, y se hubiera quitado el pan de la boca para alimentar a sus amigas. A veces subía a la cabaña y después de tomar té con galletas animaba a las niñas con historias de su juventud. Había sido ayudante en un circo y tenía muchos recuerdos y anécdotas de aquel tiempo. También sabía tocar la armónica y con frecuencia deleitaba a las muchachas con melodías de otro tiempo. 
Era un hombre bueno y feliz, sin embargo, también Lily sospechaba que arrastraba una tragedia personal. 
Una tarde cuando la pequeña dormía en la cabaña y después de lavar los cacharros se sinceró con ella.
- Verá señorita, no es lo que no se tiene lo que cuenta, si no lo que se tiene. Aprendí esto hace años y me ha ido muy bien. 
Lily bajó los ojos, pues ella ambicionaba tantas cosas. No solo un hogar feliz, gente que la amara y protegiera, si no también ser respetada y admirada. 
A veces, cuando su hermanita dormía y los aviones de la Luftwaffe desaparecian del cielo nocturno, cerraba los ojos e imaginaba que se convertía en una bailarina sublime de las que actuaban en el ballet ruso, como la Pawlova. Otras, era una actriz de teatro prestigiosa y considerada un referente en la interpretación clásica. También elucubraba con ser una inventora célebre , o descubrir algo importante para la humanidad. También soñaba con ser la escritora más leída del mundo, y en más de una ocasión fantaseaba con casarse con algún príncipe heredero y vivir en un palacio el resto de sus días. Su abuela Ruth que había sido muy afortunada toda su vida, siempre le decía : 
"Debes desearlo con toda tu ser y así sucederá. Nunca te conformes con lo que tienes, lucha por cambiarlo."

Y ahora el abuelo Ronald le decía lo contrario. Eso la desconcertaba.
- El gran pecado del ser humano es el inconformismo. Eso le lleva a desear cambiar su realidad y a no apreciar todo aquello que le ha sido dado. En esa lucha es mucho lo que pierde por una hipotética felicidad, se enbrutece y esto le desconecta de la fuente…
- ¿Qué es la fuente? - preguntó Lily intrigada 
- ¡Oh!, llámese como quiera…Dios; Fuerza; Creación. Cuando los humanos se desconectan de ella pierden su esencia divina, su capacidad para comprender, y percibir, eso les aleja de su propia realidad interior y les empuja a cometer toda clase de tonterías creyendo que la gloria del mundo es para siempre. Lo apuestan todo a su ego, y como consecuencia acaban sintiéndose frustrados y solos.
- ¡Oh!, pero…¿qué debemos hacer entonces? ¿Quedarnos quietos? - alegó la joven
- Mire a su alrededor Lily - le dijo el hombre - ¿cree que todo este desastre es origen solo del Mal? No, mi niña, toda esta locura es consecuencia de habernos desconectado de nuestro yo más puro. Desde que nacemos nos enseñan a librar la batalla del mundo, que no es otra que la del ego. Hay que sobresalir sobre los otros, hay que demostrar que se es mejor que los demás, y hay que hacerlo al precio que sea, y de ahí vienen todos los males...
- Entonces , ¿soñar es malo? - preguntó la joven 
- No quiero decir eso, solo que …
El hombre miró a Lily intensamente como intentando recordar.
- Verá siendo yo muy joven aprendí una lección que no he podido olvidar
Lily escuchó atentamente 
- Vivía en Cornualles con mi joven esposa. Tenía un pequeño negocio de ultramarinos que me daba lo suficiente para vivir. Aunque yo era muy ambicioso y no estaba contento con la vida que llevaba. Tenía la cabeza llena de pájaros y con frecuencia hacía planes para cambiar mi situación. Yo soñaba con convertirme en un rico hacendado y esas cosas, ser un humilde tendero era poco para mí. Rellenaba formularios para ser contratado en otros trabajos con el fin de hacer dinero y poder viajar a Australia y empezar allí de nuevo. Ya ve, no me conformaba, y no sabía que tenía la mejor vida del mundo. Me había desconectado y no podía apreciar la belleza de mi realidad. Tenía una esposa maravillosa, a la que amaba y que me amaba, nada me faltaba para mi subsistencia, y sin embargo, yo estaba en guerra contra el mundo y mi destino. Tan beligerante estaba que no vi las señales y Dios me dio una lección para volver a conectarme. Mi esposa falleció al dar a luz, poco después. Ya ve, la re conexión fue instantánea. 
Entonces comprendí que había sido el hombre más afortunado del mundo, pero, sin saberlo. Y al perder lo que más amaba, no volví a desear nada. Estas desgracias le enseñan a uno muchas cosas. A partir de aquel momento decidí vivir siempre conectado a la fuente, sin desear nada.
Lily tragó saliva fuertemente impresionada por la historia de Ronald, e intuyendo que de algún modo aquella historia tenía que ver con ella misma. 
- Lo siento mucho, su esposa, el bebé... - acertó a decir conmovida  
- ¡Oh! son cosas que pasan. Ya ve, lo tenía todo, sin saberlo. Fue al perderlo cuando lo comprendí. Es tan triste.
Lily contuvo las lágrimas, ella también lo había tenido todo, pero le había sido arrebatado cruelmente cuando una bomba se llevó a sus padres, aunque ella había sabido apreciarlo en su momento, por lo tanto era lícito desear volver a tenerlo. Agachó la cabeza incómoda, pues era consciente de que también deseaba lo mejor que la vida podía proporcionar, y a eso se refería Ronald. 
Se sintió mal consigo misma y con el mundo en el que le había tocado vivir.
Pero ¿porqué Dios la había hecho tan soñadora si no podía ni siquiera soñar con alcanzar algo mejor?y lo que era más grave, ¿porqué la había traído a un mundo tan oscuro y hostil?
Al menos los sueños la sostenían sobre una terrible realidad; así había sido siempre y así sería.
Conformarse sería lo mismo que aceptar la muerte en vida, y ella tenía el alma demasiado llena para aceptar eso.
Por primera vez desde que lo conoció, pensó que el abuelo Ronald estaba equivocado.


_____________________________


Capítulo XII
La confesión de Sarah


Al fin llegó la primavera y con ella un respiro para los habitantes de aquella ciudad, pues los bombardeos llegaron a su fin. Fueron días de congratularse por haber sobrevivido a los ataques y por la demostración de resistencia ante la adversidad. Eran conscientes de que si habían soportado aquel periodo de oscuridad podrían soportarlo todo. Esos les maravillaba y también les asustaba.

En la cabaña del árbol en cambio las cosas habían empeorado, pues la pequeña Sarah había enfermado gravemente, siendo un misterio la causa de su enfermedad. Cierto era que llevaba un tiempo apática y algo ausente, pero al llegar la primavera dio muestras de una debilidad aún mayor teniendo que guardar cama y haciendo que Lily estuviera todo el tiempo pendiente de ella.
La preocupación de Lily estaba justificada, pues ignoraba qué le estaba sucediendo a la niña, y también porqué no parecía mejorar con ningún remedio que ella le proporcionaba. Sabía demasiado bien que si la pequeña no mostraba ningún signo de mejoría en breve tiempo, ella debería avisar a un médico y eso sería fatal para la pequeña, pues el doctor daría parte a las autoridades que llevarían a la niña a un hospicio después de su recuperación, y eso significaría que ella habría roto su promesa a la pequeña. También estaba ella misma y su preocupación porque descubrieran que era menor de edad y sin parientes, y decidieran llevarla de vuelta al hospicio.
Sarah la miró como si leyese sus pensamientos. La niña descansaba en un pequeño lecho formado en el suelo de la cabaña. El viejo Ronald había subido un pequeño colchón que había encontrado entre las ruinas del barrio para que la niña pudiera descansar confortablemente. Rodeada de todas las mantas que Lily había podido reunir, y aferrada a su pequeño arlequín, la pequeña dirigió a Lily una triste sonrisa. 
- No te preocupes hermanita…
Lily bajó la mirada para ocultar su emoción. La pequeña suspiró y agregó: 
- No quiero ser una carga para ti…
- ¡Oh, no lo eres Sarah! Te pondrás bien, ya lo verás - espetó enérgicamente Lily 
La niña levantó su mirada al techo de la cabaña 
- Tal vez yo no esté destinada a vivir demasiado...
- ¡No digas eso! No te lo permito. Vas a vivir mucho… - exclamó Lily
Sarah sonrió dulcemente, tratando de no preocupar a Lily. Una vez más la pequeña era la adulta y Lily era la niña.
Sin embargo, Sarah a sus 7 años sentía que había llegado el momento de confesarle algo a Lily, algo que le torturaba por dentro, y si había llegado el momento de irse de este mundo, ella necesitaba desahogarse.
- Lily, debo decirte algo muy importante para mi...
- Dime, nena - dijo Lily con ternura 
Sarah aferró sus manitas a las de su hermana mayor y tomó aire antes de decir : 
- Mis padres no eran mis padres…
- ¡Oh…! - exclamó Lily confundida 
- Ellos murieron hace años, siendo yo muy niña. - prosiguió la pequeña - Estuve en un orfanato desde los tres años, a los 5 y después fui adoptada por una pareja, ellos trabajaban en la cocina del orfanato, pero luego decidieron regresar a Londres. Me llevaron con ellos, y como no tenían niños yo me convertí en su hija, aunque legalmente nunca me adoptaron. Vivíamos en una chabola en un barrio de Chelsea, y aunque se ocupaban de mi, mi vida a su lado fue un infierno. Me obligaban a pedir dinero por las calles, y él cuando estaba borracho, me pegaba…
- ¡Oh Sarah!, pequeña… - acertó a decir Lily conmovida
- Si, fue horrible, pero no tenía adonde ir. Éramos muy pobres, y a veces yo tenía que robar comida para llevarme algo a la boca. Me hacían ir por los muelles pidiendo limosna, y si no sacaba mucho se enfadaban y me pegaban. Eran muy groseros conmigo, y se burlaban de mí. Al principio lloraba mucho, pero luego, el miedo hizo que me aguantase las lágrimas, porque él siempre me pegaba si me veía llorar. Así que siempre estaba rezando para que llegara alguien y me llevara lejos. Murieron al inicio de los bombardeos, y yo fui enviada al hospicio de huérfanos; y ¡Oh, Lily! lo pasé muy mal allí. Por eso escapé …
- ¡Oh! Mi pequeña Sarah. ¡Cuanto habrás tenido que sufrir...! Lo siento mi niña...
Lily aferró las manos de la pequeña entre las suyas y las besó tiernamente. La niña sonrió dulcemente con los ojos llenos de lágrimas. 
- Lo que yo quería decirte - prosiguió Sarah - es algo que me da remordimientos, pero que necesito decir, y es que yo me alegré de que ellos se murieran, aunque sé que no está bien, y que el Señor está enfadado conmigo, pero me trataban muy mal, y me hicieron mucho daño, por eso me sentí aliviada cuando desaparecieron. ¿Crees que soy mala por eso?
Lily la observaba desde su mundo de ensoñaciones de un pasado amoroso y feliz. Ella había sido una niña amada y protegida por sus padres. La historia que le había contado Sarah le era tan ajena, y tan horrible, que no pudo evitar sentirse conmocionada, y sin embargo, también admiraba la fortaleza de la niña por haber sobrevivido a ello.
- En tu lugar yo habría sentido lo mismo. No te culpes, niña - le dijo comprensiva  
- Pero sé que no estuvo bien, y me gustaría que el Señor me perdonara. Si voy a morir pronto, necesito que Él me perdone. 
- ¡Oh, calla pequeña! - protestó Lily - Fue un sentimiento natural pues ellos te trataron muy mal, pero ahora ya no sientes lo mismo, los has perdonado, y estás arrepentida de tus sentimientos, así que no te obsesiones con ello. El Señor es misericordioso y sabe lo que hay en tu corazón, y sabe que eres una niña muy buena.
- ¿Sabes? Ahora rezo por ellos, y le pido a Dios que los acoja en su seno. - agregó la niña
- ¿Ves como eres buena? - exclamó Lily 
La pequeña Sarah la miraba embelesada, pues Lily era la única persona a la que podía considerar familia suya. Se sentía mejor después de su confesión. Abrazó a su hermana mayor y se acurrucó entre las mantas quedándose dormida.


_____________________________


Capítulo XIII
Preocupaciones


Lily observó con ternura a su hermanita que al fin dormía plácidamente después del último acceso febril. Verdaderamente aquella criatura había sobrevivido a cosas terribles, y era muy fuerte moralmente, sin embargo, su salud física era muy débil. Lily estaba preocupada. 
Bajó la escala de cuerda hasta el suelo y se dirigió al refugio del abuelo Ronald pues necesitaba charlar con él respecto a la pequeña. 
Lo encontró fregando sus cacharros mientras silvaba una vieja canción.
- Abuelo Ronald, ¿podemos hablar? - preguntó Lily
- ¡Oh, señorita! enseguida estoy con usted
Lily aguardó fuera a que el hombre terminara. El sol descendía sobre Londres una tarde más llevándose con él el afán cotidiano de la ciudad.

El bueno de Ronald se acercó a Lily mientras encendía su pipa. Mientras contemplaba el bello crepúsculo musitó :
- La vida debiera ser igual de hermosa y brindarnos de vez en cuando algún milagro…
- ¡Oh, si…!
Respondió la chica distraidamente 
El viejo Ronald sabía que Lily andaba algo preocupada y el motivo era la salud de la pequeña 
- ¿Cómo va la niña? - preguntó
- No muy bien…Apenas le baja la fiebre, y está muy desanimada - respondió Lily
- Mal asunto. Ha sufrido mucho esa criatura. Lo leo en sus ojos, y no solo por la pérdida de sus padres, sino por algo más … - dijo Ronald 
- Si, la pobre sufrió malos tratos en el hogar, por personas que no eran su padres. Me lo acaba de confesar.
El hombre hizo un gesto grave y después de unos instantes intentando contener la emoción exclamó: 
- ¡Oh! ¡Pobrecita, nuestra Sarah...! Quien maltrata a una criatura debieran cortarle las manos...
Lily asintió y añadió preocupada :
- Cada día está más desmejorada y eso me inquieta, ¿cree que debemos avisar a un médico? Ella se niega, ya sabe los motivos...
- Si, lo sé, y a mi tampoco me gusta esta situación; si le sucediese algo algo a la pequeña no me lo perdonaría, y usted tampoco. - señaló el hombre 
- ¿Entonces? - preguntó la joven ansiosa
- Creo que debemos avisar al médico 
- ¡Oh!, bueno, supongo que es lo mejor - respondió Lily
- ¡Es lo mejor!

Así lo decidieron, y mientras Ronald salía en busca del médico, Lily fue a comprar comida y medicinas, cuando regresó a la cabaña del árbol, la pequeña había desaparecido.


________________________________________



Capítulo IVX
La evasión de Sarah


Aquel atardecer, Londres parecía una ciudad de ensueño. Suspendida entre la niebla y el ocaso, se asemejaba a una acrópolis de cristal. La pequeña Sarah sentía como una extraña y poderosa fuerza tiraba de ella hacia algún punto desconocido. Había comenzado a notar el empuje arriba en la cabaña, hablando con Lily, y nada más ella había bajado, la fuerza se había manifestado con mayor intensidad. Era como un magnetismo que tiraba de ella, y hacía que le subiera la fiebre. Incapaz de resistir la llamada se incorporó en su lecho y bajó la escala de cuerda. Su cerebro se hallaba sumido en una espesa neblina de confusión. No podía pensar con la lucidez acostumbrada, solo sabía que debía seguir el camino que la fuerza le indicaba.
Los rayos del sol crepuscular parecían brazos de ángeles allá arriba. Sarah temblaba y caminaba como una autómata. Su mente era incapaz de discernir, su espíritu en cambio percibía que algo extraordinario iba a serle revelado.
La pequeña Sarah siguió caminando.

____________________________


Allá arriba en la cabaña Lily sollozaba angustiada delante de Ronald. La pequeña no estaba y no podían imaginar donde pudiera hallarse. El hombre había ido a avisar a un médico, el cual no tardaría en llegar, y al conocer la noticia de la desaparición de Sarah había subido al árbol para calmar a Lily. A los dos les intrigaba dónde podía haber ido la pequeña en su estado, y también les preocupaba que debido a su enfermedad algo pudiera pasarle. Ronald había preparado una infusión para calmar a Lily mientras pensaba que hacer al respecto. 
- Yo la dejé dormida , y parecía un poco más calmada - dijo Lily intentando serenarse
- Tal vez tuvo una pesadilla o una alucinación. En su estado es normal - alegó el hombre 
- ¡Oh, Señor! ¿qué hacemos ahora? - preguntó la joven angustiada 
- Avisar a la policía. Una niña enferma por ahí sola…- respondió Ronald
- Pero entonces la llevarán al hospicio, y ella preferiría morirse. Lo sé … - argumentó Lily
- Bueno, pero al menos habremos dado con ella, lo contrario sería exponerse a cualquier cosa que pudiera sucederle, y eso no me lo perdonaría - sentenció el hombre 
Lily asintió comprendiendo que Ronald tenía razón.
Bebió de la infusión que Ronald le servía y dijo con resignación : 
- Supongo que tiene razón


________________________________


Capítulo XV
Los Polichinelas


Una ligera llovizna caía sobre el asfalto. La pequeña Sarah caminaba como en sueños al encuentro de lo desconocido. La niebla la envolvía como a una criatura fantasmal. Había recorrido ya un largo trecho por los aledaños del río. Se hallaba en la parte más baja de la ciudad, vadeando el viejo puente, que en aquellas horas y bajo la lluvia se hallaba desierto. 
Caminaba sin mirar sus pasos, pero con la vaga certeza de intuir adónde se dirigía. Sentía la fiebre avanzar por su pequeño cuerpo en oleadas hasta su frente. Apenas podía respirar, y era consciente de que si Dios no lo evitaba, en poco tiempo podría estar muerta. Se sentía muy débil, pero no podía dejar de caminar y seguir a la fuerza que la guiaba. 
La lluvia le había empapado las ropas, tenía escalofríos, y mareos. La pequeña presentía la muerte sobre ella, pero no tenía miedo, solo le conmovía profundamente el hecho de no volver a ver a su hermanita Lily. 
De pronto dejó de llover, como si alguien le hubiera dado a un interruptor en el cielo. El sol volvió a asomarse entre las nubes crepusculares y un brillante arco iris cruzó el cielo de Londres. La pequeña abrió los ojos conmovida, creyendo que tal vez había muerto y había llegado al paraíso. 
Fue entonces cuando los vio…


En medio de un parque desierto y con el suelo húmedo por la lluvia reciente, una especie de teatrillo o guiñol había emergido de entre las sombras para representar su función. Medía varios metros de largo por cuatro de ancho y estaba cubierto por una fina tela de color violeta.

Las figuras acababan de hacer acto de presencia en el escenario. Eran muñecos de madera y trapo, llamados, polichinelas.
Sarah se acercó sigilosa. Recordó que Lily le había mencionado algo acerca de unos polichinelas, aunque no recordaba el qué. 
Vio que frente al guiñol había varios niños, aunque no había ningún adulto cerca. 
Una música sonó dentro del teatrillo y se encendieron las candilejas que había alrededor. Los Polichinelas saludaron a su público que contaba en total a unos 20 niños, incluida Sarah, que se acercó a ellos para ver la función mejor.
Los niños observaban extasiados el pequeño escenario iluminado. Habían sido llevados allí de la misma forma que Sarah, y al igual que ella, todos estaban gravemente enfermos, algunos padecían enfermedades del cuerpo, otros del alma, pero todos estaban atravesando un difícil momento personal.
Estaban sentados en un banco del parque. Sarah se sentó junto a ellos.
No había ningún adulto con ellos, ni alrededor del guiñol, porque sencillamente, los adultos no podían ver a los Polichinelas. No les estaba permitido. Aquella función era solo para los niños que habían sido elegidos por su grave situación personal.


_______________________


Capítulo XVI
La princesa enamorada


Rodolfo, el rey de los Polichinelas saludó al público 
- ¡Oh!, ¡cuantos niños lindos han venido a vernos! Pero veo que están todos tristes y eso no lo podemos permitir. ¿Porqué estáis así, niños? Es muy fastidioso actuar frente a tantos niños tristes.
Gisela, la joven princesa hija del rey, exclamó contrariada : 
- ¡Oh, papá!, cállate, los niños no tienen culpa, ya sabes que nuestra misión es cambiar su tristeza por alegría, y conseguir que nunca más vuelvan a tener problemas. Estamos aquí para eso.
- Si, lo sé hija, - contestó el rey - pero hoy deberemos hacer trabajo extra. Hay demasiados niños tristes, y yo estoy agotado.
- ¡Oh, papá! - contestó Gisela molesta - creo que has tomado demasiado licor de estrellas esta tarde, y no sabes lo que dices…Nosotros nunca nos cansamos de hacer felices a los tristes…para eso fuimos creados. No tenemos otro trabajo que ese. 
- ¡Vaya! - respondió el rey contrariado - Mi propia hija llamándome borracho, y delante de mi público. ¡Como han cambiado los tiempos!
Las carcajadas de los chiquillos resonaron en el Parque. La princesa Gisela continuó hablando : 
- Somos los Polichinelas mágicos, y nuestro deber es devolver la felicidad a los niños tristes y hacer que sean bendecidos toda su vida. Quienes ven nuestra función no la olvidan jamás.
Los niños observaban a la princesa Gisela boquiabiertos. Era una muñeca mitad de madera, mitad de trapo, Era muy bonita, de dos palmos y medio de altura. El cabello rubio le caía en forma de tirabuzones por los hombros; su vestido era de seda rosa y celeste, y llevaba una tiara de brillantes en la cabeza. 
El tiempo parecía haberse detenido frente al guiñol. Sarah sonreía enbelesada.
Otro muñeco hizo acto de presencia. Era Norberto, el juglar.
- ¡Oh, princesa! Tu alma es tan bella como tu rostro. Siempre pensando en hacer el bien. No te preocupes por tu padre, está un poco bebido...
El rey Rodolfo dio un brinco y exclamó indignado : 
- ¿Qué yo qué? ¡Lo que me faltaba! Ahora mi aspirante a yerno me recrimina en mi cara el que haya tomado unas copas. Ya no hay respeto en esta familia, y tampoco en el reino. 
- Él no aspira a nada, papá... - alegó Gisela - Norberto es solo un buen amigo que me aprecia mucho
- Si, y aprecia tu título de princesa, nuestro palacio y riquezas. - respondió el rey 
- ¡Eso no es cierto! - contestó molesto Norberto - Soy un enamorado más de Gisela y compongo para ella las canciones más bellas...¿Qué delito hay en cantar canciones de amor bajo la luna a la mujer amada? El mundo iría mejor si la gente cantara más...
Los niños aplaudieron las palabras de Norberto 
- Papá, si no cambias tu actitud, nunca me casaré con nadie. Le sacas defectos a todos mis admiradores - protestó la princesa Gisela 
- ¡Oh, venga Gisela! - respondió el rey - solo pretendía prevenirte. Si quieres casarte con Norberto, no pondré ningún impedimento, pero mantendré mi dinero lejos…y por supuesto deberás renunciar a tu título de princesa, y a todos los privilegios. 
- ¡Eres imposible papá! Norberto no es ambicioso y no consiento que te metas con él - contestó la princesa enojada
- Gracias, querida Gisela, - agregó Norberto - a veces creo que tu padre me tiene inquina solo porque soy músico...
- ¿Músico y poeta? Hoy en día cualquiera se cree que lo es - exclamó el rey 
- ¡Lo soy y de los buenos! ¡Y amo a su hija! - sentenció Norberto indignado
- ¡Oh, Norberto… ! - exclamó Gisele suspirando 
- Pero ella no te ama, ¡lo sé! - exclamó el rey convencido
- Te equivocas, porque le amo con toda mi alma, y no permitiré que lo humilles, aunque seas el rey de los Polichinelas - respondió la princesa enérgica 
- ¡Oh, Gisela!, ¿eso es cierto, querida? nunca me lo habías dicho... - dijo conmovido el juglar 
- Así es, Norberto. Te amo.- respondió Gisela 
- ¡Lo que me faltaba! ¡Contemplar una escena de amor en mi salón! - se quejó el rey 
Rosamunda, la reina de los Polichinelas entró en escena y exclamó intrigada : 
- ¿Qué sucede aquí, quién ama a quién?
- Tu hija, querida, se nos quiere casar con el juglar... - le informó el rey
- ¿Es eso cierto, Gisela? - preguntó la reina a su hija 
- Si, madre, lo es - contestó la princesa 
- Pero si él no pertenece a la aristocracia de los Polichinelas, sólo es un pobre juglar... - alegó la reina alterada
- No me importa, madre. Le amo - insistió la princesa
- ¡Esto es inaudito! - exclamó indignada la reina 
- ¿Ves, querida? Tu hija quiere desafiar nuestras normas. Pretende casarse con él solo porque le ha cantado unas cuantas canciones de amor ... - le informó el rey 
- No estoy de acuerdo - protestó Norberto - Gisela solo sigue los dictados de su corazón….
- Tú, cállate o vete con la música a otra parte...- le dijo el rey 
De pronto las lágrimas de Gisela resonaron en todo el palacio. Lloró tan amargamente que hasta el rey se conmovió. Los chiquillos contemplaban compungidos la escena.
En el cielo unas débiles estrellas se habían asomado. A pesar de la tormenta anterior, la noche era suave y cálida. Una noche propicia para la magia. 
En el guiñol el melodrama familiar continuaba.

- Vamos, pequeña, no hay que ponerse así. - le dijo suavemente el rey a su hija - Tendrás más pretendientes, y haré que te canten las más bellas canciones de amor. Vendrán de todos los reinos Polichinelas. 
- ¡No!, yo solo lo quiero a él. No me casaré con nadie si no es con él - sentenció la princesa 
- Pero, tú eres nuestra única hija, y debes de casarte para perpetuar nuestro linaje - alegó preocupada la reina 
- No me casaré con nadie más que con Norberto - respondió enérgica la princesa 
- ¡Pamplinas! - exclamó el rey, indignado con la actitud de su hija - Te encerraremos en el pabellón de los indecisos hasta que reconsideres tu actitud, y prohibiremos que te canten canciones de amor.
- ¡Me fugaré! o lo que es peor, dejaré de comer... - exclamó furiosa la princesa 
- Esa no es forma de hablarnos, Gisela. Eres una hija muy egoísta - dijo la reina con gravedad 
Norberto que observaba la escena contrariado tomó las manos de Gisela y le dijo suavemente: 
- ¡Oh, Gisela, no quisiera que por mi culpa discutieras con tus padres. Tal vez exageré un poco las cosas. No olvides que soy cantante, y por lo tanto, muy sentimental...pero, les debes respeto a tus padres.
- ¿Qué? Si me amas no debieras hablar así...- espetó molesta Gisela 
- Claro que te amo, pero no quisiera verte inmersa en un drama familiar. Solo soy un juglar, y canto canciones bajo las ventanas de las jóvenes casaderas. Quedé impactado con tu belleza y candor. Bueno, me enamoré de ti, pero si eso será motivo de alguna desgracia real, yo prefiero renunciar a tu amor, y que reine la paz...
- ¡Oh, Norberto! Todos los Polichinelas varones sois iguales. Tenéis el corazón de plastelina - le acusó Gisela 
- Te he dedicado las canciones más bellas. No me merezco que me hables así - protestó Norberto
Los padres de la princesa Gisela observaban la escena expectantes 
- ¿Has visto, querida?, ahora tienen la primera riña de enamorados...- indicó el rey a su esposa 
La reina por su parte se acercó a su hija y le espetó severamente : 
- Creo Gisela que has sido demasiado grosera con Norberto. Deberías disculparte con él. No olvides que está enamorado de ti. ¡Oh, esos modales tuyos me enferman, princesa!
Gisela se incorporó de un salto e indignada exclamó: 
- ¡Oh, me vais a volver loca entre todos!. Mis disculpas, Norberto. Tal vez no debamos casarnos...
- ¿Cómo? ¿Ahora me rechazas? - preguntó Norberto sorprendido - Gisela, tu corazón es una noria
- Pero, si has sido tú el que lo sugirió primero... - alegó enfadada la princesa 
El rey y la reina observaban divertidos la escena. Empezaba a caerles simpático el juglar, pues parecía ser el único en hacerle frente a Gisela.
- ¡Creo que estás muy consentida, Gisela, y además tienes muy mal carácter ! - exclamó Norberto airado 
- Que grosero! No vuelvas a cantarme canciones de amor. ¡No las escucharé! 
- ¡No lo haré más! - respondió airado el juglar 
El rey cada vez más indignado con su hija exclamó furioso : 
- ¿Esta es la educación que te hemos dado? ¿Te parece bonito tratar de esa manera al hombre que amas?
Discúlpate enseguida con él, o no volveré a dirigirte la palabra
- ¡Oh!, el problema es que está muy consentida - añadió la reina - Tal vez debamos enviarla una temporada al castillo de Rotterdam para bajarle los humos a esta princesita...
- Si hacéis eso, tomaré los hábitos y me encerraré de por vida en el convento de las Polichinelas de Escocia - exclamó la princesa Gisela 
La tensión familiar ya no podía estirarse más. El rey estaba fuera de si, pues comprendía que Gisela era la joven más terca e imposible del reino, y la culpa era solo suya por haberla mal criado tanto, pero también comprendía que Gisela estaba perdidamente enamorada de aquel juglar, que aunque no pertenecía a la aristocracia de los Polichinelas empezaba a caerle bien, y parecía sincero. Después de pensar bien sus palabras exclamó autoritario: 
- Gisela tu actitud me enerva, pero comprendo que padeces un mal incurable, el del Amor; por lo tanto te aconsejo que contraigas matrimonio próximamente con tu juglar, si queremos evitar una desgracia en el reino. De todas formas, el amor es el amor...
La princesa sin dar crédito a lo que sus oídos acababan de escuchar miró a su padre boquiabierta y exclamó: 
- ¡Oh, papá! ¿lo dices en serio? ¿Darías tu aprobación? 
- Si, creo que será lo mejor para mi salud y la de tu madre - respondió el rey más calmado
Gisela respiró aliviada, pero agregó cautelosa : 
- Bueno, celebro tu actitud, papá, pero es Norberto el que debe pedírmelo 
Norberto abrió los ojos sorprendido y expresó irónicamente : 
- Por lo que veo los cambios emocionales intempestivos son cosa de familia. Tendré que prepararme ...
- Norberto - dijo la princesa tímidamente - antes te hablé mal, lo siento. Quiero que sepas que yo...
- Lo sé, mi dulce dama, - respondió Norberto - yo tampoco estuve fino. Te amo, te amo...
- Yo también mi bello juglar...y quiero que estés toda la vida cantándome canciones de amor - sugirió la princesa 
- ¡Lo haré! - respondió Norberto antes de besar dulcemente a Gisela


___________________________


Capítulo XVII
Las bendiciones


Los reyes que habían presenciado emocionados la escena se fundieron en un cálido abrazo con su hija y Norberto, y el auditorio estalló en un aplauso.
El rey Rodolfo, su esposa, la reina Rosamunda, la princesa Gisela, y el juglar Norberto, cogidos de las manos hicieron una reverencia al público y exclamaron al unísono: 
- ¡ Vivan los finales felices! 
La princesa Gisela exclamó emocionada : 
- Mi familia y yo deseamos que hayan pasado un momento agradable con nosotros, y que nuestra felicidad se impregne en sus corazones por siempre. Nunca nos olviden, y nunca olviden que la magia está por todas partes, y a veces suceden las cosas más maravillosas, cuando menos lo esperamos. ¡Hasta siempre, muchachos!
Los chiquillos aplaudieron jubilosos. Había sido una función fabulosa. 
Finalmente Eliazar, el ángel de los Polichinelas salió a escena y habló : 
- Ruego a Dios Todopoderoso porque la felicidad descienda a los corazones de los pequeños que han visto esta función y porque a partir de este día sus vidas sean protegidas y colmadas de bendiciones. Por todas las cosas hermosas que nuestro Señor creó, que así sea. Amén.
Podéis ir en paz, pequeños. A partir de ahora ningún mal os rozará, y en vuestro camino reinará la belleza y la prosperidad. Quedáis protegidos y bendecidos de por vida.
Los niños escuchaban sin comprender del todo, aunque con sus almas libres del peso que les había hecho merecedores de estar allí. La pequeña Sarah absorbió aquellas palabras como si de un alimento se tratara, siendo consciente de que el Señor al fin iba a recompensarla por los sufrimientos pasados.

Y desde el fondo del parque otros ojos ávidos que habían visto la escena en silencio lloraban con profunda emoción. No era una niña como los otros, aunque sí de espíritu y también de carácter. Al igual que su hermanita había sido guiada hasta el fabuloso guiñol por una poder sobrenatural. 
La señorita Lily se abrazó al pasado y a todas sus desgracias personales, pues al fin había encontrado a los Polichinelas. 
La belleza la había alcanzado.


________________________



Capítulo XVIII
Una ciudad mágica


Desde aquel día todo cambió para Sarah y Lily, pues habían recibido los bienes especiales de los Polichinelas, y tal como contaba la leyenda, todo mal sobre sus vidas había sido erradicado, y un montón de bendiciones las acompañarían por siempre. 
El guiñol mágico desapareció ante los ojos de los niños elegidos de la misma forma en la que había aparecido, yendo al sueño de las marionetas hasta que notaran que otros niños necesitaban su bendición. 
Era la leyenda de los Polichinelas, que de padres a hijos se había contado desde años en aquella ciudad.

Cuando Lily comprobó que su hermanita había visto la función emitió un grito sordo de felicidad. Corrió hasta donde estaba la pequeña y se fundió en un abrazo con ella. Después comprobó que la calentura había desaparecido de su frente y poco le faltó para ponerse a cantar. Era la primera vez en mucho tiempo que algo salía bien en sus vidas y sus afligidos espíritus no estaban preparados para ello, pero si la leyenda de los Polichinelas era cierta, y en nada creía más Lily que en eso, a partir de ese día sus vidas se verían transformadas y ya no deberían temer ningún mal. Era el triunfo de la niña que había sido, el triunfo de los sueños. 
Tendría luego que dar muchas explicaciones, a la pequeña Sarah por haber roto su promesa y haber avisado al médico y a la policía, y a la propia policía, que ya habían hecho muchas preguntas, pero eso ya no importaba, pues había logrado lo que se propuso cuando huyó del hospicio, encontrar a los Polichinelas y quedar protegida por ellos toda su vida. 
La pequeña Sarah recobró la salud al instante y también las ganas de vivir.
Los policías se asombraron de todo lo que las muchachas habían soportado, y se preguntaron cómo aquellas dos habían podido sobrevivir allí durante los bombardeos. 
Las dos fueron enviadas juntas a un hospicio de Londres, donde al poco tiempo fueron adoptadas por una familia de comerciantes irlandeses, en buena posición, quienes habían perdido a su único hijo en la guerra. Tenían una hermosa vivienda en Surrey, donde Lily y Sarah fueron con ellos a vivir. Al fin tenían lo que siempre habían soñado, un hogar y una familia amorosa.
El abuelo Ronald fue llevado para vivir en la casa, y allí estuvo con ellas hasta el fin de sus días.
Sus padres adoptivos llenaron los corazones de las muchachas de amor y felicidad. Viajaron por muchos lugares y en todas partes eran conocidos como "La familia feliz".
Fueron a los mejores colegios y al llegar a la edad adulta Sarah se convirtió en una brillante escritora, siendo reconocida en todo el imperio británico. 
Lily por su parte contrajo matrimonio con uno de los jóvenes del condado, y fue una esposa amada y feliz.

A lo largo de sus vidas tanto Lily como Sarah fueron colmadas de bendiciones, y nunca debieron enfrentarse a ningún mal. "Las muchachas afortunadas" las llamaban, y lo cierto es que si lo parecían, aunque poca gente era conocedora del camino tortuoso que habían debido atravesar para serlo.
Las dos compartían el secreto de los Polichinelas, esa clase de cosas que no pueden ser reveladas por nadie sin ser tachados de locos, y con frecuencia a la hora del té, rememoraban aquella noche mágica en la que la belleza había tocado sus vidas. Rememoraban los días en la cabaña del árbol, y se felicitaban por haber sobrevivido a tantos males. 
No dejaban de preguntarse a cuantos niños desafortunados habrían bendecido los ángeles de Londres en todo aquel tiempo, pero estaban seguras de que el fenómeno sobrenatural seguía produciéndose.
Después de todo, no era de extrañar, pues aquella ciudad, con todas sus luces y sus sombras, era una ciudad mágica, donde cualquiera hecho extraordinario podía suceder...




EPÍLOGO



Sir James Cooper sonrió satisfecho. Acababa de relatarle a su nieto la leyenda de los Polichinelas. El muchacho había quedado fascinado, aunque algo confuso por la historia. Era una leyenda que se contaba de padres a hijos; Algunos creían fervientemente que estaba basada en hechos reales, aunque en los tiempos actuales nadie le daba mucho crédito. No obstante, él jamás hubiera admitido delante de nadie que tenía motivos de sobra para creer que todo lo que narraba la leyenda era cierto. 
Había sido nombrado caballero de la Reina por sus obras musicales. Era un prestigioso compositor reconocido mundialmente. Había viajado por todas partes demostrando su enorme talento, y su música había sido tocada por las mejores orquestas del mundo, sin embargo, bien sabía él, que aquel don que poseía había despertado en él la noche que guiado por una extraña fuerza acudió a ver la función de los Polichinelas. 
La niñera de su nieto entró al salón para llevar al niño a su dormitorio. Después de dar las buenas noches al pequeño se quedó solo sentado frente a la chimenea, fumando y recordando.
Estaba expectante, pues esperaba una visita...
Afuera llovía ligeramente.
Era una noche propicia como lo había sido aquella cincuenta años atrás, cuando el muchacho gravemente enfermo y desahuciado que había sido recibió las bendiciones de unas extrañas criaturas.
Nunca había contado a nadie su secreto. Era esa clase de cosas por las que tachaban a la gente de loca.
No obstante, siempre deseó saber qué habría sido de los otros niños que habían visto la función con él. Llegó incluso a poner un anónimo en el periódico expresando su deseo de conocer a cualquiera que hubiera visto la función especial de los Polichinelas una noche de la primavera de 1941, pero nunca obtuvo respuesta. Sin embargo, recientemente había leído la última novela de la prestigiosa escritora Sarah Kelly, "Espejismos de Londres ", y había quedado impactado, pues en ella la autora narraba detalladamente lo acontecido aquella mágica noche durante la función de los Polichinelas. ¿Sería posible que ella fuera uno de aquellos niños agraciados? ¿Cómo es que daba tantos detalles...? La respuesta no tardaría en llegar, pues se había puesto en contacto con ella para invitarla a su casa y tener una charla sobre el asunto en cuestión. El cebo puesto por él para que ella acudiera a la cita fue una breve frase que él le dijo por teléfono:
- Yo fui uno de aquellos niños que vieron la función de los Polichinelas en Mayo del 41...
Sarah Kelly sin hacer más preguntas dijo que acudiría a visitarlo.
Le hubiera gustado elegir la hora del té para ese encuentro, pero Miss Kelly tenía otros compromisos.
Sir James, viudo desde hacía años disponía de mucho tiempo libre. Una de sus principales aficiones era 
la de organizar tertulias en las que se hablase de aquellos días aciagos de la batalla de Inglaterra. Un tiempo difícil en el que sus conciudadanos habían sido puestos a prueba, y en el que él personalmente había librado otra batalla contra la enfermedad, una batalla que los médicos habían dicho a sus padres que estaba perdida, pero que aquella noche mágica y contra todo pronóstico había empezado a ganar. 
Sir James encendió otro cigarrillo. 
El reloj de cuco anunció las 8 horas. La lluvia caía ligeramente sobre los jardines de la mansión. 
De pronto las puertas del salón se abrieron y Sarah Kelly avanzó hacia él con su acostumbrada sonrisa. No era especialmente atractiva, pero tenía un encanto especial, que él, un hombre de otro tiempo podía apreciar. Se había informado sobre ella después de leer su novela, aunque no era mucha la información que sobre ella se daba en la prensa. Se preguntó cómo era posible que a sus 56 años permaneciera soltera, y supuso que al ser artista debiera tener un carácter un poco difícil. Según la escueta biografía que había de ella en la contraportada de su novela, la mujer había tenido unos comienzos muy complicados, pero era algo de lo que ella nunca deseaba hablar. Sin embargo, se había explayado mucho en su novela, que muchos pensaban que había sido autobiográfica. Bueno, ahora tendría oportunidad de preguntarle. 

- Buenas noches, Miss Kelly y gracias por venir. Ha sido muy amable - le dijo mientras besaba su mano enfundada en un guante blanco 
- Buenas noches, Sir James. Es un placer. Gracias por invitarme - contestó ella con una leve inclinación de cabeza. 

Tomaron asiento frente a la chimenea y desde el primer instante que la tuvo delante Sir James supo que ella también había compartido con él aquel improvisado auditorio de la función de los Polichinelas cincuenta años atrás. No fue necesario preguntar. Algo que emanaba de la mujer le respondió. 
Y durante un espacio de dos horas estuvieron intercambiado recuerdos de aquella noche mágica, y como la misma había cambiado sus vidas.
Sir James se hallaba tan a gusto charlando con la célebre escritora que hizo que le sirvieran la cena allí mismo, invitando a Miss Kelly a acompañarle a la misma. 
Después del postre y del café, y sin dejar de charlar, regresaron a sus asientos frente a la chimenea.
El reloj de cuco anunció la medianoche, y de repente un velo de silencio quedó suspendido entre ellos.
Se miraron fijamente, pero ya no eran Sir James Cooper, el afamado compositor y Sarah Kelly, la célebre escritora.
Algo había dado paso a algo...
El tiempo parecía querer jugar con sus conciencias, y desde fuera la lluvia le echaba una mano. 
Desde los profundos ojos azules del insigne músico, otros ojos contemplaban a otro ser oculto dentro de Sarah Kelly.
La magia empezó a manifestarse
- ¡Oh. querida Gisela...!Tú siempre tan bella y sorprendente...
Gisela, la princesa de los Polichinelas sonreía a su amado juglar como si el mundo real fuera una broma.
Nada era imposible para los habitantes de los mundos invisibles, y todo podía suceder si se deseaba con el alma entera, conectada a la fuente de donde manan todas las cosas. 
- Bueno, mi querido Norberto, teníamos que conseguir que estos dos se conocieran, y lo hemos logrado. 
Un fuerte relampago iluminó el jardín de las magnolias. Allá arriba la luna parecía derramar todos los secretos del tiempo. 
El rostro de Sir James parecía fantasmagórico, frente a él, Sarah Kelly parecía un hada sacada de un cuento. 
- ¿Crees que funcionará? - preguntó Norberto a su esposa, la princesa Gisela 
- ¿Hemos fallado alguna vez? - contestó ella - Funcionará. Ellos estarán juntos...
- Tú siempre tan romántica... - señaló Norberto 
- Bueno, es un rasgo de mi carácter...

De pronto la lluvia cesó y Sir James Cooper volvió a tomar conciencia de si mismo, sucedió lo mismo con Sarah Kelly. Ninguno tuvo conocimiento del extraño fenómeno que se acababa de producir, como tampoco sospecharon que los Polichinelas habían urdido ese encuentro para que ellos se conocieran, sin embargo, algo empezó a nacer entre ellos aquella noche. 
Se despidieron prometiendo seguir en contacto, y desde aquel primer encuentro se convirtieron en inseparables. Se casaron en Londres unos meses más tarde, siendo objetivo constante de los cronistas de sociedad que no dejaban de preguntarse como el solitario compositor y la huraña escritora habían decidido unir sus destinos.
Un año más tarde Sir James Cooper estrenó su última composición en el Albert Hall de Londres, logrando un éxito sin precedentes. Al estreno acudio la familia real al completo. La obra llamada "La ciudad mágica "era una sinfonía con programa, y según el propio Sir James estaba dedicada a los heroicos ciudadanos de Londres que con estoicismo y coraje habían resistido los bombardeos de 1940. También en la obra había un pequeño pasaje titulado: "La princesa Gisela", del que Sir James no daba muchas explicaciones. Era un vals melancólico de exquisita belleza dedicado a su esposa Sarah.
Lily acudió al estreno acompañada de su marido, y su hija. A ella le había sorprendido mucho que su hermanita pequeña, una solterona incurable, entregada por completo a su trabajo, se hubiese casado de repente y nada menos que con el prestigioso Sir James. Sin embargo, cuando Sarah le confesó que el afamado compositor era uno de aquellos niños de la función mágica, no necesito saber más. Comprendió que el ciclo completo se había cerrado.
Lily observó a su hermana Sarah sentada en el palco, y una oleada de emociones subió hasta sus ojos. Recordó aquella tarde en que la viera por vez primera apoyada en un cubo de basura, llorado desconsolada. Aquel angelito perdido que se había colado en su mundo para compartir con ella sus anhelos y temores. Aquella frágil criatura que le había dado la mayor lección de fortaleza. Habían transcurrido cincuenta años y Lily seguía siendo la soñadora, y la romántica, y Sarah seguía siendo la sabia, y también la genia, por algo era considerada una de las más brillantes escritoras de su tiempo. 
Al escuchar las sublimes notas musicales compuestas por su cuñado, no pudo evitar sentir un nudo en la garganta, pues se vio a sí misma con 17 años y sola en la vida, enfrentándose a un mundo hostil. Se aferró al brazo de su marido mientras la orquesta ejecutaba la parte más emotiva, pues vio con los ojos del alma la estación Aldwych, la pequeña cabaña del árbol, y el amable rostro del abuelo Ronald, que había fallecido treinta años atrás. Finalmente, el vals "La princesa Gisela" la hizo volar hasta la noche mágica donde viera a los Polichinelas y tanto ella como Sarah, como el propio Sir James quedaron bendecidos de por vida, y entonces comprendió que la vida era una obra de arte, pues todo estaba perfectamente diseñado y formaba parte de un misterioso engranaje cuyo resultado se apreciaría al final.
Cerró los ojos y por un instante vio el guiñol de los Polichinelas tal y como se presentó ante ella cincuenta años atrás y repitió en su fuero interno las palabras de la princesa Gisela : 

"Nunca nos olviden, y nunca olviden que la magia está por todas partes, y a veces suceden las cosas más extraordinarias, cuando menos lo esperamos."


FINAL


Yolanda García Vázquez 
Derechos reservados 
España 
Agosto 2022





















 

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL PARADOR DEL OLVIDO Las Hijas Del Viento

LUMBELIER (LA COLINA DEL MIEDO)

UN SECRETO ALUCINANTE (ESPÍRITUS AFINES)