EL PARADOR DEL OLVIDO Las Hijas Del Viento



EL PARADOR DEL OLVIDO 
Las Hijas Del Viento
                 ________

Yolanda García Vázquez
D@R 
España 2023

PERSONAJES
Eulalia Freire = Mujer tímida y solitaria, dama de compañía de la marquesa de Olmedo, y protagonista de la novela 
Pilar de la Vega  = Marquesa de Olmedo, viuda, extravagante y  aficionada al espiritismo. Residente en Segovia. Jefa de Eulalia
Ricardo Pulido = Hombre de 40 años. Madrileño, secretario de Vicente Reinosa 
Vicente Reinosa = Hombre de mediana edad. Banquero, y aficionado al espiritismo. 
Rosalía Pellicer = Esposa de Vicente. Aficionada al espiritismo. 
Alberto Reinosa = Joven, hijo de Vicente Reinosa 
Violeta Salgado = Ex corista, muy bella. Ex amante de Vicente Reinosa. Aficionada al espiritismo 
Fernando Arteaga= Hombre de mediana edad. Escritor de éxito, aficionado al espiritismo. 
Claudia Romerales = Escritora de mediana edad. Aficionada al espiritismo 
 Jaime Suárez = Ex convicto. Hombre misterioso, y huraño
Luis Bermudez = Jefe de Policía de Oviedo. Investigador del caso.
Roberto Leiva = Dueño del parador. Esposo de Jacinta y padre de Flor y Paquito.
Jacinta Valverde = esposa de Roberto y madre de Flor y Paquito
Paquito = Joven adolescente, muy avispado.  hijo de Roberto y Jacinta.
Manuel Cervera = anciano militar retirado. Viudo. Aficionado al espiritismo 
David Martínez = Hombre de 40 años. Secretario y ayudante de Manuel Cervera
Úrsula Tellez = Anciana solterona. Aficionada al espiritismo.
Julián Sepulveda = cantante y compositor de éxito, viudo. Padre de Graciela 
Graciela Sepulveda  = Joven adolescente, hija de Julián
Natalia Prado = Prima de Aurora. Echadora de cartas 
Agustín Poveda = Conserje, y primer encargado del Parador 
Aurora Gallardo = Médium. Prima de Natalia Prado 
Flor Leiva = Joven romántica, hija de Roberto y Jacinta , ayudante en el parador 
Luisa Jiménez = Cocinera del parador.  Señora mayor. Esposa de Nicolás 
Adolfo Moliner = Camarero y ayudante en el servicio de mantenimiento. Hombre de mediana edad. Viudo 
Cecilia Tonelli  = Mujer de mediana edad, italiana, ya fallecida 
Matilde Roca = Mujer joven. Camarera y ayudante en el servicio de mantenimiento.
Nicolás Sánchez = Segundo encargado. Ayudante en servicio de mantenimiento. Hombre mayor. Esposo de Luisa. 


𝕰𝕺 𝕻𝖆𝖗𝖆𝖉𝖔𝖗 𝕯𝖊𝖑 𝕺𝖑𝖛𝖎𝖉𝖔 
   𝓛𝓪𝓼 𝓗𝓲𝓳𝓪𝓼 𝓓𝓮𝓵 𝓥𝓲𝓮𝓷𝓽𝓸

Yolanda García Vázquez 
Derechos reservados 
2023



"Soy aquello que ocultas;
El abecedario de tu silencio…
Estoy ahí, donde tus ojos no llegan, 
ni llegarán.
Lo sé todo de ti, lo sé todo de todos;
Soy la hija del viento;
No me puedes atrapar…"




Prólogo



Aquella hubiera podido ser la última noche del mundo, y aquel lugar, el más fantasmagórico de la Tierra. Las sombras nocturnas amenazaban con tragarse cualquier resquicio de luz, mientras la lluvia, como un velo fantasmal, cubría de desesperanza los sueños del paisaje.
No había paz en un mundo como aquel. Todo tendía
hacia el mal;
Y sin embargo, Eulalia seguía creyendo en el triunfo de todo lo hermoso y verdadero. 
No dejaba de ser chocante y un auténtico desafío, después de lo que había descubierto, pero ella amaba la vida, y seguía creyendo que aún era posible tener otra oportunidad.
Iba a luchar con todas fuerzas. Dios no la iba abandonar esta vez. Estaba segura. 
Llegó al fondo del bosque casi sin resuello. 
La lluvia comenzó a caer copiosamente. 
El Mal la seguía de cerca…
Una atmósfera de angustia y perdición flotaba entre los arbustos. Más arriba, el graznido de las aves nocturnas parecía presagiar un final devastador. 
Eulalia giró la cabeza para vislumbrar el Parador, el lugar donde se hallaba todo lo que amaba.
Quiso gritar, pero antes que se diera cuenta, el Mal con toda su fuerza, la alcanzó.


______________



Capítulo 1
Un pueblo de ensueño 


Covamundi se alzaba bucólico y fantasmal sobre la cornisa cantábrica. Era un pueblo costero de pocos habitantes, que contaba con una de las más bellas vistas del lugar. En las afueras, y sobre una colina que daba al mar, "El parador del olvido" era el punto de encuentro obligatorio en aquellas fechas, para todo el que deseara pasar unas vacaciones tranquilas, en un ambiente relajado y natural. 
Se trataba de un edificio solariego construido a mediados del siglo XIX, que en la Belle Epoque había sido transformado en balneario, y más tarde en parador. Su dueño, Roberto Leiva, llevaba el negocio que había heredado de su padre, con relativo orgullo, no exento de cierto malestar, pues en realidad hubiera deseado dedicarse a otros menesteres. Le acompañaba en la administración y mantenimiento del parador, su esposa, su hija, y el escaso personal doméstico, los cuales, no dejaban de quejarse por el exceso de trabajo. No obstante, él siempre alegaba que no podía contratar a más gente.
Últimamente había notado que la clientela se reducía, hecho que achacaba al cambio de modas, y al auge de la costa azul como destino principal de los veraneantes; Sin embargo, él sabía que solo aquel lugar ofrecía algo especial que los demás sitios turísticos no tenían, y albergaba la esperanza de que en un futuro los días de gloria del parador regresaran.

Roberto observó curioso el libro de inquilinos de aquella quincena, y sonrió satisfecho al ver cierto nombre.
Bueno, sin duda iban a estar entretenidos con semejante personalidad.
Pensó en lo que sentirían su esposa y su joven hija cuando se enteraran de que Julián Sepulveda, el famoso cantante, iba a pasar sus vacaciones en el parador. 



__________________



"El Parador del olvido", se presentaba como un lugar de ensueño sobre la colina de Covamundi. Rodeado de frondosa vegetación, limitaba con el mar a través de sus extensos jardines.
No había un edificio más imponente en todo el territorio.

Pilar de la Vega, quinta Marquesa de Olmedo, bajó del taxi con una expresión de satisfacción en su rostro. Ella misma había escogido ese lugar como punto de encuentro para la importante reunión ocultista que iba a tener lugar los próximos días. Como líder y fundadora de la sociedad espiritista "Hijas del viento", era su deber escoger el sitio propicio para todas las reuniones de la sociedad. 
Sabía que Aurora Gallardo, la médium, daría su aprobación. Ella ponía el dinero, Aurora, sus dotes.

Giró la cabeza buscando a su nueva dama de compañía, la señorita Eulalia Freire; Una muchacha algo simple y retraída que había contratado hacía poco. No era lo que ella hubiera deseado, pero de momento cumplía bien con su trabajo.
- ¡Oh, es un lugar precioso…! - dijo la joven con sincera admiración 
- ¡Lo es! Pero algo caro… - objetó la marquesa haciendo una mueca

Agustín Poveda que hacía las veces de conserje y encargado principal del parador, condujo a las dos mujeres hasta el interior del edificio. 
Subieron en ascensor hasta el primer piso donde se encontraban sus habitaciones, una junta a la otra.
Después de los consejos de rigor, y de tomar un tentempié, se dedicaron a deshacer sus equipajes. 
Ambas mujeres se hallaban entusiasmadas ante la perspectiva de pasar quince días en aquel idílico lugar. 



_________________


Ricardo Pulido entró en su habitación con gesto malhumorado. Fue al mueble bar y se sirvió un gin tonic. Después del primer trago se aflojó el nudo 
de la corbata y tomó asiento. La situación era preocupante, y sentía que no estaba preparado para enfrentarla; No obstante, él era un hombre de muchos recursos, y estaba seguro de que hallaría una salida ante aquel desafío. 
" - No soy una mujer corriente…"
Le había dicho ella con aquella expresión sibilina que él conocía tan bien.
Bueno, él tampoco era un hombre corriente, y se lo iba a demostrar. Dio otro trago de su vaso y respiró hondo, un poco más relajado, pero sin conseguir aplacar la inquietud que sentía. 


________________



Violeta Salgado cerró suavemente la puerta de su habitación. Se dirigió al vestidor y se puso cómoda. Una mueca irónica se dibujó en su rostro al evocar la expresión de Ricardo Pulido cuando la reconoció en el ascensor.
¡Ni que hubiera visto un fantasma!
Tuvo que tragarse el desprecio que sentía por él cuando trató de intimidarla.

"Yo no soy una mujer corriente, deberías saberlo."

Fue todo lo que ella acertó a decir. 
Y fue suficiente para dar en el clavo, porque de sobra sabía el afamado secretario de su ilustrísima Don Vicente Reinosa, de lo que ella era capaz.
Se miró en el espejo de pie con una expresión divertida. 
Para la nueva reina de las revistas del corazón, Violeta Salgado, su exquisito rostro y su esbelta figura, habían sido el único pasaporte a la fama ante la ausencia total de talento e instrucción. 
Había trabajado en su juventud como doncella en Italia, sirviendo en alguna importante casa, hecho que siempre ocultaba en su biografía. No siendo conocido por todos. A su regreso a Madrid encontró trabajo como corista de una compañía ambulante, sin embargo, no obtuvo mucho éxito, y abandonó enseguida su ocupación. 
Sin saber cómo y sin preparación alguna, empezó a colaborar con agencias de prensa, organizando cócteles y recepciones para famosos de la Jet Set, en los que se hacían reportajes de los que ella se llevaba unos buenos dividendos. Fue entonces cuando debido a su atractivo y carisma se convirtió en la reina de la prensa rosa. 
Sin embargo, esta ocupación no justificaba su costoso estilo de vida.
Nadie sabía cómo había hecho su pequeña fortuna, aunque algunos se lo imaginaban. Sin embargo, no era ninguna fulana, pues, según ella misma reconocía, el dinero se lo había ganado dignamente y usando su intelecto. Cosa que era bien cierta hasta cierto punto.
Aunque a sus treinta años, sabía cómo doblegar a los hombres, y se jactaba de ello.
Era tenaz, perspicaz, y ambiciosa.
Después de regresar de un viaje por Persia, donde había participado en un reportaje para la revista francesa: "Nouvelle", rechazó la invitación de su amiga, la marquesa de Olmedo, de acudir a la próxima reunión de las "Hijas del viento". 
No sentía demasiada inclinación a hablar con los muertos, aunque había acudido a varias sesiones de espiritismo durante su estancia en Roma, y alguna que otra vez también había ido a las sesiones ocultistas organizadas por la marquesa. Lo había hecho por curiosidad y esnobismo, sintiendo siempre que estaba perdiendo el tiempo. 
No obstante, después de saber quién más acudiría a la reunión organizada por la marquesa, aceptó de inmediato. 
Iba a ser divertido encontrarse con él en aquel sitio.
Enfundada en una bata de raso se tumbó en la cama con una revista de moda.
Una expresión felina se dibujó en su rostro.
Iba a pasárselo bien durante aquellas cortas vacaciones, de eso estaba segura.



________________




Vicente Reinosa, el todopoderoso presidente del Banco Unión Mediterráneo, entró en su habitación acompañado de su esposa. Se encontraba en el ala central del edificio, en la que era la habitación más grande del parador. Después de dar su aprobación con la mirada se dirigió a la ventana y distrajo su mirada por el paisaje.
Imposible no conmoverse ante aquella bucólica belleza. De niño, el parador había sido su lugar de veraneo favorito. Todos los meses de julio llegaba allí con sus padres procedente del levante, y aunque amaba su tierra, nada podía compararse con aquel color, aquella suavidad, aquel misterio que notaba enraizado en él.  Ahora en su madurez aquella necesidad de aquel lugar se hacía más acusada. Respiró profundamente, y sintió un ligero alivio. Nada mejor que unas vacaciones en aquel bello rincón en aquellos momentos, sobre todo después del desgraciado asunto que lo había perturbado meses atrás.  Trató de no pensar en ella. Ahora estaba fuera de su alcance.
Sonrió cortésmente a la camarera cuando le ofreció una copa.



________________




Julián Sepulveda recorrió con la vista su habitación.  Sin duda no era mucho el lujo que ofrecía, pero había algo en aquel sitio que no había podido encontrar en ningún otro lugar. Había pernoctado entre aquellos muros mucho antes de alcanzar la popularidad, y fue entonces cuando percibió aquel aura mágica y embargadora. Haber sido invitado a la próxima reunión de las "Hijas del viento" justo en aquel sitio, no dejaba de ser un guiño del destino. Julián Sepulveda presumía de ser un devoto católico, sin embargo, su mente estaba abierta a cruzar todos los caminos que la vida inmaterial ofrecía. Poseedor de una mente analítica y un espíritu profundo, sentía una enorme curiosidad por todo lo inexplicable, curiosidad que se había reforzado aún más ante la pérdida de su esposa, pérdida que lo había sumido en la apatía y lo había mantenido alejado de los escenarios durante bastante tiempo.  Cuando la marquesa de Olmedo lo invitó a la importante reunión de las "Hijas del viento" que se celebraría a primeros de septiembre en Covamundi, aceptó de inmediato. Conocía a Pilar de la Vega desde su ascenso meteórico a la fama. Había coincidido con ella en varias ocasiones, pero solo entablaron amistad la vez que coincidieron en el Hotel Ritz, cuando ella le habló de esos temas. Fue entonces cuando le invitó a ser miembro de honor de la sociedad, cosa que él rehusó, por estar tan cercana la pérdida de su esposa. Habían pasado ya tres años de aquel encuentro, y la marquesa seguía escribiéndole cartas en las que no dejaba de invitarle a aquellas reuniones de la sociedad, invitaciones que él rehusaba amablemente, pues no se veía con ánimo para acudir, pero cuando esta le ofreció acudir a la reunión del "Parador del olvido" en Covamundi, aceptó en el acto, pues le atraía mucho aquel lugar y sentía que había llegado el momento de salir de su ostracismo.
No obstante, le preocupaba lo que Graciela, su única hija, pudiera pensar de aquellas reuniones, a las que los padres de la Iglesia no dejaban de señalar desde sus púlpitos. Graciela, de catorce años, estaba muy unida a su padre, y últimamente parecía estar empeñada en buscarle una nueva esposa, hecho que él rehusaba categóricamente. 
Julián Sepulveda había alcanzado la fama en 1970 al ganar un concurso de jóvenes intérpretes en la radio. Su elegancia, su apostura física y sus cualidades vocales le habían hecho merecedor del apelativo "El Barón", siendo aclamado como el mejor cantante melódico nacional. Después de una exitosa gira por Sudamérica, tuvo una aparición estelar en la  afamada película de Gloria Montecarlo,
(Cumbres de gloria), que lo llevó a ser galardonado con el premio al mejor actor revelación de ese año. Sin duda el comienzo de su carrera artística había sido un fulgurante éxito, no así su vida personal, pues en el mejor momento de su carrera sufrió la pérdida de su esposa en un accidente, hecho que lo llevó a abandonar los escenarios y a recluirse en su caserón de Francia, volcándose en el cuidado de su única hija y alejado por completo del mundanal ruido. Habían transcurrido ya más tres años de la desgracia, y aquel viaje a Covamundi era la primera ocasión en que salía de su reclusión voluntaria, y para un hombre solitario y fuertemente traumatizado como él, aquello no dejaba de inquietarle.
Sonrió al entrar Graciela en su habitación con su acostumbrado buen humor.
Papá, alguien llenó de flores mi habitación. ¡Parece un jardín tropical!



_______________



Eulalia Freire suspiró aliviada después de retirarse a su habitación.  Su jefa se había echado un rato para dar su acostumbrada siesta después de dar a Eulalia la orden de despertarla dentro de hora y media. 
Ya en su habitación,  la joven aprovechó para ordenar sus cosas y mantener al día su diario personal. Llevaba tres meses a las órdenes de la marquesa de Olmedo, y aunque al principio le había costado acostumbrarse a su carácter impetuoso y extravagante, comenzaba ya a manejarse con cierta soltura, pues para una joven tímida e introvertida como ella, sin duda aquel era el mejor trabajo que podía conseguir. Huérfana de padre y madre, apenas contaba con familia, salvo una tía lejana a la que solía escribir con frecuencia.


Había ejercido anteriormente como ama de llaves en una casa muy importante de Madrid, y desde allí fue recomendada a Pilar de la Vega, como mujer instruida y de buenos hábitos. Ella aceptó el puesto, pues por motivos personales deseaba alejarse de Madrid y de aquella casa donde había servido los últimos cinco años.  
A pesar de los 36 años de edad que contaba, aparentaba mucha menos edad, hecho que achacaban los que la conocían a su inexperiencia en asuntos amorosos y a su carácter retraído.  A pesar de no ser agraciada físicamente, había algo en ella que resultaba agradable; No obstante, los hombres rara vez reparaban en ella, hecho que hacía que fuese apreciada en las casas donde servía, y fuese catalogada como ese tipo de chicas que nunca dan problemas. 
Cerró los ojos al evocar el motivo de su exilio voluntario de Madrid : Enamorarse del heredero de la hacienda donde servía. Por supuesto se trataba de un amor no correspondido y sin esperanza, que había lacerado su espíritu, y la había llevado a tomar la decisión de alejarse para siempre de todo lo que le recordara a él. Siendo más traumático si cabe el hecho de que el motivo de su secreto amor era completamente ajeno a sus sentimientos.

Eulalia Freire suspiró y abrió su diario personal.  Tomó una pluma y escribió : 

5 de Septiembre de 1977
"Hemos llegado este mediodía. El lugar es de una belleza deslumbrante. Me encuentro más animada, aunque…"

Al llegar a este punto Eulalia dejó de escribir, pues en su mente una imagen no dejaba de aparecer.  Era la misma imagen que se grabó en su retina cuando llegó por primera vez a "Los laureles", y vio desde lejos a Ignacio Beltrán, el heredero de la hacienda familiar, esperándola en la puerta de entrada para recibirla en su nuevo trabajo.
Aquella primera punzada de amor que sintió y que habría de causarle muchas horas de desasosiego, seguía mortificándola. 
Ignacio Beltrán que jamás reparó en ella, y al que ella puso en un pedestal, fue desde el primer instante que lo tuvo delante, algo imposible para ella.
En realidad todos los hombres lo eran.
Su innata timidez, su falta de atractivo, y su mojigatería, hacia que los miembros del sexo opuesto pasaran de largo. 
Esto hacía que se recluyera más en sí misma, y evitara relacionarse con los demás, volcándose exclusivamente en el trabajo. 
No obstante, el amor que sintió por Ignacio Beltrán fue de una naturaleza tan intensa, dado su carácter, que incluso a ella le sorprendió y a punto estuvo de dañar su salud mental.
Lo mejor que pudo hacer fue poner distancia entre ella y aquel amor inalcanzable.
Ya nunca volvería a verlo.
Cerró los ojos para contener las lágrimas. 
Debía tratar por todos los medios de olvidarse de él y centrarse en su nuevo trabajo.

Se acercó a la ventana y pensó que aún tenía tiempo para dar un paseo antes de despertar a la marquesa. Se puso una ligera chaqueta de punto y salió de la habitación. 



_______________




Alberto Reinosa dirigió una mirada incómoda alrededor. La habitación era espaciosa y limpia, aunque nada que ver con las habitaciones de los lujosos hoteles que su padre solía visitar. Se preguntó qué podía ver su padre en un lugar como aquel, a parte del hecho de que era el lugar elegido por las "Hijas del viento", para celebrar su acostumbrada reunión esotérica. Sonrió al llegar a este punto. Que un hombre como su padre hubiera caído en las redes de aquella cuadrilla de brujas de pacotilla no dejaba de ser chocante, y estaba seguro que sería algo digno de estudio en un futuro. Sin duda, la marquesa de Olmedo les había lavado bien el cerebro a sus padres. Bueno, a él, todo eso le divertía.
Lo único que le preocupaba ahora es que el viejo fuese condescendiente con él, pues desde el último escándalo acaecido en la universidad donde estudiaba, el cual le había costado la expulsión inmediata, el hombre se mostraba bastante inflexible con él, sobre todo en temas de dinero. Ante la amenaza de enviarlo a la escuela naval militar de la Coruña con el propósito de hacer de él un hombre, Alberto accedió a regañadientes a entrar a trabajar en el banco que presidía su padre, eso sí, según su progenitor, iba a aprender el oficio desde abajo y sin favoritismos. De momento debería seguir los consejos de su secretario, Ricardo Pulido; dejar las malas compañías y centrarse en ser un buen hijo. 
Alberto chasqueó la lengua, al recordar las cabezas que había pisoteado su padre para conseguir la presidencia del banco unión. Él podría ser muy díscolo, pero jamás había pasado por encima de nadie, y mucho menos había traficado con el miedo para lograr sus objetivos. Cierto era que no había tenido tiempo aún  para desarrollar la faceta de depredador, propia entre los hombres como su padre, pero intuía que jamás la desarrollaría.
Él era otra cosa.
A sus 23 años sólo se le podía achacar haberse corrido algunas juergas con los amigos y haber tenido algunos líos de faldas. No obstante, para su padre él era un compendio de defectos y despropósitos que había que arreglar y limar.
 
Alberto se tumbó en la cama vestido, y con los brazos bajo la nuca miró al techo.
Una expresión felina se dibujó en su rostro, pues había cierto asunto que su padre jamás se hubiera atrevido a sospechar. 
Eso le hacía sentirse poderoso con respecto a él. 
Sonrió sibilinamente y un brillo apareció en sus ojos.
¡Oh, si el viejo lo supiera…!




Claudia Romerales emitió un silbido de satisfacción. Las vistas de la habitación eran magníficas, así como la habitación entera. Mientras se ponía cómoda pensó en lo estupendo que iba a ser pasar en aquel lugar quince días de descanso. Para una escritora de éxito como ella, esa perspectiva no dejaba de ser una especie de regalo, pues como una eminencia que era en novelas románticas, su agenda era demasiado intensa. El verano la había dejado extenuada con la promoción de su última novela,  por lo que ahora sólo necesitaba relajarse y olvidarse del trabajo en aquel lugar tranquilo y pintoresco.
La marquesa de Olmedo había tenido la gentileza de invitarla a la reunión de las "Hijas del viento", y aunque ella era neófita en tales menesteres, aceptó de buen grado, pues sentía cierta curiosidad, y le caía bien la marquesa; además pensó que sería interesante acudir a una de aquellas reuniones, aunque solo fuera para sacar material para un próximo libro. A sus cincuenta y ocho años, soltera y sin cargas familiares, no tenía que dar cuentas a nadie de sus pasos.
Aquel lugar se le antojaba un escenario novelesco y tuvo el presentimiento de que iban a ser unas interesantes y estupendas vacaciones. 
Se acercó a la ventana y miró a través.
El sol brillaba perezoso sobre los amplios jardines.
Claudia Romerales se recreó en las magníficas vistas, propias de una postal, pero, la sonrisa se le heló en el rostro cuando lo vio…

"¿Qué hará este aquí?", pensó, al atisbar desde el patio principal a un colega de profesión, el cual la saludaba con la mano.



______________



Fernando Arteaga agachó el brazo después de saludar a su colega, la prestigiosa escritora, Claudia Romerales.
Tenía gracia encontrarse con ella en ese lugar. Por la expresión de su rostro se diría que a la vieja no le había gustado el reencuentro. Era una arpía, bien lo sabía él. Aunque llegó a esta conclusión mucho antes de que ella votara por su expulsión del gremio nacional de autores, alegando un pasado comunista de él.  ¡Maldita bruja!, eso había sucedido mucho antes del cambio de régimen. Así que le gustaban las cosas de fantasmas. ¡Peor para ella! Todas esas mojigatas, nostálgicas de la vieja España,  
eran unas hipócritas.  Él las conocía bien. Por su parte fingiría una falsa cortesía mientras llevaba a cabo la misión para la que había acudido allí. 

Sonrió satisfecho mientras cruzaba el jardín trasero.
A sus 68 años era el autor de novelas policíacas más popular del país. Muchas de sus obras habían sido adaptadas al teatro con notable éxito. Era un hombre extravagante, tanto en su vida privada como en el ámbito profesional. Se rumoreaba que era masón, aunque nadie estaba seguro de ello. Aficionado al ocultismo, había coincidido con la marquesa en una recepción en el Palacio de la Zarzuela, hacía unos meses. Fue allí cuando, debido a intereses comunes, ella le invitó a aquella reunión. Él aceptó encantado. Aunque los motivos de acudir al parador habían sido otros bien distintos. 
Sonrió satisfecho. 
Pensó en lo bueno que sería dar un paseo por el mar antes de enfrentarse a los interrogatorios de la marquesa.



_______________



Úrsula Tellez se hallaba en el salón principal tomando café. Había sido de las primeras en llegar aquella mañana. Había estado con anterioridad en Covamundi. En vida de su esposo solía veranear por la zona y guardaba muy buenos recuerdos de aquel lugar. Su íntima amiga, la marquesa de Olmedo, la había invitado como de costumbre. Al ser ella miembro co - fundador de la sociedad, había acudido a todas las anteriores reuniones de las "Hijas del viento", y al tratarse de la primera reunión del otoño, intuía que esta sería una ocasión especial. 
A sus 75 años, Úrsula Tellez sólo encontraba satisfacción en aquellas citas esotéricas. Era una acérrima seguidora del ocultismo; y aunque se consideraba una buena cristiana, los mundos del espíritu no tenían fronteras para ella.
Natural de Segovia, y residente no muy lejos del palacete de la marquesa, le apasionaban aquellos encuentros, aunque por motivos que solo ella conocía se sentía intranquila esta vez.
La razón era que últimamente estaba desarrollando una especie de percepción extrasensorial, y eso la preocupaba. Lo había consultado con su amiga, la médium, Aurora Gallardo, y esta le había dicho, que en su conciencia se estaban abriendo puertas, y por lo tanto ella solo debía dejar que se abrieran. 

También había otro asunto que ocupaba su cabeza por completo, pero de este no podía hablar con nadie.
Intentó serenarse, y echó otro terrón de azúcar a su taza de café. 
Aurora Gallardo y su prima Natalia, no tardarían en llegar provenientes de Toledo.
Eran sus fieles compañeras de las "Hijas del viento".
Tal vez cuando las tuviera delante ella se sentiría mejor.



_______________




Manuel Cervera bajó las escaleras del primer piso con paso autoritario. A sus 74 años mantenía un vigor y agilidad envidiables. Toda la vida viviendo bajo la austeridad de la vida militar había curtido su carácter. Era un hombre alto y corpulento. Había sido coronel de infantería durante años, y aunque se hallaba retirado, mantenía los mismos hábitos.
Hombre de firmes convicciones morales y religiosas, se había volcado en el espiritismo al perder a su esposa de una grave enfermedad.  "Los caminos del Señor son inescrutables…", alegaba cuando era reprendido por algún miembro de la Iglesia. Había conocido a la marquesa durante una estancia en un balneario italiano, y aunque criticaba su carácter extravagante, admiraba su generosidad y compartía sus creencias espirituales. Ella había sido la que lo iniciara en tales menesteres al encontrarse devastado por la muerte de su esposa.
Ya habían pasado diez años de aquello y aunque su espíritu seguía lacerado, había encontrado el camino de vuelta. Acudía a todas las reuniones de las "Hijas del viento", y en casi todas sentía la presencia de su difunta esposa. No obstante, últimamente aquellas sesiones le agotaban, pues junto a las presencias habituales, una energía desconocida había hecho acto de presencia. Era una entidad de naturaleza maléfica que parecía centrarse en él. Aurora Gallardo le había dicho que fluyera y no se opusiera al contacto, tal vez así la energía desaparecería, pero él se veía incapaz. Además había algo que no había revelado a la médium.
Tragó saliva al recordarlo.
Era una frase que la entidad le había revelado sólo a él:
" Tenga cuidado, la muerte le está acechando"


________________



Aurora Gallardo y su prima Natalia Prado se bajaron en el tren de Oviedo. Había sido un largo viaje desde Toledo. Aurora, de 40 años, era la médium oficial de las"Hijas del viento". 
Ella y la marquesa de Olmedo se habían conocido hacía dos años, en un viaje a Mallorca, y allí habían entablado amistad. 
Las innegables dotes de Aurora para comunicarse con el plano astral llamaron la atención de la marquesa, quien no dudó en ofrecerle el puesto de médium en la nueva sociedad.
Aurora era una mujer de extraordinaria belleza que mantenía alejados a los hombres, pues para ella nada había más importante que el mundo espiritual.  Vivía con su prima Natalia, una mujer de su misma edad, astróloga y echadora de cartas, y que compartía con ella su afición por el plano invisible. Ninguna de las dos poseía mucho dinero para mantenerse, por lo que aquel trabajo en las "Hijas del viento'' era ideal. La marquesa de Olmedo corría con todos los gastos de desplazamientos y mantenimiento de la sociedad, y al ser una mujer muy generosa, ni a Aurora ni a su prima les faltaba de nada. 
Ambas mujeres estaban entusiasmadas con aquellas vacaciones en "El parador del olvido". No obstante, Aurora se sentía inquieta, pues la noche anterior una de las entidades que siempre la acompañaban, la había alertado del peligro de aquella reunión espiritista. 

Aurora había ocultado esto a su prima, pues al ser esta algo impresionable hubiera empeorado la situación.  Pensó que lo mejor era estar alerta y esperar a ver las señales. 
Subieron a un taxi en las inmediaciones de la estación rumbo a Covamundi y el "Parador del olvido". 



David Martínez entró en el salón principal con paso resuelto y después de saludar a la señora Tellez se sentó a una mesa y pidió café. Era secretario personal del coronel Manuel Cervera, aunque también ejercía de ayudante.  Hombre eficiente y mundano, ejercía a la perfección su trabajo. Aunque era buen conocedor de las aficiones espiritistas de su jefe, no las aprobaba, pero se guardaba de decirlo. Hombre pragmático y aparentemente algo superficial, solo ambicionaba a ejercer su trabajo de la mejor manera posible. Era discreto y silencioso. Tenía 40 años de edad, y a causa de una malformación genética había tenido que renunciar a la carrera militar, volcándose en su trabajo como secretario. Abstemio y poco dado a la vida social, albergaba una secreta pasión por la literatura a la que se entregaba en sus ratos libres, escribiendo textos de una supuesta obra que publicaría algún día. Le había entusiasmado el hecho de saber que el afamado escritor Fernando Arteaga se encontraría entre los invitados del parador. Pensaba pedirle opinión sobre su estilo literario. No obstante, cuando se cruzó con él en el hall, la expresión de su rostro le hizo cambiar de opinión. 
Supuso que algunas celebridades no estaban a la altura de su fama y de repente sintió asco de todos ellos. 
Ese era su punto flaco, su carácter antisocial, y siempre a la defensiva, razón por la que prefería aislarse en sí mismo. Consideraba a su jefe una especie de niño grande, entregado al capricho de hablar con los muertos, y tenía la peor opinión de aquellas viejas brujas que se reunían en cuartos oscuros para conectar con el más allá.
Aurora Gallardo, su prima Natalia, la señora Tellez, la marquesa…
¡Menuda colección de embaucadoras…!
Sin embargo, como era costumbre en él, ocultaba estos pensamientos, y sólo los volcaba en los textos que escribía y que nadie había leído. 
Encendió un cigarrillo y se recreó en la música que salía del gramófono.
Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al evocar la visión que hacía unos minutos había pasado ante él en el vestíbulo. 
Violeta Salgado era increíblemente hermosa, aunque del tipo de las que jamás se fijarían en él. 
Ella apenas le había saludado cuando se cruzaron.
Parecía que ni siquiera había reparado en su presencia, como si fuera insignificante para ella. 
Este pensamiento le hizo sentirse frustrado, y después furioso. Solía sucederle cuando se sentía ninguneado por alguien.
Apretó los labios y contuvo un juramento.
Afuera el sol comenzaba a declinar suavemente sobre el mar.


________________



Jacinta Valverde arreglaba el florero del aparador ante la mirada distraída de su hijo.
Una docena de rosas rojas ,y una docena de rosas blancas. También debía arreglar otros floreros del salón y de las habitaciones principales de la casa. 
Según su esposo, Roberto Leiva, aquella iba a ser la quincena más importante del parador, es por eso que tenían que darlo todo para que los invitados de la marquesa de Olmedo se encontrasen a gusto. Cierto era que desde hacía tiempo necesitaban más personal doméstico, pero también era evidente que ese lujo no se lo podían permitir, por lo que debían hacer horas extras en el mantenimiento del negocio. Desde que se casó con Roberto no había conocido otro hogar que aquel, y aunque al principio le entusiasmó la idea de regentar el parador, después de 21 años empezaba a estar cansada. No era lo que ella había esperado. Ya era bastante complicado estar casada con un hombre como Roberto, tan exigente y perfeccionista, ejercer de madre, y ama de casa, como además, supervisar todo el trabajo del parador. Empezaba a sentir hastío de su lugar en la vida, y sobre todo empezaba a sentirse decepcionada, pues sabía que todos sus sueños de adolescente eran ya irrealizables.  No obstante, amaba a su marido y a sus hijos, aunque eso no impedía que deseara con toda su alma una vida diferente.
- ¿Todas las brujas están ya en el parador, o falta alguna, mamá? - preguntó su hijo levantando la cabeza del cuaderno escolar
- No la llames brujas, te pueden oír… - replicó impaciente Jacinta 
- ¿Y qué?, ¡me importa un pimiento! ¡Brujas son!
- ¡Oh, no hables así! - Le regañó su madre impaciente
Paquito, como le llamaban todos, era un muchacho despierto al que nada se le escapaba. A sus 12 años presumía de tener una mente sagaz y analítica, capaz de ver más allá de lo aparente. También era un niño inquieto y travieso, con un exceso de imaginación, que según los que le rodeaban, no dejaba de inventar historias grotescas sobre los invitados del parador. 
Ese día se encontraba especialmente eufórico pues deducía que la próxima quincena iba a ser muy entretenida con el parador lleno de brujas.
- Al menos estaremos entretenidos con todas esas chaladas por aquí…- le dijo a su madre divertido, mientras sujetaba el vaso de leche que ella le ofrecía.
- ¡Paquito!, sujeta tu lengua, y tómate la leche, si no quieres que llame a tu padre.
Desde el extremo del salón, David Martínez, el secretario de Manuel Cervera, sonrió, agradeciendo al Cielo por la sinceridad de los niños.



______________



Flor Leiva se retocaba el maquillaje en el espejo del baño; que una estuviera trabajando no debería ser causa para descuidar el aspecto. Sabía que a sus padres no le gustaba que se maquillara demasiado en horas de trabajo, pero Julián Sepulveda había llegado esa mañana al parador y ella debía presentarse ante él con el mejor aspecto posible. No era una muchacha casquivana y tampoco una presumida, pero poseía una exacerbada fantasía que le hacía albergar la esperanza de que algún personaje famoso iba a sacarla algún día de allí. No dejaba de escuchar seriales en la radio, ni de ver películas en el cine que reforzaban su espíritu romántico. A sus 20 años, un fracaso amoroso que le había hecho derramar muchas lágrimas, la había hecho rehuir la compañía de chicos de su edad y soñar con la posibilidad de conocer algún día a alguien especial y maravilloso que concentrara todos sus sueños adolescentes. 
Intuía que Julián Sepulveda podía ser ese hombre. Tenía varios discos suyos, y guardaba su fotografía en un cajón de su mesita de noche. Era su fan número 1, y aunque sabía que ella, como muchacha ingenua de provincias, no tenía muchas posibilidades, no iba a dejar de intentar llamar su atención. El hombre pasaba por un periodo melancólico, y ella con su interesante conversación y su espíritu vivaz lograría, tal vez, que él buscara su amistad, y entonces puede que se enamorara de ella…
Flor dio un respingo al escuchar su nombre en boca de su madre.
- ¿No crees que te has pintado demasiado, Flor?
- ¡Oh, mamá! No es nada malo…
- A tu edad, ¡agua y jabón!
- Bueno… - contestó su hija resignada
Su madre que la conocía bien, se acercó más a su hija y le susurró cariñosamente :  
- Lo acabo de ver... Está en la habitación 10. Parece sacado de un cuento de hadas…¡Oh, el Barón!
- ¡Oh, mamá! Cállate, papá te puede oír…
Las dos mujeres rieron divertidas



________________




En la cocina del parador Luisa Jiménez preparaba las verduras para la cena. Durante quince largos años había sido la cocinera del "Parador del olvido", y aunque el trabajo era intenso, nada le gustaba más. Cierto era que en los últimos tiempos su labor se había intensificado, y que a veces no daba abasto, aunque contaba con la ayuda de la joven Flor, de su marido Nicolás, que aunque estaba algo achacoso por el reuma cumplía a la perfección su trabajo. Jacinta, Matilde y a veces Adolfo, el camarero, solían ayudarla, pero por lo general se escaqueaban, ya que ellos también tenían sus obligaciones en el mantenimiento del parador. El problema es que hacía falta más personal doméstico, últimamente el trabajo se acumulaba. Así se lo habían dicho al dueño, Roberto, pero él se negaba a contratar a más gente. Bueno, él sabría lo que se hacía. 
Recordó que debía echar una novena a la Virgen, con todas esas brujas revoloteando por el parador.
Apartó la fuente de verduras y puso la cafetera al fuego. Era la hora del café y debía estar preparado por si algún cliente le apetecía. Mientras preparaba la bandeja con las tazas de porcelana escuchó a Flor entrar por la puerta . La muchacha parecía contenta, iba canturreando una canción de Julián Sepulveda, el ídolo de las muchachas.
Ella no era ninguna muchacha pero reconocía que era el mejor cantante que había escuchado en mucho tiempo, y por algún extraño sortilegio iba a pasar quince días en el parador. Suspiró feliz, mientras Flor le guiñaba un ojo. 
- ¡Oh, querida! ¡Le he visto, le he visto!
dijo la joven exaltada -  y no es que sea solo guapo, ¡es impresionante!
Luisa soltó una carcajada recordando sus días adolescentes. 


Matilde Roca, la camarera principal, cruzó el amplio vestíbulo portando la bandeja de café. Julián Sepulveda le sonrió desde la mesa junto al ventanal. Eran las 4 en punto de la tarde. El afamado cantante estaba acompañado por su única hija, una joven adolescente de 14 años de edad, que parecía acaparar la atención de su padre. Matilde depositó las tazas en la mesa mientras miraba de reojo al músico.
- Papá, creo que ya puedo tomar café.  No me voy a morir por eso… -  alegó la niña
- Está bien, pero solo una gota - contestó su padre
La camarera obedeció y agregó un chorro de café a la taza de leche de Graciela. 
En una mesa contigua los observaba interesado Ricardo Pulido, el secretario de Vicente Reinosa. 
Matilde que era una muchacha juiciosa y eficiente no pudo evitar sonrojarse y que le temblara la mano al servirle los terrones de azúcar al señor Sepulveda, esto hizo que la cuchara se le escapara de las manos y cayera al suelo. 
Ricardo que observó la escena, pensó: 
"¿es que todas las mujeres del parador van a comportarse así mientras el músico esté presente? Menudo fastidio."

Matilde atendió después al señor Pulido, pero esta vez no se sonrojó, ni le tembló el pulso.
- ¿A qué hora servirán la cena? -  preguntó Ricardo
- A las nueve, hora acostumbrada  - contestó la chica sin mirarlo
- Gracias -  repuso él fríamente 
"Bonita muchacha, pero yo no debo impresionarla tanto como nuestra gloria nacional…" - pensó el hombre.



______________




Aurora Gallardo entró en el salón acompañada de su prima Natalia.  Habían dejado sus equipajes en sus habitaciones y habían bajado a tomar un café. Al ver en el fondo a su compañera de sociedad, la señora Tellez, se aproximaron hasta ella.
Hola, querida. El tren iba repleto, e hizo muchas paradas. Al fin llegamos… - dijo Aurora mientras se inclinaba para besar en la mejilla a la anciana. 
Después de intercambiar las frases acostumbradas ambas mujeres se sentaron junto a Úrsula Tellez.

Manuel Cervera, el anciano coronel, se sentó junto a una mesa cerca de la ventana y abrió el periódico. Matilde se acercó para servirle el café.
- Con tres terrones y poca leche - agregó el hombre

Jacinta entró de nuevo al salón y encendió el aparato de radio. Una música suave inundó la estancia. 

Adolfo Moliner, el segundo camarero, entró con otra bandeja de café y bollos. 
Claudia Romerales, la escritora, se sentó en una mesa contigua a la señora Tellez y abrió el diario local.
Cuando Adolfo se dispuso a servirle el café la mujer le preguntó :
- ¿Puede decirme cuándo bajará la marquesa de Olmedo, por favor? soy amiga suya… 
- Creo que está haciendo la siesta, señora -  indicó el camarero cortésmente
Los compases del tercer movimiento de la tercera sinfonía de Brahms inundaron el salón mezclándose con las voces de los allí presentes.

De pronto todos guardaron silencio cuando una escultural belleza hizo acto de presencia. 
Violeta Salgado, la nueva reina del papel couché, tomó asiento frente a la mesa de Julián Sepulveda. Después de quitarse sus gafas de sol le dedicó al músico una radiante sonrisa. 
Todos los allí presentes la observaron embelesados. No se podía dudar de que aquella mujer poseía un atractivo y magnetismo especial y tampoco se podía dudar de que ella lo sabía y sabía usarlo. 
Julián Sepulveda le devolvió la sonrisa ante la mirada de desaprobación de su hija.




____________

Capítulo II
El Mirador 


Eulalia Freire vagaba por el bosque sin rumbo fijo. Había abandonado las inmediaciones del parador y se aventuró a pasear por el bosque colindante con la esperanza de no encontrar a ningún inquilino del parador. Necesitaba estar sola para pensar. Era conocedora de que su jefa había organizado aquella reunión en el parador con el fin de contactar con los espíritus de los muertos. Eulalia desaprobaba estas prácticas, aunque nada podía objetar. Su jefa le había hablado de estos asuntos intentando que ella se uniera, pero la joven había sido tajante al respecto, "¡Jamás!. Espero que respete mi opinión." 
Le había dicho.  Bueno, no había habido ningún intento más de hablarle de ese tema, cosa que Eulalia agradecía. Sin embargo, no dejaba de inquietarle aquella reunión. 
Apretó la medalla de la Virgen de la Almudena que llevaba al cuello y respiró hondo. 
Llegó hasta el extremo del bosque donde un impresionante precipicio coronaba el paisaje.
La belleza era tal que no pudo evitar conmoverse.
Recordó los paseos con su padre por la Sierra de Madrid, los años posteriores intentando sobrevivir a la ausencia de sus padres, su vuelco en el trabajo pensando que jamás lograría cumplir sus sueños. 
El amor inalcanzable… 
Tragó saliva conmovida. 
Se encaminó hacia el famoso mirador que coronaba la colina más alta de Covamundi, y al llegar allí la imponente belleza del paisaje la dejó boquiabierta. 
Fue entonces cuando lo vio…

De espaldas a ella, y mirando el océano, un hombre parecía embelesado.
Era muy alto, y delgado. Vestía un traje gris oscuro de corte impecable.
No lo había visto por el parador, aunque supuso que sería uno de los invitados. 
Al percibir que era observado el hombre se giró. Eulalia tembló ligeramente.  El hombre tenía una expresión tortuosa en su rostro, y también algo que entonces Eulalia no supo definir. 
- ... Toda esta belleza algún día no será más que un sueño… - dijo el desconocido con una voz profunda y quebrada
Eulalia tragó saliva sin saber qué decir.
- Bueno, pero es hermoso que podamos disfrutarla ahora… - dijo al fin, algo apurada
El hombre se acercó a ella y dijo : 
- No lo creo… ¿De qué nos sirve si algún día la perderemos…?
Eulalia se mordió el labio inferior intentando hallar una respuesta. Los ojos del hombre parecían querer viajar a través de ella.
- Creo que la belleza que ha entrado al alma nunca llega a perderse…- contestó tímidamente la joven
El hombre pestañeó, después de unos instantes agregó : 
- Buena respuesta. ¿Es usted una de las brujas del parador?
- ¡Oh, no! yo no…- alegó ella confundida 
-'Me alegro…En verdad no lo parece -  respondió el hombre 
Después de una leve inclinación de cabeza se alejó del lugar.



_______________




Fernando Arteaga contemplaba el océano embelesado. Las gaviotas emitían sus sonidos característicos al alzar sus alas sobre las olas. El mar se hallaba cubierto de un color sorprendentemente azul y bajo el sol del atardecer presentaba un aspecto poético.
Fernando cerró los ojos y viajó a otra tarde lejana…
Septiembre de 1936
Los músculos de su rostro se endurecieron.
No debía recordar, aquello había pasado, como había pasado su vida…
No obstante, cada otoño volvía a emerger como una sombra del pasado que amenazaba con tragárselo.
Se abrochó la americana y giró sobre sus pasos. Subió hasta lo alto de la colina, y allí se cruzó con Eulalia Freire que parecía hechizada por el paisaje.
La había visto en otra ocasión, cuando acudió a una cena dada por la marquesa en su casa de Segovia. De eso hacía ya dos meses. Según le dijo Pilar de la Vega, la muchacha llevaba poco tiempo a su servicio y era muy tímida. 
Se quitó el sombrero y le hizo un breve saludo
- ¿Me recuerda?
La joven parecía sorprendida, aunque enseguida lo reconoció.
- ¡Oh, sí! Usted es Fernando Arteaga. Es un placer verle de nuevo - contestó Eulalia 
El afamado escritor besó cortésmente la mano que ella le ofreció.
- Lo mismo digo, señorita -  respondió él mirándola fijamente  - A propósito, no deje que las brujas la intimiden, en el fondo son inofensivas…
Eulalia sonrió tímidamente y cruzó los brazos sobre el pecho. El sol caía sobre ella dándole un aspecto fantasmal. Fernando conmovido por la timidez de la muchacha recordó otro momento como aquel cuarenta años atrás.
A lo lejos, David Martínez, el secretario de Manuel Cervera, que había salido a dar un paseo, los observaba.


_______________



La marquesa de Olmedo despertó pasadas las cinco de la tarde. Malhumorada porque Eulalia no la había despertado a la hora prevista fue a la habitación de la chica para quejarse. Viendo que la joven no estaba, se arregló y bajó al salón, donde se encontró con sus amigas y compañeras de sociedad. Quejándose de su nueva dama de compañía se sentó junto a ellas después de saludar al coronel Cervera y a Claudia Romerales. 
- ¡Oh, estas jóvenes de hoy en día! Le pedí que me despertara a una hora y no lo ha hecho, 
 y eso que se lo he recordado muchas veces. En fin, menos mal que en otras cosas es muy eficiente. La pobre debe estar impresionada por el lugar. Por cierto, ¿dónde está nuestro Julián? Aún no lo he visto…- preguntó mirando en derredor 
- Salió a dar un paseo con su hija -  respondió Natalia Prado
- Bueno, eso está bien - suspiró la marquesa  - Pero debemos tener cuidado con él, no vaya a secuestrarlo alguna sirena…Con lo que me ha costado que aceptara la invitación, solo faltaba que alguna le echara el lazo y se lo llevara…¡Tres años detrás de él, tres años! Y es que no podemos negar que su nombre dará lustre a nuestra sociedad, pues es innegable su prestigio y carisma, pero el pobre parece últimamente tan alelado…Yo creo que tiene el aura un poco dormida, habrá que despertársela…
Todas las mujeres rieron ante la ocurrencia de la marquesa.



___________________




Vicente Reinosa despertó de su siesta a la hora acostumbrada. Después del reparador descanso se hallaba más animado que a su llegada al parador. Su esposa le esperaba para bajar juntos al salón. Allí se encontrarían con la marquesa y el resto de invitados.
- ¿Has hablado ya con tu hijo? - preguntó su esposa mientras se pintaba las uñas
- No, pero ya le advertí, y espero que sepa comportarse - contestó el hombre con gravedad 
- Debes ser paciente con el muchacho. Solo tiene 23 años… - suplicó su esposa suavemente 
Vicente apretó los labios y contestó airado : 
- A esa edad yo ya había terminado mis estudios, tenía un trabajo estable, y respetaba a mis padres.
Rosalia agachó la cabeza y hundió el pincelito en el bote de esmalte. En defensa de su hijo alegó:
- Bueno, tal vez él necesite más tiempo, más paciencia…Y yo sé que a su manera nos respeta.  
Vicente dirigió una mirada irritada a su esposa, parecía que la peluquera no iba a aprender nunca. Mejor no discutir con ella al respecto. 
Pasados unos minutos salieron los dos de la habitación.

Vicente Reinosa parecía el hombre más poderoso de la tierra cuando entró al ascensor, pero una vez estuvo dentro la sangre se le heló en las venas, pues frente a él vio a Violeta Salgado sonreirle con aquella expresión felina que tanto le había mortificado en un pasado cercano.

Agustín Poveda el conserje, encargado principal, y hombre para todo del parador miró al hombre que tenía frente así. No pertenecía a la lista de invitados de la marquesa.  Era forastero y no había solicitado ninguna habitación con antelación. Llevaba una pequeña maleta como equipaje.
- Su nombre, por favor - le preguntó el conserje
- Jaime Suárez. Quiero una habitación para unos quince días, aproximadamente. 
Agustín Poveda asintió y apuntó el nombre en el registro del parador.
- Bien, tenemos libre la habitación 13. Espero que no sea supersticioso.
El hombre sonrió levemente. 
- En absoluto -  contestó 
Después de los pormenores de rigor, le entregó la llave y lo condujo hasta su habitación. 



______________



Nicolás Sanchez entró en la cocina donde su esposa preparaba la cena de los inquilinos del parador. A sus 68 años, Luisa conservaba la habilidad de una jovencita frente a los fogones, pero no se podía negar que el exceso de trabajo le pasaba factura, igual que a él que con la misma edad ya pensaba en jubilarse, ya le tocaba por edad, pero Luisa no quería hablar del asunto, pues era feliz sintiéndose útil como la cocinera del parador. Nicolás era el segundo encargado, aunque ayudaba en todo lo que podía para el mantenimiento del parador. Vivían en la parte del edificio reservada al servicio doméstico. Como miembros más antiguos del personal le correspondían dos habitaciones, aunque pasaban la mayor parte del tiempo en el parador. No tenían hijos, y el mayor sueño de la pareja era comprarse una casita en Oviedo cuando se jubilasen. Trabajaban sin descanso para realizar ese sueño.
Nicolás se dejó caer en una silla de la cocina. Se encontraba agotado.
- No me gusta esto, Luisa, no me gusta -  dijo emitiendo un soplido
- ¿El qué …? - preguntó su esposa
- Estar rodeado de brujas…- contestó Nicolás 
- A mí tampoco -  repuso Luisa - pero solo serán 15 días…
- Ya pero…-  alegó Nicolás pensativo 


Su esposa apretó los labios mientras sacaba la carne del congelador. Nicolás tenía razón, en quince días podían pasar muchas cosas. 



_________________



Violeta Salgado observaba el mar desde la terraza central del parador. Sostenía una copa de brandy con una mano y con la otra un pitillo.
Llevaba puesto un vestido de alta costura, color esmeralda, que realzaba su esbelta figura. Su melena  cobriza colgaba ondulada sobre sus hombros. Era una mujer increíblemente hermosa a la que era imposible no mirar. Ella lo sabía y de ahí sacaba su fuerza.
Cerca de ella un par de ojos la observaban omnubilados. 
Alberto Reinosa, el hijo díscolo del todopoderoso presidente del Banco Unión Mediterránea, la miraba como si no hubiera visto nada más hermoso en toda su vida. La había saludado en el hall, pero ahora que la tenía cerca pensaba cómo abordarla sin parecer un pelmazo. Al fin se acercó a ella.
- Preciosa vista - dijo distraídamente 
Ella giró su cabeza hacia él, agradeciendo internamente que el joven se hubiera atrevido a hablarle.
- Sí, mucho. Relaja tanto la vista , y…
Se paró intencionadamente 
- ¿Y…? - preguntó el joven sin dejar de mirarla
- … y el corazón…cuando está agobiado - contestó ella
- Si, supongo que también
Alberto dirigió su mirada al horizonte azul. Ella lo observó detenidamente pensando lo diferente que era de su padre. Alto, delgado y sorprendentemente atractivo. Nada que ver con el patán pueblerino de su progenitor.  Este chico tenía clase, mucha clase.
El joven volvió su mirada hacia ella y le tendió la mano.
- La saludé en el hall antes, pero no me presenté. Disculpe. Me llamo Alberto Reinosa…
- ¡Oh, encantada!. Yo soy Violeta Salgado - contestó ella sonriendo
- Sí, la he visto en las revistas de sociedad…
Los dos rieron. Matilde, la camarera se acercó a ellos con una bandeja de bebidas.
Alberto tomó una copa y se la entregó a Violeta, después tomó otra para él.
Se sentaron en una de las mesitas de la terraza y continuaron charlando animadamente.
El cielo del atardecer caía como un velo de color turquesa sobre el parador. 
Al fondo de la terraza los ojos ávidos de Ricardo Pulido observaban la escena. En su fuero interno el secretario de Vicente Reinosa pensaba:
"Vaya, la depredadora ya está rondando a otra presa"

Desde la ventana de su habitación,  Natalia Prado, que no le quitaba ojo a Violeta, pensaba que en el mundo había mujeres que lo tenían todo.



_________________



Eulalia Freire se disculpó frente a su jefa por no haberla despertado a la hora indicada. La marquesa de Olmedo había subido a su habitación para tomar un baño antes de bajar al comedor para la cena. Esa noche tenían la primera reunión de las "Hijas del viento'',  y quería tenerlo todo a punto.
- Le ruego, me disculpe; se me pasó por alto -  alegó tímidamente Eulalia 
- No importa - contestó la marquesa - pero estate atenta la próxima vez. Hoy solo quiero pensar en nuestra reunión que empezará a las 10:30. Me he enterado que todas las noches se organizan partidas de cartas y parchís entre algunos miembros del personal y algunos inquilinos. Podrás unirte si lo deseas. Así estarás entretenida, y si no te coges un libro de la biblioteca hasta que terminemos, que será más o menos hacia las 12:00.
Eulalia asintió pensando que lo mejor sería terminar la novela que estaba leyendo.
- Bueno, lo que prefieras - exclamó la marquesa- Hablando de otra cosa, quiero que mañana,  muy temprano, envíes unas cartas al correo. Las dejaré en la mesa de la entrada. 
- Sí, señora marquesa -  respondió obediente Eulalia 
- Y porfavor, a ver si dejas de lado tu carácter retraído y entablas amistad con nuestros invitados. Te vendrá bien socializar…
Eulalia sonrió tímidamente. 
Matilde, la camarera, entró con toallas limpias, y un bote de sales de baño de la Toja. La marquesa exclamó : 
- ¡Oh! aquí están en todo. ¡Que amables!



_______________




Aurora Gallardo cepillaba su larga melena castaña con delicadeza. En su carrera de médium la longitud y espesura de su melena había sido un factor clave en su ascenso profesional.  Aurora sabía usar sus cabellos adecuadamente, moviéndolos con gracia hacia delante y hacia atrás, añadía teatralidad a sus conexiones con el más allá. Mujer de deslumbrante belleza, a causa de un desengaño amoroso, no permitía que ningún miembro del género masculino se le acercara demasiado; aunque otro motivo para esta radical postura era la firme determinación de que nada la distrajera de su ascenso espiritual. Para Aurora Gallardo, su vida de médium era lo más importante. Su prima Natalia Prado la observaba con sincera admiración. 
- Querida, si tú te lo propusieras podrías dejar como una del montón a esa zorra de la Salgado, y eso que tienes 10 años más que ella…
Aurora soltó una carcajada
- ¡Vaya! le has tomado manía por lo que veo.
- Es una pécora de pelo teñido - añadió Natalia - y además inculta.  La acabo de ver en la terraza intentando cazar al hijo de Vicente Reinosa. 
Aurora se colocó unas horquillas en el pelo
- ¡Déjala! Es su misión en la vida - contestó mirándose en el espejo - La nuestra es otra, no lo olvides.
Natalia Prado suspiró. Eso era lo bueno de estar juntas, Aurora siempre tenía la frase apropiada para cada ocasión. Era juiciosa, prudente y brillante. 
- No lo olvido, y te doy las gracias por todo esto - le dijo a su prima
Con el brazo señaló la habitación. 
- Dáselas a la marquesa. ¡Ella lo paga todo! - contestó Aurora con un gesto divertido 
Ambas mujeres rieron, y se dedicaron a prepararse para bajar a la cena.



Eulalia se hallaba en el jardín principal mientras esperaba que su jefa terminase de arreglarse. Le habían dicho que los jardines eran muy hermosos y como aficionada a la jardinería se había acercado para examinarlos. Eran las 8 de la tarde y el crepúsculo dibujaba en el cielo una vista espectacular. 
Eulalia paseó su vista por la rosaleda deleitándose con los bellos colores. Hasta ella llegó la voz de una niña : 
- Muy bonitas, pero acabarán muriendo como todas las cosas
Eulalia se giró y reconoció a Graciela, la hija adolescente de Julián Sepulveda . Le sonrió.
- Sí, supongo que tienes razón…- contestó
La muchacha le devolvió la sonrisa. 
- ¿Eres de la sociedad?... - preguntó la niña con mirada curiosa
- ¡Oh, no! soy la dama de compañía de la marquesa - respondió Eulalia 
- Me alegro. Tienes cara de buena. Antes cuando te vi me dije que tú no podía ser como ellas - agregó la niña convencida.
- Bueno, gracias jovencita…- respondió Eulalia halagada
- Graciela Sepulveda - añadió la chiquilla 
- Encantada, Graciela. Me llamo Eulalia 
- ¡Que bonito! - añadió la niña 
Julián Sepulveda se acercó a ellas.  Llevaba un traje de sport azul marino. 
- Se presenta una noche espectacular.  Hola, señorita…- dijo con esa voz tan peculiar que lo había hecho famoso. 
Freire, Eulalia Freire - respondió Eulalia algo turbada
- Encantado
Julián Sepulveda le estrechó la mano y todo el ser de la dama de compañía se estremeció. Sin duda hacía honor a su fama de hombre apuesto, aunque de cerca parecía más vulnerable y cercano.
- Igualmente. - fue todo lo que ella alcanzó a responder
La joven Graciela los observaba complacida. Le gustaba Eulalia, parecía tan diferente a las otras que se acercaban a su padre. Era tímida y discreta, sencilla y tranquila. No parecía a punto de desmayarse, ni de echarle un lazo a su padre alrededor del cuello como muchas. La volvió a observar largamente, y de repente la niña sintió una enorme afinidad con ella.


___________



La cena se sirvió en el comedor a las 9 en punto. En torno a una gran mesa de caoba se sentaron todos los invitados de la marquesa Olmedo, incluidos los familiares y acompañantes.
Para la cena se sirvió estofado de carne con verduras, acompañado de vinos y licores de la región. Macedonia de frutas y café. 
Matilde, Jacinta, Flor, y Adolfo sirvieron los platos.

Al terminar, todos los comensales coincidieron en que la cena y el servicio habían sido magníficos.
Durante el café la marquesa ejerció de anfitrión, y desplegó su personalidad de líder como en ella era costumbre. 
- Bueno, ya sabéis todos para qué estamos aquí.- comenzó diciendo Pilar de la Vega, paseando la vista por los comensales - Antes que nada quiero agradecer vuestra presencia y deciros que confío plenamente en el éxito de nuestra empresa. Hoy comienza la primera reunión del otoño de las "Hijas del viento". Sociedad que presido junto a mi querida Úrsula Tellez, con el respaldo moral de Don Manuel Cervera, y con la inestimable ayuda de Aurora Gallardo, la mejor médium que hemos tenido. A nosotros se sumó también la maravillosa tarotista Natalia Prado, el ilustre banquero Vicente Reinosa, y su encantadora esposa. Contamos en esta ocasión con el apoyo de nuestra gloria nacional Julián Sepulveda, el afamado escritor :  Fernando Arteaga, la prestigiosa escritora : Claudia Romerales y la bellísima Violeta Salgado. Todos ellos aficionados al mundo espiritual. Sé que algunos familiares opinan que somos brujas, pero nada más alejado de la realidad, pues somos buenos cristianos y devotos del Sagrado Corazón, lo único es que no ponemos límites a los caminos del espíritu. Esta noche a las 10.30 dará comienzo la primera reunión, y a lo largo de los próximos 15 días tendremos un encuentro astral diario todas las noches, en el que trataremos de profundizar en nuestro conocimiento espiritual. 
Espero que disfruten la estancia y amplíen sus conocimientos. 
Al finalizar la marquesa su discurso de bienvenida todos aplaudieron y alabaron sus palabras.  Ella lo pagaba todo, y por lo tanto, ella decidía. 
Eulalia Freire que había escuchado atentamente a su jefa, ladeó la vista hacia Julián Sepulveda y se fijó que el afamado cantante no apartaba su mirada de Violeta Salgado. 
Eulalia Freire bajó los ojos avergonzada. 

Alguien más había caído en la cuenta del intercambio de miradas entre el afamado cantante y la reina de la prensa rosa. Alguien que tomó nota de aquello en su fuero interno.



_____________




Capítulo III
El saloncito


El reloj de cuco dio las 10:15. Todos los invitados de la marquesa se dirigieron a un pequeño cuarto dispuesto solo para las "Hijas del viento", conocido por todos como "El saloncito".
Ricardo Pulido, David Martínez, Alberto Reinosa, Graciela y Eulalia pasaron a la sala de estar.
Al poco tiempo Jacinta, Flor, Adolfo Moliner, y el joven Paquito se sumaron a ellos, pues todas las noches se organizaban partidas de cartas o de parchís entre el personal doméstico y los inquilinos. 
Jacinta puso el tocadiscos y sirvió refrescos mientras Flor, su hija,  hablaba : 
- Julepe o Parchís. Gana la mayoría
Ganó el julepe esa noche. Menos Eulalia y los dos adolescentes, todos se unieron a la partida. Antes de que la dama de compañía se sumergiese en su novela escuchó la voz de Paquito decir : 
Ahora que las brujas no están se respira mejor…
Afuera una ligera llovizna recordaba que el verano había quedado atrás. El otoño se abría paso como de costumbre. 


En la habitación dispuesta para la reunión espiritista reinaba en el centro una mesa redonda. 
Los once invitados tomaron asiento en torno a ella. Sobre el mantel de terciopelo negro, una vela aguardaba expectante. En sentido circular había sido colocada una hilera de cuadrados de papel con las letras del alfabeto en cada uno.
Una vez sentados, los once se observaron unos a otros. Aurora Gallardo, con expresión radiante, acaparaba la atención. Alguien apagó el interruptor de la luz, y la vela fue encendida.
Aurora prosiguió con su voz suave y profunda : 
- Hijas del viento y hermanos de la Luz, comencemos nuestro viaje. Démonos las manos. 
Todos obedecieron y juntaron sus manos.
Vicente Reinosa no pudo evitar dar un respingo cuando vio a Violeta tomar la mano de Julián Sepulveda. 
Claudia Romerales miraba de reojo a su colega Fernando Arteaga, reprochándose a sí misma el haber cometido la torpeza de coincidir con él en aquella reunión. Tenía que haber indagado más en la lista de invitados de la marquesa. 
Natalia Prado, la tarotista, y prima de Aurora, no podía evitar escudriñar con el rabillo del ojo a Violeta Salgado, como tampoco podía evitar que la indignación por el comportamiento frívolo de la ex corista fuera aumentando en ella.
El ex coronel Manuel Cervera presentía el mal, lo notaba y tenía miedo.  
Rosalía Pellicer vigilaba a su marido, el cual no apartaba los ojos de Violeta, lo que hacía que su incomodidad creciese.
Fernando Arteaga era consciente de que la Romerales lo vigilaba, y en cierto modo le hacía gracia. También era consciente de que su colega lo detestaba y como era algo recíproco no le dio importancia, sin embargo, había algo de lo que no lograba zafarse, y era la visión que había tenido en la colina esa tarde frente a la joven Eulalia Freire.  Ya entonces había presentido que "ella" había regresado, y que "ella" conocía los motivos de su estancia en el parador. Junto a estas sensaciones, el afamado escritor se batía contra la insoportable atracción que Violeta le producía, pues el mismo influjo estaba lleno de rencor hacia la ex corista.  No obstante, sabía disimular magistralmente aquellos sentimientos. 
Julián Sepulveda tenía entrelazados sus dedos con los dedos de Violeta, y mientras miles de sensaciones eléctricas corrían por sus venas, recordaba que desde el fallecimiento de su esposa, tres años atrás, no había tocado a ninguna mujer. Violeta le hechizaba inexorablemente, y sin embargo…
Úrsula Tellez hacía un esfuerzo sobrehumano para que sus compañeros no notasen lo que estaba sintiendo, pero al mismo tiempo, notaba las señales sensoriales filtrarse por su conciencia, y todo su ser; Eran muy poderosas, y no precisamente buenas. Sin embargo, la otra sensación era tan poderosa que tuvo miedo que alguien se percatase de ello. Miró a Violeta con el rabillo del ojo, y sintió el fuego de la ira crecer en su interior. 

Violeta Salgado sonreía interiormente.  Con que facilidad los hombres caían a sus pies. En un solo día había dejado prendados al joven Alberto Reinosa y a Julián Sepulveda. También era consciente del hechizo que ejercía en el escritor de novelas policíacas. Atraer a los hombres era algo fácil para ella. Sin embargo, lo que más la satisfacía eran las miradas de desaprobación del sector femenino. Luego estaba la expresión de temor de su ex amante Vicente Reinosa. Sí, el todopoderoso banquero la temía, y eso le producía cierta satisfacción, pero por encima de eso, la actitud reprobatoria del resto de mujeres le otorgaban una sensación poderosa, mucho más intensa que el hecho de conquistar a todos los hombres.  Ella no quería a ninguno, ella no amaba a nadie, más que a sí misma,
y a su carrera como reina de la prensa rosa. 

Pilar de la Vega, marquesa de Olmedo se sentía satisfecha de sí misma y de la reunión. Sin duda sería un éxito. Puede que Claudia Romerales fuera una completa neófita y Violeta no se lo tomase muy en serio, pero ambas ponían empeño en querer hacerlo mejor. 
Se había gastado una buena suma de dinero en organizar la reunión, pero no importaba si conseguía que fuera un éxito.

La luz de la vela oscilaba en todas direcciones. Once pares de ojos tenían la vista puesta en ella. Aurora Gallardo echó su exuberante melena hacia atrás mientras notaba como la entidad comenzaba a manifestarse.

La voz comenzó a hablar a través de la médium, misteriosa y lejana : 
- Ella…ella…ella…
El silencio en el cuarto oscuro se intensificó de forma insoportable. 
- ¿De quién hablas y quién eres ?- preguntó Natalia Prado 
La voz dejó escapar unos gemidos perturbadores antes de exclamar : 
- Soy…soy…el único…El elegido….pero ella…ella…
- ¿Qué pasa con ella? - insistió Natalia Prado 
- No puedo…no puedo…no puedo….- respondió la voz con un tono angustioso
- ¿Qué es lo que no puedes? - preguntó Natalia impaciente 
De la boca de la médium unos profundos y tormentosos quejidos emergieron inundando la habitación. La llama de la vela osciló en sentido horizontal. 
- ¡Háblanos!, dinos qué es lo que no puedes… - preguntó la tarotista elevando la voz
- ¡No…no…no…no…!
- ¿Quién es ella? -  preguntó Ursula Tellez ofuscada. 
De pronto la llama de la vela osciló verticalmente, mientras de la terraza llegaba el sonido de un trueno. Todos clavaron sus ojos en la médium.

- ….. ella… ella… va… a mo…rir…

Un silencio sepulcral reinó en la estancia.  




____________




En la sala de estar el personal doméstico jugaba al julepe con Ricardo Pulido, David Martínez, y Alberto Reinosa. Graciela había subido a acostarse después de ganarle al Parchís a Paquito. Eulalia estaba concentrada en su novela. En un descanso de la partida, Alberto salió a la terraza a tomar el fresco. Ricardo Pulido le siguió con la intención de advertirle sobre Violeta.

Mientras el hijo del todopoderoso banquero miraba la luna, Ricardo, ofreciéndole un cigarrillo le dijo : 
- Ten cuidado con ella…
- ¿Qué quieres decir? - preguntó el joven 
- Te vi esta tarde hablando muy animadamente con Violeta Salgado… - repuso el secretario 
- Bueno ¿y qué? ¿Qué hay de malo en eso?
- No me importaría cualquier mujer, pero a esa, ni te acerques.- contestó tajante Ricardo Pulido 
- No me hagas reír…- exclamó molesto Alberto - Ya soy mayorcito, ¿sabes? ¿Quién eres, mi niñera?
- No, pero por órdenes de tu padre debo tenerte vigilado
Alberto miró fijamente al secretario de su padre, y le preguntó en tono burlón:
- ¿solo por órdenes de papá?, ¿o tal vez por algo más…?
El secretario trató de contener su mal humor.
- Mira, a tu padre le ha faltado muy poco para enviarte a la escuela naval militar, ¿es eso lo que quieres?
- ¡Vete al infierno! -  exclamó airado Alberto Reinosa  - Yo tengo tratos con quien me apetece
Ricardo Pulido apretó los labios contrariado y alzó el tono de su voz para decirle al hijo de su jefe  : 
- Te crees muy hombre, ¿no es cierto? tú no sabes de lo que Violeta es capaz…
- ¿Ah, sí?, ¡cuéntamelo! Venga, sorpréndeme… ¿Qué te hizo la reina de corazones?
La actitud del joven exasperaba al secretario. Después de un trago de su copa de whisky agregó : 
- No tienes dos dedos de frente. Ella es muy peligrosa…
- Y un auténtico bombón - agregó el joven  - Me gusta Violeta; tu advertencia no te servirá de nada, secretario.
Ricardo Pulido apretó los labios ofuscado. Vigilar al hijo díscolo de su todopoderoso jefe iba a ser complicado, y más si este tenía tendencia a meterse en problemas. Pensó que lo mejor sería advertir otra vez a Violeta. 

Alberto apagó la colilla con el zapato y entró en la sala. Matilde la camarera se sonrojó cuando él la sorprendió mirándole. 
Eulalia percibió una atmósfera hostil entre el secretario y el joven Roberto. 
El reloj de cuco dio las 11:00.


_______________

En el saloncito la reunión proseguía su curso habitual.

- ¿Quién? Dinos su nombre
Insistía Natalia Prado alterada.
Aurora Gallardo inclinó su cabeza hacia delante y gimió profundamente.
Díez pares de ojos se clavaron en ella. La atmósfera de intriga era insoportable. 
- No…no puedo…El mal …Hay mucho mal aquí…
- ¿A qué te refieres? -  volvió a preguntar Natalia 
- Mal, mucho mal…¡Eso es!
Aseguró la voz gutural que salía de la boca de la médium.
-  ¿De dónde viene ese mal?, ¡dínoslo!
ordenó Natalia con tono autoritario 
- No puedo, no puedo…
La voz se dejaba escuchar como un susurro.
- Haz una señal, algo que nos lo indique , y dinos quién está en peligro. 
Natalia Prado hacía esfuerzos para que la voz revelara el origen del mal.
- ¡No, no, no!
Otro trueno retumbó en la terraza
- ¡Basta! - sentenció Úrsula Tellez- si no quieres revelar la identidad del emisor del mal y de su víctima mejor es que no te presentes nunca por aquí. Si estás jugando con nosotros no te escucharemos más.
La voz comenzó a gemir angustiosamente. 
- No estoy jugando.  Es el Mal el que juega con vosotros…

De pronto la luz de la vela se apagó y la habitación quedó a oscuras.
Pilar de la Vega se levantó y apretó el interruptor de la pared.
Aurora Gallardo tenía el rostro desencajado a consecuencia de la conexión. Su prima le dio un vaso de agua.
La marquesa habló: 
- Bien, ha sido una primera noche algo perturbadora. Aurora está agotada. Mañana seguiremos. 
Todos asintieron y se fueron levantando de sus asientos. Era cerca de la una de la madrugada. 
Salieron del cuarto y subieron a sus habitaciones.



_________________




En algún lugar del parador alguien sonreía en la oscuridad de su habitación.  Todo estaba saliendo según lo previsto. Dentro de poco, si todo seguía por el mismo camino,  esa zorra de Violeta Salgado recibiría su merecido. Reprimió una carcajada, mientras observaba a la luna colarse por los visillos. El mal estaba de su parte. Siempre fue así, y por eso todo lo que se había propuesto en la vida, lo había conseguido. Era fácil, muy fácil. 



_______________




Claudia Romerales no lograba conciliar el sueño. Para ser su segunda experiencia espiritual había sido muy perturbadora. ¿Qué habría querido decir la entidad? Y ¿quién era esa mujer que habría de morir en poco tiempo? Tembló ligeramente y se cubrió más con la manta. También ella había percibido algo que al principio no dio demasiado importancia,
y era la forma en que la tarotista Natalia Prado miraba a Violeta Salgado. No era una mirada normal. ¿Era odio lo que había percibido? ¿Un odio visceral y salvaje?
Se estremeció y para calmarse se puso a rezar un padrenuestro. 




_______________




Acostado en su cama Julián Sepulveda se notaba inquieto. No le había gustado la sesión espiritual de esa noche. Era la segunda ocasión que acudía a una reunión de ese tipo; la primera había sido durante su estancia en el hotel Ritz, tres años atrás, recién fallecida su esposa, cuando la marquesa le habló de esos temas y lo invitó a una sesión especial; Accedió por cortesía y por un vago interés, y aunque al principio se había sentido algo incómodo, le acabó resultando una enriquecedora experiencia. 
No obstante, en esta ocasión había percibido algo maligno en aquella habitación y por alguna extraña razón intuía que Violeta Salgado era el blanco de aquel odio desmesurado. No la había conocido personalmente antes de aquel día, aunque la había visto en las revistas de sociedad posando junto a los famosos. Era una mujer increíblemente bella; le atraía, aunque había algo en ella que le tiraba para atrás, y por instinto sabía que era la certeza de que una mujer así jamás podría traer la calma a ningún hombre. Había dejado que coqueteara con él, y había percibido varias miradas reprobatorias. Violeta despertaba la envidia y el deseo donde fuera, pero lo que él había notado aquella noche era un sentimiento mucho más poderoso y destructivo. Era algo que a él le puso alerta y pensó que los días siguientes debía vigilar todo lo concerniente a Violeta. 
Cerró los ojos cansado, y dejó que su mente vagara por paisajes felices, muchos años atrás, cuando él solo era un joven estudiante de derecho, que se encontraba pasando sus vacaciones en aquel lugar.
Recorrió los bosques y el camino de la playa despreocupado y feliz. Dos compañeros de curso le acompañaban. Iban canturreando y bromeando. Llegaron hasta la colina donde el sol caía todas las tardes, y allí fue donde vio a una desconocida en la que jamás habría reparado si se la hubiera encontrado en la ciudad. No era bonita, ni poseía ningún encanto especial, y sin embargo, el hombre de 38 años que era ahora sintió por ella una enorme atracción. Julián regresó de su ensoñación, confundido y molesto, por aquel nuevo añadido a sus preocupaciones. 




_______________




Vicente Reinosa se revolvió inquieto en su cama. La sesión de ouija le había perturbado. Tener a Violeta entre los compañeros de las reuniones lo trastornaba, y además, el comportamiento de su hijo le preocupaba; y para más inri su esposa no le había dirigido la palabra en toda la noche. Pero, ¿es que todos se habían puesto de acuerdo para sacarle de sus casillas? Suspiró con pesar. Se lamentó de no haberle preguntado antes a la marquesa por la lista de invitados. 
¿Qué interés podía tener Violeta en acudir al parador en esas fechas?. Bien sabía que era amiga de la marquesa, y que era algo aficionada a las sesiones, pero, sabiendo que él estaría allí, ¿por qué decidió acudir? Nunca antes lo había hecho cuando la marquesa la invitaba, al menos cuando él acudía, ¿por qué ahora sí? La respuesta era obvia, solo quería atormentarlo. Ya le había sacado todo lo que quería, y ya le había advertido él que no quería volver a verla. Y sin embargo, allí estaba otra vez, e intentando engatusar a su hijo. No, eso no iba a permitirlo. Haría lo que fuera para apartarla de Alberto. Lo que fuera…
Escuchó a su esposa roncar a su lado.
Ni una palabra desde que finalizara la sesión.

"¿Qué habrá pensado esta, qué habrá pensado?"


_____________



Eulalia Freire vagaba por un pasadizo de sombras. 
Con sus lacios cabellos al viento parecía un hada de los bosques. En su rostro contraído una mueca de angustia se dibujaba. 
Todo era tenebroso y espeluznante en aquella noche de brujas, todo menos un sonido que resonaba en sus oídos como la melodía de amor más bella del mundo. Desde algún lugar desconocido la voz de Julián Sepulveda llegaba hasta ella susurrándole idílicas escenas de un mundo feliz. Sin embargo, el Mal andaba suelto, y la perseguía por aquel paraje desolado.
Tarde, ya era tarde para los sueños.
La vida era una consecuencia de fracasos y desastres. 
La muerte la acechaba de cerca; Había visto su rostro, y sabía que no lograría zafarse de su yugo.
Un miedo paralizante la devoraba. Intentó aumentar el paso, pero fue inútil, pues apenas podía moverse. La noche negra como la boca de un lobo, se cerraba en torno a ella. 
El Mal había triunfado. 
Eulalia despertó empapada en sudor, con el corazón acelerado.



_________________

Alberto Reinosa miraba por la ventana de su habitación. Llevaba una hora acostado y no podía pegar ojo. Por los blancos visillos se atisbaba la luz de la luna, tan cegadora y estimulante como el rostro de Violeta Salgado. Suspiró profundamente, pues bien sabía él que el motivo de su insomnio no era la belleza de la atractiva mujer, sino otro bien distinto. Y esa era la causa de su intranquilidad,  y la razón de haber decidido acompañar a papá y a mamá durante aquellas vacaciones. Al principio cuando se lo ofrecieron pensó que el trabajito sería fácil, pero ahora, no estaba seguro del todo, y esa duda hacía que se encontrase tan inquieto. Tampoco se quitaba de la cabeza su conversación con el secretario de su padre y la advertencia de éste respecto a Violeta, y por si fuera poco, le intrigaba la forma en que Matilde, la camarera, lo observaba. Era como si…
Pero, no, serían imaginaciones suyas. 
Se recostó del lado izquierdo y trató de serenarse.
Cerró los ojos y una cabellera rojiza enmarcando un rostro exquisito lo arrastró a los parajes del sueño.
Alberto se dejó llevar.



________________




Jacinta Valverde descansaba junto a su esposo. Se sentía satisfecha de como había transcurrido la jornada. Los invitados parecían contentos y todo estaba saliendo bien. Las brujas eran inofensivas y parecía que no iba a haber tanto trabajo. Sin embargo, jugando a las cartas con los invitados que no participaban en las reuniones espiritistas, había notado algo que la inquietaba, y era el creciente interés que David Martínez, el secretario del coronel Cervera, mostraba por su hija Flor; y por lo que también había apreciado, a su hija no le incomodaba. El secretario parecía un hombre amable, muy cortés, pero algo retraído y simple; y por supuesto, no del tipo que esperaba para su hija. Lo había sorprendido mirando a Flor ávidamente, y por alguna razón no le había gustado. 
No es que pensase que supusiera ningún peligro para la joven, solo que no le gustaba. Bueno, si se hubiese tratado del joven Alberto Reinosa, la cosa cambiaba considerablemente. Tendría que dejárselo caer a la muchacha; tenía tantos pájaros en la cabeza. 
Se prometió estudiar la situación en los días sucesivos. Las chicas a esa edad eran un verdadero problema, y eso que ella no podía quejarse respecto a su hija. 

Se acomodó del lado derecho, y cerró los ojos buscando ese lugar feliz de su adolescencia, cuando la vida parecía que alguna vez iba a sorprenderla.



________________




En la habitación contigua a Aurora Gallardo, su prima Natalia Prado, se mantenía en vela. Con los ojos abiertos miraba hacia algún punto de sí misma, intentando encontrar una respuesta. 
Su respiración lenta trataba de apaciguar sus pensamientos, pero sabía que sería inútil. El odio había prendido en su corazón, y sólo podía dejar que se manifestara.
Al contrario que su prima, a ella le tenía sin cuidado la búsqueda de la Luz, pues solo deseaba que todo su potencial siguiera su curso de forma natural. Era lectora del Tarot y echadora de cartas desde su juventud, y aunque eso le había traído muchos quebraderos de cabeza, también le había dado cierto prestigio. También solía hacer amarres y hechizos de amor. Y esto en sí era una ironía, pues precisamente el amor era lo que más se le había negado. Aparte de su peculiar modo de vida, su falta de atractivo, junto con un carácter soberbio, y una actitud cínica ante los demás, habían espantado a los hombres, además de una leve cojera que arrastraba desde adolescente. 
Esta frustración había hecho que desarrollara un rencor enfermizo hacia las mujeres hermosas, animadversión de la que se libraba su prima Aurora, debido a su carácter dulce y comprensivo. Sin embargo, Natalia sabía que el odio era una energía muy poderosa, y solía canalizarla para evolucionar en sus dotes adivinatorias. Debido a esto cualquier mujer hermosa y joven era blanco de su inquina, por lo que solía en determinados casos, cuando la energía negativa era insoportable, hacer hechizos para atraer el mal a semejantes mujeres. Pensó que Violeta Salgado sería la víctima propiciatoria de su rencor. La bella reina de la prensa rosa era todo lo que ella no sería jamás, y puesto que el odio que esta certeza le provocaba debía ser controlado y atado, no había otra forma para canalizarlo que a través de aquellos hechizos. Al día siguiente llevaría a cabo su canalización, pero debía evitar que Aurora se enterase. Era tan juiciosa y bondadosa.
Natalia se estremeció al percibir una idea cruzarse por su mente.
¿Y si el hechizo contra Violeta no era suficiente para canalizar su odio hacia ella?
¿Y si…?



_________________



Aurora Gallardo dormía plácidamente.  Siempre después de una sesión espiritual, su mente agotada por el esfuerzo caía en un profundo sopor y letargo.
No obstante, en aquella ocasión, no era un sueño feliz. Alrededor de ella se hallaban los once invitados. Estaban sentados en el mismo orden en el que habían estado en el salón oscuro. Aparentemente todo estaba en orden, sin embargo, de sus rostros emanaba una energía maligna, tan poderosa que la hizo temblar. La llama de la vela oscilaba agitada. La angustia de la médium iba en crescendo, y a pesar de las señales que recibía en su interior, no estaba preparada para lo que escuchó … 
Quiso despertar y no pudo. Un brazo de sombras la retenía en aquella otra habitación.  Al fin pudo zafarse de su yugo, y abrió los ojos, no sin antes escuchar una frase que conmovió sus cimientos 

"Violeta Salgado va a morir…"

Se despertó empapada en sudor.



_________________



Fernando Arteaga despertó de un profundo sueño, agotado y dolorido. Con la mente obnubilada por las nebulosas oníricas atisbó la luna por la ventana. Una imagen colorida del pasado atravesó su mirada. Cerró los ojos perturbado, pero sabiendo que esto sucedería. 
"¡Oh Margarita, ¿podrás algún día perdonarme?"
Se dijo en silencio.
Abrió los ojos de nuevo y se enfrentó a un batallón de recuerdos agridulces. Recuerdos que había intentado mantener a raya, pero que ahora cuarenta años después, y en aquella región, le eran imposible obviar.
Un hilo de lágrimas cruzó su rostro cuando se vio a sí mismo pronunciar el nombre de su amada y el de los padres de ésta ante los altos mandos del ejército sublevado. "¡Maldito delator!",  fueron las  palabras que ella pronunció la última vez que la viera antes de ser conducida ante el pelotón de fusilamiento. La causa, militancia y actividad comunista.
¡Oh! Aquel dolor que nunca cesaría. Aquella condena que era peor que el odio en los ojos de Margarita; aquella agonía de haber contribuido a la muerte de la única mujer que lo había amado en toda su vida.
Y el motivo de su delación no había sido otro que unos celos enfermizos de él, sin embargo, en aquel arrebato de delatar a Margarita no pensó que tuviera tan fatales consecuencias. Era el inicio de la guerra, y todavía no estaban las cosas claras para ningún bando, ni siquiera para él, que al principio había permanecido fiel al gobierno de la República, pero que después se unió al ejército sublevado. Nunca imaginó que al dar el nombre de ella,  en un interrogatorio, podía estar firmando su sentencia de muerte, pero así fue. Aunque a lo largo de cuarenta años se había tranquilizado la conciencia intentando convencerse de que jamás pensó que iban a ejecutarla. 
Y ahora transcurrido tanto tiempo, la imagen de Margarita regresaba de entre los muertos con una nitidez meridiana para atormentarlo. Lo había sentido la tarde anterior, en lo alto de la colina, alrededor de la joven Eulalia.  Sí, ella estaba en todas partes ahora, como llamándolo. Y sabía que ya no podía zafarse de ello. 
Evocó la reunión espiritista de esa noche, y no pudo evitar estremecerse. Había acudido a unas cuantas con anterioridad, pero nunca había sentido tanta energía oscura concentrada. No se tomaba muy en serio los aspavientos melodramáticos de Aurora Gallardo; él se consideraba un eterno curioso en esos menesteres,  pero le atraía aquel mundillo, que le ayudaba a encontrar nuevos caminos en su interior, de donde sacaba ideas para sus libros. 
Por el contrario, también le inquietaba enormemente la malignidad que desprendía la tarotista, Natalia Prado. Ya lo había percibido anteriormente, y no le gustaba. 
Tragó saliva al recordar el motivo de su viaje a aquel lugar, y la sangre se le congeló en las venas.
Unos rojos labios parecían haberse burlado de él esa noche, al igual que la primera vez que la vio en casa de la duquesa de Alba.
Violeta Salgado…Violeta y su peculiar manera de reírse de todos los hombres.
Frunció el ceño malhumorado, y trató de pensar en otra cosa.
Le fue imposible. 


____________

Úrsula Tellez daba vueltas en su cama. Se había tomado sus píldoras para dormir, pero era incapaz de pegar ojo. La reunión de esa noche la había perturbado. ¿Quién sería esa "ella"…? ¿Y por qué la entidad se había mostrado tan poco comunicativa? 
Ella había notado los efluvios. Llevaba tiempo notándolos, sin embargo, en aquella ocasión eran más poderosos.
Todo comenzó  la primera vez que la vio, pues algo en su interior le dijo que Violeta era mala. Intentó apartarla de la marquesa, sin revelar sus motivos, pero fue inútil.
Toda esta frustración le generaba un resentimiento insoportable hacia la reina del papel couché, 
aunque lo peor fueron los pensamientos que estas sensaciones le provocaban. 
Eso la escandalizaba, y le aterrorizaba, pues ella era una mujer cristiana, y no podía desear la muerte de nadie, pero…
Ahuecó la almohada, y se acomodó del lado derecho. A sus 75 años todo le pesaba. Intentó serenarse pero sabía que la mecha del mal había vuelto a prender en su conciencia.
Comenzó a rezar para ahuyentar estos pensamientos, pero se agravaron más. Finalmente, el somnífero hizo efecto y se durmió. 



______________



Echado en su cama y todavía vestido, Jaime Suárez estudiaba su situación. El lugar era idílico, y el servicio no estaba mal. Los invitados de la marquesa eran la gente habitual a esta clase de reuniones. Una pandilla de lunáticos y solteronas amargadas. Le había llamado la atención que un hombre de prestigio como Julián Sepulveda se hubiera unido a aquella estrambótica banda, pero allá cada cual. Él estaba allí por otros motivos bien distintos. 
Cerró los ojos para evocar el rostro de Violeta, la textura sedosa de su piel, sus ojos de azabache, y aquella sonrisa radiante que tiempo atrás lo había subyugado.
Sin embargo, ahora no sentía por ella aquella pasión salvaje que a punto estuvo de enloquecerlo. Sólo sentía un enfermizo rencor por la mujer por cuyo motivo se había tirado diez años en la cárcel.
Encendió un cigarrillo mientras fantaseaba con la expresión que pondría Violeta cuando lo sorprendiera allí.

"¿Te acuerdas de mi, Violeta…?"
Reprimió una carcajada en su garganta al imaginar los ojos de sorpresa que pondría ella al reencontrarse con su ex marido en "El Parador del olvido". 


________________


Capítulo III
Lluvia de setas



A la mañana siguiente "El parador del olvido" amaneció envuelto en una densa neblina. En el cielo un dosel de negras nubes amenazaba tormenta. Los inquilinos del parador fueron bajando a tomar su desayuno. La inquietud por lo acontecido en la reunión de la noche anterior se reflejaba en los rostros. 
La marquesa de Olmedo se hallaba reunida con las "Hijas del viento", en una habitación del parador.
El ex coronel Manuel Cervera se hallaba charlando en el salón de café con Fernando Arteaga, y Ricardo Pulido. 
Vicente Reinosa había salido con su esposa a hacer unas diligencias en la ciudad.
A petición de la marquesa, Adolfo Moliner y Nicolás habían organizado una excursión para ir a coger setas, pues a Pilar de La Vega le apetecía probar el guiso especial de setas que preparaba Luisa, la cocinera,  y del que Úrsula Tellez, habitual del parador, le había hablado muchas veces. A dicha excursión se habían unido : Flor, David Martínez, Alberto Reinosa y en un último lugar la joven Graciela, la cual había pedido a Eulalia que los acompañase.
Venga con nosotros, señorita, será divertido.
Eulalia aceptó a regañadientes, ya que la joven insistió tanto.
Alberto Reinosa parecía algo enfuruñado ya que Violeta no parecía hacerle mucho caso esa mañana. 
Flor y David Martínez parecían estrechar su amistad que había comenzado la noche anterior jugando a las cartas. Habían descubierto muchos intereses comunes y se sentían a gusto uno al lado del otro.


Los bosques de Covamundi parecían sacados de un cuento de hadas.  Bajo la neblina de la mañana ofrecían un espectáculo encantador.
El grupo del parador enfiló el curso del río, donde según Adolfo Moliner, se hallaba la mayor cantidad de setas de la comarca. Él era un experto conocedor y sabía cuáles eran comestibles y cuáles no. Mientras iban caminando Nicolás canturreaba viejas canciones. 
- Esas no, joven, ¡son venenosas! - alertó Adolfo a Alberto Reinosa que había arrancado unas setas que había bajo un árbol.
Alberto contrariado las tiró y siguió caminando. 
 
En la ribera del arroyo junto a un grupo de abedules se encontraban, según Adolfo, las mejores.
- Venga, vamos a cogerlas antes de que la lluvia nos pille - exclamó Nicolás
Flor y David obedecieron y siguieron las indicaciones del viejo.
- ¿Seguro que son comestibles, Adolfo? - preguntó Flor
-'Completamente -  respondió este
- Tienen buena pinta - dijo David Martínez que jamás había cogido ninguna seta
- Luisa prepara unos guisos estupendos con ellas; Les añade ajos, guindillas y perejil. "Lluvia de setas", lo llama ella - alegó Nicolás
- ¡Oh, lluvia de setas! ¡Suena genial! - dijo Graciela 
- La verdad es que sí - añadió Eulalia 
Bajo una ligera llovizna se dedicaron a coger todas las que pudieron. Llenaron dos bolsas; y también aprovecharon para coger algunos madroños, moras y ciruelas.

Cuando la lluvia arreció se cobijaron en una cueva que Adolfo conocía bien. Una vez dentro y a salvo de la lluvia se dedicaron a escuchar las fábulas que Nicolás sabía. 


_______________



En la terraza del parador, Violeta se hallaba sentada tomando un cóctel.  Llevaba puesto uno de aquellos vestidos que realzaban su figura. Sobre su cabeza una pamela a juego con su ropa desafiaba al viento, mientras con sus gafas de sol ocultaba sus ojos.
Junto a la taza de café descansaba un libro con las cubiertas algo gastadas. Se hallaba esperando a alguien. Sabía que él acudiría, ahora que la niña se hallaba en el bosque cogiendo setas. 
Era insoportablemente atractivo,  aunque no era ese el motivo de su interés por él. La razón era que había pensado hacerle un reportaje para la revista de sociedad en la que colaboraba. Sabía que Julián era reacio a dar entrevistas y mucho menos a hablar de su vida privada en los medios, pero un reportaje sobre él sería otro tanto a favor en su carrera como reina de la prensa rosa. Para convencerlo debería desplegar todo su encanto. Eso sería fácil. Recordó cómo el célebre cantante había apretado su mano la otra noche durante la sesión de espiritismo, y se sintió optimista con el éxito de su empresa. 
Se quitó las gafas,  y dirigió su mirada hacia abajo. Allí entre los macizos de flores y los parterres atisbó 
al cantante español más popular de los últimos tiempos. Lo saludó con la mano y le dedicó su sonrisa más encantadora. Julián Sepulveda,  desde la entrada del parador, le devolvió el saludo. 
Muy cerca de él, alguien observó toda la escena con una expresión grave en el rostro.



_______________



La marquesa de Olmedo abrió la puerta de la habitación y salió afuera. Le siguieron Aurora Gallardo, Natalia Prado y la anciana Úrsula Tellez. Habían estado reunidas toda la mañana ultimando los preparativos de la sesión espiritista de esa noche. Se encontraban eufóricas, aunque una vaga sombra de inquietud flotaba entre ellas desde la noche anterior, especialmente en Úrsula Tellez. 
Vamos a tomar algo al salón, aún queda tiempo para la comida.- dijo en tono autoritario la marquesa 
Todas asintieron. 
Una vez en el salón se acomodaron ante una mesa delante del ventanal.
Ya empieza a hacer frío- gruñó la marquesa  - habrá que avisar para que enciendan la chimenea. 
Matilde Roca, la camarera, se acercó para atenderlas.
Desde el extremo del salón el coronel Cervera las saludó con la mano. Llevaba un par de horas charlando animadamente con Fernando Arteaga y con el secretario de Vicente Reinosa.
Úrsula Tellez le dedicó una amable sonrisa.
Parece que nuestro coronel ha hecho buenos amigos. Me alegro por él; con ese carácter no creo que tenga muchos aparte de nosotras… - Dijo la anciana irónicamente.
La marquesa de Olmedo esbozo una media sonrisa antes de exclamar : 
- Vamos Úrsula, no te pongas celosa. Los caballeros, de vez en cuando, necesitan socializar entre ellos - inclinó la cabeza para mirar en torno al salón- Por cierto,¿dónde estará nuestro Julián?... Quedé con él a esta hora…
Natalia le dirigió una mirada condescendiente.  
- ¡Oh, querida Pilar!, no seas tan ingenua, ¿de verdad que no te imaginas donde puede estar nuestro glorioso cantante? Echa un vistazo por favor -Natalia descorrió los visillos del ventanal, y señaló un punto de la terraza donde Violeta Salgado charlaba con Julián Sepulveda. 
La marquesa apretó los labios, e inmediatamente fingió indiferencia. 
- Bueno, los caballeros, de vez en cuando, también necesitan distracción…
Aurora Gallardo reprimió una carcajada mientras sorbía su taza de café, y después añadió: 
- Supongo que no podemos competir con los encantos de Violeta Salgado. Los hombres son así, y nuestro Julián no iba a ser una excepción.
Natalia que parecía muy ofendida por el plantón que les había dado el afamado cantante, no pudo evitar exclamar : 
- Es indignante que un hombre como él se deje engatusar por esa pécora…precisamente ahora que estaba haciendo progresos…
- Bueno, bueno, no dramaticemos - replicó la marquesa - Al fin y al cabo, Violeta no deja de ser una compañera espiritista, ¿no? Es lógico que entablen amistad.
Natalia Prado apretó el puño con fuerza, mientras su animadversión hacia Violeta aumentaba.
- No la considero una compañera.  Es solo una corista que se las da de señora. Que sea tu amiga y haya acudido a algunas sesiones, no la convierte en una de nosotras. Así que no la pongas a nuestro nivel, querida.
Aurora con su buen ánimo habitual trató de suavizar el ambiente y cambió el curso de la conversación.
- Creo que Claudia Romerales se demora un poco. La cité para que almorzara con nosotras.
De afuera llegó el primer trueno de una inminente tormenta. 
- Estará dando un paseo - añadió Úrsula Tellez - la buena mujer ha quedado fascinada por estos paisajes. Espero que no la coja la lluvia. 


Claudia Romerales caminaba por los bosques adyacentes impregnándose de la belleza rural. Para una cosmopolita como ella, aquel lugar era lo más cercano al paraíso. Se hallaba exultante ante la perspectiva de ser partícipe en las reuniones de las "Hijas del viento". Era neófita en aquellos asuntos, pero para una escritora como ella, no dejaba de ser una nueva fuente de ideas que usaría en su nueva novela.  Le caía bien la marquesa y el resto de invitados.  No obstante, desde la última noche una nueva sensación había hecho presa en ella. Le incomodaba la prima de Aurora Gallardo, Natalia Prado, y el odio que había percibido en ella. Un odio visceral hacia la joven Violeta Salgado.  Se preguntó adónde llevaría todo aquello. 
Ensimismada en estos pensamientos llegó hasta la entrada del parador. Allí se cruzó con un desconocido al que había visto de pasada en las inmediaciones del parador.  Era un hombre alto y algo misterioso. Sintió una inexplicable animadversión hacia él, no obstante, como mujer de buenos modales que era, lo saludó cortésmente cuando pasó por su lado. El hombre, mirándola fijamente, no le devolvió el saludo y siguió caminando.
De pronto la lluvia comenzó a caer copiosamente.  Por suerte Claudia llevaba su paraguas consigo. Lo abrió,  bastante malhumorada por la descortesía de aquel individuo. 

Jaime Suárez enfiló la entrada del parador silbando una canción y diciendo para sus adentros :

" Demasiadas gatas viejas en torno a la gatita Violeta. Tal y como a ella le gusta. Me pregunto…"


Violeta Salgado reía despreocupada al lado de Julián Sepulveda. Sentados los dos en la terraza frente al océano llevaban un buen rato hablando.
La conversación había girado en torno al mundo del espectáculo del que los dos provenían. Como contertulia, Violeta era ingeniosa y muy receptiva; Por su parte, Julián era un buen oyente, amable y ocurrente. Cualquiera que hubiera pasado cerca de ellos hubiera pensado que tal vez ya se conocían, y sin embargo, era la primera vez que conversaban. 
- ¡Oh, Julián!,  estoy segura de que hubieras quedado muy bien en aquella película. Era un papel apropiado para ti.
El cantante esbozó una media sonrisa antes de añadir:
- Te lo agradezco Violeta, pero antes que ser el partenaire de la gran Maria Luisa Peralta prefiero estar en la cola del paro. Jajaja
Violeta soltó otra carcajada.
- No sabes como te comprendo.  Aunque suene descortés, y sea una eminencia como cantante, en el gremio artístico no la traga nadie…

Julián dio un sorbo de su vaso de gin tonic,  y se recreó en el rostro de Violeta.  
- Una chismosa de cuidado, eso es lo que es. Intratable - Hizo una pausa antes de añadir - en cambio tú,  eres tan diferente…
La lluvia comenzó a caer débilmente. El techo de la terraza los cubría.
Violeta clavó sus negros ojos en él con una expresión que hubiera enmudecido a cualquiera.  Cuando desvió la vista, tras el cantante, algo en el paisaje la dejó sin aliento. 
Un trueno retumbó en el Parador.

Violeta tembló ligeramente. La exuberante alegría de la que había hecho gala se congeló en su rostro, y una sombra de angustia cubrió por completo su faz.
Desde el extremo de la terraza, vio a Jaime Suárez, su ex marido, dirigirle una sonrisa triunfal.



______________




El grupo de inquilinos que había salido a recoger setas regresó cerca de las dos de la tarde.
Nicolás estaba pletórico, pues aunque los había pillado la tormenta, habían recogido una buena cantidad de setas, espárragos y frutos del bosque. Su esposa se pondría contenta. Estaba seguro.

Graciela que ya se había hecho íntima amiga de Eulalia Freire, había hecho un buen ramo de flores silvestres. Cuando subió a su habitación las colocó sobre un jarrón frente al retrato de su difunta madre. Fue a la habitación de su padre que acababa de subir del salón, y después de darle un beso le dijo.
- ¡Oh, papá!. Fue divertidísimo. Hemos cogido muchas setas, y también moras y madroños. Nicolás es estupendo, y Adolfo, el camarero, aunque algo soso, es muy atento. La hija del dueño del parador y el secretario del coronel se han hecho muy amigos. Alberto Reinosa es simpático,  pero un poco torpe. Bueno, y la señorita Freire es sencillamente encantadora. Ya somos viejas amigas …Nos pilló la tormenta, ¿sabes? Y nos metimos en una cueva, y Nicolás nos contó viejas leyendas. Luego Eulalia y yo cogimos flores silvestres, le dije que eran para mamá. Y …
Julián Sepulveda escuchaba extasiado a su hija. Nunca dejaba de maravillarse de la similitud del carácter de la joven con el de su difunta esposa. La locuacidad, entusiasmo, y calidez de Graciela eran un bálsamo para un hombre fuertemente traumatizado como él. Daba gracias al Cielo por tenerla.

- Me alegro de que te lo hayas pasado tan bien, hija
Graciela sonrió pícaramente antes de decir :
- La señorita Flor nos quiere enseñar la Iglesia del pueblo esta tarde. Nos ha invitado a Eulalia y a mi. Vendrá también el secretario del coronel.  Después iremos a una taberna antiquísima a tomar chocolate.  Le he dicho a Eulalia que tú también vendrías …
No fue una petición, si no una súplica la que su hija le estaba haciendo.  Julián Sepulveda asintió, intuyendo que la pequeña estaba de nuevo haciendo de casamentera con él.  Sonrió condescendiente. 
- Iré, si es tan importante para ti - respondió 
- ¡Bravo ! - exclamó la niña - hemos quedado a las cuatro en el hall.

Graciela abrazó a su padre, y canturreando alegremente se dirigió a su habitación.


 
______________



La comida fue servida en el comedor del parador. Todos los inquilinos acudieron, menos Violeta Salgado, que según dijo la marquesa, se hallaba indispuesta. Después del café cada uno siguió su rutina habitual hasta la hora de la cena. Para esa noche, Luisa iba a preparar su célebre plato : "Lluvia de setas", a  petición de la propia marquesa, quien según había dicho al dueño del parador, no quería que terminase su estancia allí sin probar ese exquisito plato, pues Úrsula Tellez, que había sido asidua al parador durante años, le había hablado maravillas de ese guiso. Esa misma noche iba a tener lugar la segunda sesión espiritista y todos se hallaban algo inquietos. 
Jacinta Valverde se hallaba preocupada por la nueva y creciente amistad de su hija con David Martínez, el secretario del coronel, y así se lo había hecho saber a su marido, quien le quitó importancia agregando que eran cosas normales,  y que el joven secretario le parecía un hombre íntegro.
Paquito, el hijo pequeño de los Leiva, no dejaba de husmear en torno a los inquilinos, y sobre todo estaba pendiente de las "Hijas del viento", a quienes espiaba constantemente. 
Matilde, la camarera, parecía estar pendiente del joven Alberto Reinosa,  y lo más sorprendente es que él se había dado cuenta. Roberto Pulido vigilaba al joven Alberto, y según las últimas noticias andaba bastante intrigado con Violeta y su indisposición. Decidió averiguar qué es lo que la había trastornado tanto para no bajar a comer ese día. 
Manuel Cervera, el coronel, no dejaba de percibir el desastre en torno a él,  y aunque pensó en consultarlo de nuevo con Aurora Gallardo, decidió no hacerlo ese día, pues sentía que la médium estaba algo alterada por la sesión de esa noche. Pensó en hablar con ella a la mañana siguiente.

En alguna habitación del parador , Jaime Suárez sonreía satisfecho. Tumbado vestido sobre su cama miraba al techo. La primera parte del plan ya estaba dando resultado. Violeta estaba sobresaltada.
La persona que lo había contratado para tal menester , había sido tajante : " Ella debe sentir miedo…"
Bueno, en eso estaba. Sería fácil.  Violeta siempre le tuvo miedo, y más cuando él la amenazó desde la cárcel por chivata.  Lo cierto es que nunca le hizo mal alguno, ni tuvo intención, pero era consciente del miedo que ella le tenía, sobre todo cuando él bebía y se le iba la mano. Esa fue la causa de que ella lo dejara. Después, las malas compañías lo pusieron en un fuerte aprieto. Violeta testificó en contra, y él prometió vengarse. Sin embargo, después de salir de prisión no quiso problemas, y la dejó en paz.
Al no existir aún el divorcio vivían separados, y hacía años que no habían tenido ningún contacto.
Después, ella se había convertido en una mujer famosa que salía en la prensa del corazón, siempre muy bien acompañada, y él tuvo que asistir a su éxito y popularidad desde la sombra, albergando un creciente rencor.
Por tal motivo cuando llegó la propuesta de asustar a Violeta por una buena cantidad de dinero aceptó sin dudar.
No debía hacer otra cosa más que inquietarla con su presencia, y de momento lo estaba haciendo bien, y estaba disfrutando. 
Sin embargo…
 


______________




Vicente Reinosa se hallaba alterado, y daba zancadas por la habitación haciendo aspavientos con los brazos. Acababa de tener una conversación con su hijo y estaba exponiendo el resultado de la misma a su esposa que lo escuchaba con dolorosa resignación. 
- Pero, ¿quién se habrá creído que es este niñato? Ahora no deja de rondar a esa meretriz. Es agotador. No hago más que guiarlo para que sea un hombre de provecho, y él haciendo lo contrario. ¡Me dijo que me metiera en mis asuntos! Que él ya era un hombre. Creo que fue una mala idea traerlo al parador. Debimos enviarlo a la escuela naval de la Coruña, como me sugirió Ricardo Pulido. Me saca de mis casillas. - Se pasó el pañuelo por la frente empapada de sudor - y en unas horas tenemos sesión, y yo debo estar tranquilo… 
- ¡Oh, Vicente, cálmate!, el muchacho ya entrará en razón. Pero así te puede dar algo…
El todopoderoso banquero miró a su esposa impaciente y se aflojó el nudo de la corbata. La ausencia de carácter y de imaginación de su mujer, a veces lo exasperaba, sin embargo en esta ocasión, fue una señal para guardar silencio, pues empezó a madurar la idea de qué sucedería si Rosalía descubría su aventura con Violeta.

- Creo que tienes razón, intentaré calmarme …



_________________



Natalia Prado necesitaba estar sola para lo que iba a hacer. Era asunto suyo, y a nadie más que a ella le incumbía. Su prima Aurora ignoraba estas prácticas, y de haberlas conocido las hubiera rechazado de plano, pues ella estaba en el camino de la Luz. Sin embargo, Natalia era diferente a su prima, pues para ella la oscuridad formaba parte del crecimiento y del conocimiento de uno mismo, y cuando lo negativo crecía en el interior había que dejar que se manifestara. El odio a Violeta Salgado la devoraba, no desde que la viera en el parador, si no desde un par de años atrás, cuando la conoció, al ser contratada su prima como médium de las "Hijas del viento ".Tenía la ex corista ese tipo de energía que chocaba contra la suya. Desde el primer encuentro la trataba como a un ser inferior, y eso unido a su escandalosa belleza que contrastaba con la falta de atractivo de Natalia, le hicieron albergar un odio enfermizo hacia ella. Al principio luchó contra ese sentimiento, pero al verla allí de nuevo jugando a ser una diosa, el odio se desbocó en su interior.  Sabía que las emociones negativas debían ser soltadas o la devorarían.  Había aprendido a hacer vudú en un viaje por el Caribe, años atrás. En contadas ocasiones lo había practicado cuando las emociones negativas eran incontrolables. Supo que esta era una de esas ocasiones. Mientras Aurora hacía su acostumbrada siesta,  Natalia bajó las escaleras y se dirigió a un cobertizo del parador. Había advertido que rara vez era visitado por nadie. Ese fue el lugar elegido para hacerle vudú a Violeta Salgado.



_______________



Paquito Leiva, el hijo pequeño de los dueños del parador, no le quitaba ojo a la expedición de brujas que habían tomado posesión de su hogar. Las espiaba constantemente, y tomaba nota de lo que hacían en un pequeño cuaderno. Aquella tarde, al regresar del colegio, se dio cuenta de que había alguien en un pequeño cobertizo que apenas se usaba. Sin soltar su cartera, se aventuró a asomarse, y lo que allí presenció lo dejó sin palabras. 
Cuando la bruja dejó de clavar alfileres a un muñeco de trapo huyó despavorido hacia el parador, cogió su cuaderno secreto y allí contó todo lo que había presenciado. 


__________________


Alberto Reinosa se dirigía al pueblo por el camino principal. Iba a paso ligero, pues tenía prisa.
Debía hacer una importante llamada telefónica, que nadie podía conocer.  En algún lugar de Valencia esperaban, y él no podía ya demorarse mucho. 
El jefe de la banda había sido muy insistente :
¡Máxima discreción! 
Bien, él iba a ser discreto, y por la cuenta que le traía iba a hacer bien su trabajo.  Si la operación resultaba un éxito, él podría verse en poco tiempo con una cuantiosa cantidad de dinero con la que empezar una nueva vida lejos del dominio paternal. Iba a darle una sorpresita a Papaíto, y a todos los que lo consideraban un inútil.
Sin embargo, era su primer golpe de ese tipo, y sentía un poco de aprensión. Sabía que estaba ansioso y el motivo era el rechazo de Violeta Salgado, esto le inquietaba, pues suponía que la ex corista estaba jugando con él. Había coqueteado descaradamente con él el día anterior y ahora parecía atontada con aquel cantante. Ella no había bajado a comer, y eso era raro, y también le inquietaba.  Estaba obsesionado con ella, y se culpó a sí mismo por perder la cabeza por una golfa. 


______________


Rosalía Pellicer giraba pensativa la cuchara dentro de su taza de café. Su marido, Vicente Reinosa, había bajado al salón del Parador, y Alberto había salido a hacer un recado. Los hombres de su vida estaban alterados, ella en cambio guardaba la compostura. Para la antigua peluquera conservar la calma en momentos difíciles era algo innato. Hacía tiempo que sabía de la infidelidad de su marido con Violeta Salgado. Lo había descubierto como se descubren estas cosas. Y al igual que en otros aspectos de su vida, encajó el golpe mientras maduraba lentamente los pasos a seguir. Ciertamente, y a esas alturas no la unía ya ningún lazo afectivo a su esposo, salvo el hecho de compartir con él la progenitura de Alberto, y a este último lo amaba más que a sí misma, y estaría dispuesta a todo por protegerle. A todo.
Decidió mirar a otro lado cuando se enteró de la aventura de su esposo con Violeta, pero saber que la ex corista flirteaba con su hijo era otra cosa. Eso no iba a permitirlo. Haría lo que fuera para apartarla de su pequeño, lo que fuera. Se sorprendió cuando sintió una llama de ira subir a su rostro.



________________




Flor Leiva charlaba animadamente. La escuchaban con atención su nuevo amigo, David Martínez, Eulalia Freire, Julián Sepulveda y su hija Graciela.  Habían visitado la Iglesia del pueblo, cuya construcción era muy antigua, y era uno de los sitios más visitados por los turistas. 
Ahora se hallaban en una antigua taberna donde Flor iba a invitarlos a merendar.
- Me ha encantado la Iglesia con esas bóvedas góticas, y la fuente de la plaza - exclamó Graciela - pero esta taberna parece sacada de una fábula medieval. ¡Es impresionante!
Julián Sepulveda sonrió satisfecho de ver lo bien que se expresaba su hija.
Eulalia agregó : 
- Estoy de acuerdo, Graciela.  Creo que todo Covamundi parece sacado de un cuento. Un lugar mágico donde a una no le importaría pasar el resto de su vida.
Al notar la mirada de Julián en ella, Eulalia bajó tímidamente los ojos.
- Sí - añadió David Martínez  - yo también opino igual. Es un lugar de ensueño. Y en estos tiempos los que tenemos un espíritu profundo apreciamos más estas cosas. La ciudad es tan decepcionante…
Flor lo observaba embelesada. Solo conocía a David Martínez desde hacía dos días; Habían conversado largo y tendido, y ya notaba una enorme afinidad con él. Intuía que a él debía pasarle lo mismo, pues se notaba a gusto con ella.  
Graciela estaba exultante, pues le caía muy bien Flor y el secretario del coronel, y esperaba, por su parte,que entre su padre y la señorita Freire hubiera ese mismo tipo de sintonía. Se había prometido a sí misma trabajar para que eso sucediera. 
Mientras tomaban chocolate caliente siguieron hablando de las ventajas de vivir en el campo. La charla era distendida y amena, y todos se encontraban a gusto, no obstante, en un momento de la conversación sucedió algo que cortó el buen ambiente. 
Vieron al joven Alberto Reinosa entrar por la puerta, y dirigirse a una mesa. Nada fuera de lo normal, salvo la expresión de su rostro que indicaba lo mal que le había sentado encontrarlos allí. Según la propia Graciela reparó después, ya no parecía el muchacho despreocupado que las había acompañado a coger setas. Su comportamiento y proceder habían cambiado por completo.

 
Capítulo IV
La cena de Violeta 


Violeta Salgado se frotaba las sienes doloridas. Se había despertado de la siesta algo confusa. La marquesa le había dado un calmante para que se relajara. Ella había obviado el motivo de su estado, y no quería hablar de ello hasta que estuviera preparada. Suspiró con pesar. ¿Cómo era posible que él la hubiera encontrado tantos años después? ¿Y qué pretendía? 
El miedo, ese miedo que creía haber superado hacía años, estaba regresando y ella se veía incapaz de pararlo.
Ya no era divertido estar allí flirteando con unos y amedrentando a otros. No mientras su ex anduviera cerca. Después de estudiar la situación pensó que lo mejor era abandonar el parador. Pero le debía explicaciones a las "Hijas del viento".  Pondría cualquier excusa y se largaría.
Solo había una persona en el mundo capaz de ponerla en jaque, y esa era su ex marido Jaime Suárez. 
Así que se iría de allí, y así Vicente Reinosa respiraría tranquilo. 
Hizo una mueca de asco.
Otras también harían lo mismo.
Esa noche iba a ver otra sesión espiritista. No quería ser tan descortés de golpe y pensó que acudiría si lograba quitarse la fuerte jaqueca. Tampoco quería aparecer como una cobarde ante aquellas brujas, y mucho menos ante Julián Sepulveda, así que decidió que acudiría esa noche. 
Alguien llamó a la puerta.  Violeta dijo con voz cansina : 
- Adelante 
Era la marquesa de Olmedo con expresión preocupada.
- Querida, no tienes muy buena cara…
- Lo sé - respondió Violeta- pero solo fue  un sobresalto, ya me encuentro mejor.
- Bueno, si no deseas hablar de ello, lo entiendo, - repuso la marquesa  - pero quiero que te cuides y te acuestes. Haré que te sirvan aquí la cena.
Violeta asintió a regañadientes 
- No quiero parecer una palurda
- Y yo no me voy a exponer a otro soponcio tuyo.- insistió la marquesa  - Algo te ha alterado fuertemente, así que debes recuperarte y cuando estés mejor debes dejar que te ayudemos. Úrsula y Aurora están muy preocupadas, y Natalia Prado también. 
- No me hagas reír - contestó Violeta -  Esas gatas viejas, ¿preocupadas por mí?. Tu imaginación es sorprendente, marquesa…
Las dos mujeres se miraron. Era demasiado el tiempo que se conocían para andarse por las ramas, sin embargo, Pilar de la Vega, parecía seriamente preocupada por el estado de Violeta. 
- Bueno, lo que quieras, pero no quiero que bajes a cenar solo por coquetería.  Te servirán aquí la cena y nos turnaremos entre todas para comprobar que estás bien.
- Pero, ¡hay sesión esta noche! - protestó Violeta 
- ¡Y no acudirás! - contestó la marquesa  - no mientras no te recuperes.  No hay más que hablar.
Violeta hizo un gesto de resignación, después miró a su amiga fijamente.
- ¿Por qué de pronto me quieres tanto?
- ¡Oh, vamos! - repuso la marquesa - yo siempre te he querido y lo sabes
Violeta guardó silencio antes de exclamar :
- ¡Ja! 
La marquesa de Olmedo hizo caso omiso a la exclamación de Violeta y la ayudó a incorporarse en la cama.
No era ningún secreto para las dos mujeres que mantenían una cordial amistad basada en mutuos intereses. Ni a Violeta le gustaba la marquesa, ni viceversa, sin embargo, se relacionaban por todo lo que ambas sacaban de esa amistad. La marquesa proporcionaba amistades y contactos importantes a Violeta, y Violeta daba con su cercanía, cierto brillo y notoriedad a la sociedad espiritista.

La marquesa colocó un chal sobre los hombros de su amiga, y la dejó acostada mientras se dirigía a su habitación. Su semblante era grave. Una vez en su habitación miró el reloj.
Las 6:30.
La señorita Freire ya debía haber vuelto. Solo le dio un par de horas libres. Parecía que esa mojigata se estaba haciendo ilusiones con Julián Sepulveda. 
Iba lista.



______________



En la cocina del parador, Luisa preparaba la cena. Era increíble la cantidad de setas que habían cogido. Las iba a preparar todas, pues luego se quedaban en nada. Ya había preparado el picadillo de su receta preferida, "Lluvia de setas". Había encendido el fogón y puesto el agua a hervir con las patatas. Se hallaba muy animada, pues esa misma mañana su marido le había dicho que iban a subirles el sueldo para el mes próximo. Miró por la ventana después de poner la olla en el fogón. El cielo estaba cubierto de oscuras nubes, y pronto volvería a caer un aguacero. Las brujas se darían un buen remojón. Rió para sus adentros, mientras canturreaba un viejo cuplé.



______________



Eulalia se hallaba frente a su tocador. Acababa de regresar de la excursión por el pueblo, y se encontraba muy animada.  Por primera vez en mucho tiempo notaba un significativo cambio en su mundo sentimental, pues la frustración amorosa que había albergado durante tiempo por un amor no correspondido, estaba aminorando, y en su lugar una nueva ilusión estaba creciendo. Julián Sepulveda era la causa de este cambio, y no dejaba de ser sorprendente, pues nunca había sido una gran fan de él,  aunque reconocía haberse sentido cautivada por su voz y su forma de cantar. Siempre le vio como alguien ajeno a su mundo, solo preocupado por el éxito y por mantener su estatus de vida. Sin embargo, ahora estaba conociendo al hombre, y no dejaba de maravillarle su sencillez, y fragilidad interior. Se miró al espejo y se dio cuenta de que se estaba enamorando y muy profundamente.  Para una mujer como ella, tradicional y de firmes convicciones morales, inexperta en asuntos amorosos, enamorarse de una estrella de la música, no dejaba de ser un desafío a sí misma y una fuente de nuevas preocupaciones. No obstante, se sentía tan llena de vida que por nada del mundo cambiaría esa nueva sensación. Paseó su mirada por sus lacios cabellos castaños que caían a ambos lados de un rostro ovalado, cubierto de pecas. Se vio tan poco agraciada, tan carente de ese atractivo que hace que los hombres vuelvan la cabeza, que se sintió ridícula por albergar algún tipo de esperanza. No obstante, recordó el brillo en los ojos de él mientras hablaban y recuperó la fe en sí misma.
Le sonrió a la mujer del espejo, y de pronto se vio bella, con esa belleza que un artista profundo y sensible como él podría apreciar.


Julián Sepulveda se arreglaba para la cena. Le había sentado muy bien el paseo por el pueblo. Eulalia Freire era una chica muy especial, muy diferente del tipo de chicas que había conocido durante su carrera. Había en ella una autenticidad y sencillez apabullante y también una nobleza interior que lo atraían. Sin embargo, el rasgo que lo cautivaba era la innata timidez de la chica. No era muy bonita, pero estos rasgos la hacían hermosa ante sus ojos. Estaba en el polo opuesto de Violeta Salgado, y a su hija Graciela, le fascinaba. Al principio solo quiso ser condescendiente con su hija que deseaba que hiciera amistad con la señorita Freire, pero después de la excursión al pueblo intuyó que en el futuro iba a necesitar de la compañía de la joven, pues se sentía a gusto con ella. Desde la muerte de su esposa, tres años atrás, no había alternado con ninguna mujer. Le sorprendía el hecho de estar eligiendo de forma inconsciente un tipo de mujer como Eulalia Freire,  ese tipo de chicas en el que jamás había reparado. Cogió un clavel rojo del jarrón y se lo colocó en la solapa. Le sonrió a la imagen del espejo y por primera vez en mucho tiempo se sintió joven. Ni una sola vez pensó en Violeta Salgado. 




________________



Paquito Leiva miraba la televisión. Había terminado de hacer los deberes del colegio, y se hallaba ensimismado viendo los últimos dibujos de la tarde. Sin embargo, su mente se hallaba lejos. A sus 12 años nunca había presenciado el mal. Sus padres vigilaban todo cuanto veía o escuchaba, por tal motivo lo que había visto aquella tarde en el cobertizo lo había perturbado enormemente. Una cosa eran las historietas de detectives que leía en el periódico, cuando sus padres no estaban delante, y otra, bien distinta, aquella manifestación del mal que había percibido al observar el rostro de Natalia Prado clavando alfileres en un muñeco de trapo.  Se hallaba alterado y no sabía bien qué hacer con aquella información, pues tenía fama de fantasioso, y sabía que los adultos no le crearían. Pensó que debía seguir vigilando a la echadora de cartas por mucho miedo que le diera. 



______________



Fernando Arteaga había regresado de un largo paseo por el mar. Subió a arreglarse para bajar a cenar. Esa noche había sesión de espiritismo. Se sentía pletórico, lleno de vida. Pensó en lo irónico que era que precisamente en aquel momento de su vida se sintiera así, pero lo achacó a su personalidad de artista, y al hecho inexorable de que la existencia era más valiosa cuando más cercana estaba la muerte. Esto era innegable y en su caso más latente aún. 
El afamado escritor de novelas policíacas había acudido a aquella bucólica región en aquel otoño para llevar a cabo una importante misión.
Tal vez la más importante de su existencia. 
El día escogido para tal menester no era otro que el día de Todos los Santos, el mismo día que cuarenta años atrás, su antigua novia Margarita y los padres de ésta fueron fusilados por rojos, a causa de una delación suya.
El círculo iba a cerrarse al fin, y tal vez hallase la paz que todo aquel tiempo se le había negado.
Pensó en Violeta Salgado, y en el odio que generaba a su alrededor. Odio y Deseo.
Dos fuertes emociones que hacían girar el mundo.
Violeta, tan seductora y segura de sí misma,
generando la energía que movía las vidas de los otros. 
Se preguntó cuánto duraría ese juego,
cuando aquella gata caería en la Red de su vanidad.
Fernando Arteaga se miró fijamente al espejo y notó como la vena de su sien palpitaba intensamente.
Poco tiempo, queda poco tiempo …



_______________



Claudia Romerales se peinaba para bajar a cenar. Por lo visto Violeta Salgado no se encontraba bien. Algo la había trastornado. Se lo había confesado la marquesa después de la siesta, y según ésta, la ex corista no iba a acudir a cenar ni a la sesión de esa noche. Esto no dejaba de ser curioso, pues parecía una mujer tan saludable. Recordó el rostro de Natalia Prado durante la última sesión al observar a Violeta, y sintió un escalofrío. 



______________



Aurora Gallardo se maquillaba frente al espejo. Esa noche tenían la segunda sesión espiritista desde la llegada al parador. Se notaba tensa,  y aunque durante el día había logrado evadir la inquietud por el sueño de la noche anterior, ahora era incapaz. Su prima así lo había notado.
- Cálmate Aurora. Sólo es una sesión más -
 Le dijo en tono maternal.
Aurora se guardó de revelarle el sueño que había tenido. No quería añadir más gente preocupada a la sesión de esa noche, y sabía que su prima no tenía tanto dominio de sí misma como ella.
- De acuerdo.  Intentaré serenarme . ¿Dónde estabas esta tarde sobre las 5.30? No te encontré al despertar  - preguntó a su prima
Natalia, que enrojeció ante la pregunta y desvió la mirada.
- Salí a dar un paseo
Aurora intuyó que su prima le mentía, pero no insistió, pues ella también le había ocultado lo que le había sido revelado en su sueño, que Violeta Salgado iba a morir.

_____________________



Jaime Suárez se hallaba tomando una copa en el salón del parador. En el mismo se encontraba el anciano coronel que parecía vivir en aquella habitación, pues siempre se lo encontraba allí con aquella expresión arrogante.  En otra mesa se hallaban dos asiduos del salón, Ricardo Pulido y David Martínez,  "los secretarios". El banquero acababa de entrar por la puerta con cara de pocos amigos. Jaime lo miró de reojo, con expresión hosca. No le gustaba ningún inquilino del parador; En realidad a él no le gustaba la gente. Tampoco a la gente parecía gustarle él. Estaban en paz.
Dio un trago de su vaso de whisky y pensó en ella.
Por lo visto su encuentro con él la había alterado.
Había escuchado en el hall que Violeta estaba indispuesta y no bajaría a cenar.
Bueno, él estaba haciendo bien su trabajo. Desconocía la identidad de la persona que lo había contratado, pues todo había sido realizado por carta, pero sabía que debía ser alguien muy importante. Para poder cobrar la suculenta cifra que se le había ofrecido debía de llevar a cabo todo el plan. No podía evitar sentirse inquieto. 
Dio otro trago y salió afuera a dar un paseo antes de la cena.


________________



En la mesa de la cocina la fuente con el guiso de Luisa ya estaba lista para ser servida. "Lluvia de setas" exhalaba un aroma exquisito. Matilde entró para llevarse la bandeja aparte para Violeta Salgado, pues ésta no iba a bajar a cenar. 
- Aquí la tienes, Matilde. Y digo yo, si está indispuesta, ¿no sería mejor un caldito? 
- Según la marquesa, la indisposición de Violeta Salgado es solo psicológica,  y dice que su amiga no quiere perderse el guiso estrella del parador  - respondió Matilde
- Bueno, pues espero que le siente bien. Ésta gente de la Jet Set… - agregó Luisa
- Esta fue corista creo…- agregó Matilde bajando la voz
Las dos mujeres se miraron en un gesto de mutua comprensión.
Luisa a la que nada se le escapaba dijo distraídamente :
- Por cierto, el hijo del banquero, el joven Alberto, salió esta tarde a dar un paseo. Nicolás lo vio. Es muy guapo ese muchacho…
Matilde se sonrojó , y sin decir nada cogió la bandeja con la cena de Violeta Salgado, y salió de la cocina. 



_____________



Eulalia Freire entró en la habitación de la marquesa y percibió el ruido del agua hervida en el fuego.
La marquesa, todavía sin arreglar, salió del baño con las mangas subidas. Llevaba algo en la mano. 
Estaba hirviendo un poco de tila con el fogón portátil. Me he alterado con lo de Violeta…  
- ¿No se encuentra mejor? - preguntó Eulalia 
- Está rara. Le he prohibido bajar a cenar.- contestó la marquesa 
- Me parece bien.
Matilde entró con la bandeja para Violeta. La marquesa había dado la orden de llevársela a ella primero, pues Violeta no quería ver a nadie.
- Yo voy a bajar ahora  - dijo Eulalia 
La marquesa asintió algo impaciente. Parecía alterada por la situación.  
- Sí, baja ya. Yo estaré lista en unos minutos.  
Cuando Eulalia salió por la puerta entró Úrsula Tellez, también parecía nerviosa.
- ¿Así que debemos turnarnos para vigilar a Violeta, Pilar? - preguntó intrigada la anciana
- En efecto. Puede que me esté volviendo loca, pero la situación no es normal. Algo o alguien la alteró demasiado, y dada la fama de Violeta estoy preocupada. 
- ¿Insinúas que alguien quiere hacerle daño? - preguntó Úrsula 
- No lo sé. Tengo intuiciones, - respondió la marquesa  - pero como ella no me ha revelado nada, y pasó lo de anoche en la sesión, quiero estar precavida. Creo que hay demasiada gente con inquina hacia Violeta, y eso me preocupa. 
- Una cosa es inquina,  y otra que quieran hacerle daño - alegó Úrsula 
- Bueno, más vale prevenir…


______________



El coronel Manuel Cervera hizo una mueca de desprecio cuando Jaime Suárez abandonó el salón.
No le gustaba aquel desconocido que parecía mirarles a todos como si le debieran algo. Era grosero e inquietante. Se preguntó qué se le habría perdido en el Parador. 
Estos pensamientos no le quitaban la angustia creciente que sentía, y la sensación de que algo fatal se cernía sobre él.


_____________



Alberto subió a zancadas las escaleras. Debía de darse prisa en arreglarse para bajar a cenar. Se había demorado en el pueblo más de lo debido, pues después de la taberna había ido a un tugurio a jugar al billar. Allí había bebido y hablado hasta que cayó en la cuenta de la hora que era. Al llegar al hall se asomó al salón y al ver a su padre decidió no entrar.
No quería otra pelea con él.
Se preguntó dónde estaría Violeta, y si a esa hora ya se habría recuperado.
Respiró hondo pensando en el otro asunto…


_____________


Natalia Prado entró en la habitación de la marquesa, pues ésta la había llamado. Pilar de la Vega salió del vestidor abrochándose una gargantilla de plata.
- ¿No piensas lucir tu famoso collar de rubíes? Aún no te lo han visto por estos lares. - preguntó Natalia 
- De momento, no- contestó la marquesa  - Me lo reservo para la noche de Todos los Santos.
- Bueno, bueno … - bromeó Natalia 
La marquesa giró la cabeza hasta el aparador y añadió : 
- Te llamé para que le lleves la cena a Violeta.  Úrsula tenía prisa y sabes que no ve bien. Haz el favor. Ahí está sobre el aparador.
Natalia apretó los labios. No le hacía gracia ser la sirvienta de la Salgado, pero si lo ordenaba su majestad había que obedecer.
- Pero solo por esta vez, ¿eh?
Natalia cogió la bandeja y salió por la puerta rumbo a la habitación de Violeta Salgado. Su ligera cojera se acentuó un poco.
La marquesa hizo una mueca burlona al observarla.


_____________



El reloj del parador dio las 9.00 pm. Desde el gong del hall se anunció que la cena estaba servida en el comedor.
Todos los invitados de la marquesa, incluidos familiares y acompañantes, acudieron a la llamada, todos menos Jaime Suárez, que comía aparte.

El aroma del guiso de Luisa inundaba toda la habitación. Sentados en torno a la gran mesa de caoba todos degustaron el plato especial de Luisa, y todos coincidieron en que el guiso era exquisito. 

La ausencia de Violeta Salgado se notaba, pero nadie hizo demasiadas preguntas. A pesar de la excelente cena, el ambiente en el comedor era tenso, y la conversación forzada. Durante la cena, la marquesa, Úrsula Tellez, Natalia y Aurora, se turnaron para ver como estaba Violeta. Las cuatro coincidieron en que parecía más tranquila. 


_______________

Capítulo V
Tengo miedo


La sesión de espiritismo comenzó esa noche a la hora acostumbrada, las 22:30.
Los familiares y acompañantes de los invitados de la marquesa que no asistían a las reuniones pasaron la velada en la sala de estar, tal como la primera noche. 
Al grupo formado por Ricardo Pulido, David Martínez, Alberto Reinosa, Eulalia Freire, y Graciela Sepulveda, se unieron :  Matilde, Flor Leiva, su madre y Paquito.
Al igual que la primera noche se entretuvieron jugando al julepe, los mayores, y al Parchís, los más jóvenes.
Eulalia Freire prefirió entregarse a la lectura.
La noche se preveía tranquila, no obstante, todos parecían alerta, como si algo inevitable fuera a suceder.


______________



En el saloncito, los invitados de la marquesa fueron tomando asiento en torno a la mesa redonda. 
Aurora Gallardo que fue la primera en ocupar su puesto, observó a sus compañeros de sesión. 
Durante el día no había podido zafarse de la inquietud que sentía por lo que en su sueño le había sido revelado. Había intentado usar el sentido común, pero bien sabía ella, que en esas ocasiones su percepción no le engañaba. El peligro era inminente. Decidió que sólo el devenir de los acontecimientos resolvería aquel enigma. 
Ella nada podía hacer. Violeta parecía estar recuperándose de su indisposición, era vigilada constantemente por las "Hijas del viento", y de momento, nada había que temer. 
Intentó calmar su inquietud, pero al pasear su mirada por el resto de invitados, percibió la misma sensación que ella sentía: 
Tensión 
Úrsula Tellez, Claudia Romerales, Vicente Reinosa, Rosalia Pellicer, Fernando Arteaga, Manuel Cervera, Julián Sepulveda, Natalia Prado y Pilar de la Vega, compartían la misma señal de agitación en sus miradas.
Era como si…

La habitación quedó a oscuras, y Natalia encendió  la luz de la vela.
La segunda sesión espiritista de las "Hijas del viento" en "El Parador del olvido" comenzó.

Los diez juntaron sus manos, mientras Aurora iniciaba el proceso de trance.

Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis…
Los minutos fueron pasando.
La delgada línea entre la vida y la muerte era apenas perceptible. 
La respiración acelerada de la médium indicaba que la conexión se había establecido.



_____________


A las 11:00 Alberto se escabulló, y salió a los jardines por la puerta trasera. La noche era fría, y extrañamente silenciosa. 
Había llegado el momento para llevar a cabo el plan. Se dirigió al cobertizo que apenas se utilizaba, y allí abrió una mochila que había dejado con anterioridad. Se mudó de ropa poniéndose unos pantalones y jersey negros, así como unos guantes y antifaz negros también. Sacó una cuerda enrollada, y una linterna, y se guardó una ganzúa en el bolsillo. De esta forma se dirigió al patio de atrás y se dispuso a escalar la fachada del parador. La luna caía fantasmal sobre los jardines mientras el único hijo del todopoderoso presidente del Banco Unión Mediterránea, escalaba la pared del edificio como un criminal. 




____________




Jaime Suárez entró en la sala de estar; Nada más hacer acto de presencia un par de miradas desaprobatorias se clavaron en él.  Había cenado en su habitación, y después había bajado al pueblo a tomar algo en una tasca. No dejaba de pensar en Violeta y en llevar a cabo el plan para el que había sido contratado. Sin mirar a ninguno de los allí presentes y siendo consciente del malestar que su presencia causaba se sentó en el sofá y cogió un periódico. 
Eulalia Freire sentada frente a él le saludó con una leve inclinación de cabeza. Él le guiñó un ojo.


Jacinta, recelosa de la creciente amistad entre su hija y David Martínez no les quitaba ojo. Su marido Roberto había entrado a dar las buenas noches y se había retirado a descansar.
Agustín Poveda, el conserje, y Adolfo, el camarero, se habían agregado a la mesa de jugadores.
Paquito se encontraba más inquieto que de costumbre. Movía las fichas del parchís con su mente en otra parte. Había presenciado algo esa tarde, algo fuera de lo normal. Graciela, al contrario, estaba más animada que de costumbre. 
El reloj de cuco dio las 11:45.
Tras los ventanales que daban a la terraza, el viento hacía de los suyas.


_____________



Alberto se movía como un gato en el interior de la habitación. Había estudiado los planos de la misma muchas veces, y aunque era la primera vez que hacía algo así se sorprendió de la ligereza de sus movimientos. Era chocante el lugar donde la marquesa guardaba su famoso collar de rubíes. Cuando los que lo habían contratado se lo dijeron no terminó de creérselo, pero sabía por experiencia propia que la gente de la Jet Set era muy estrambótica. Se dirigió al baño y fue al botiquín de viaje. Era un pequeño armarito blanco con ruedecitas, que no mediría más de medio metro. Lo abrió y buscó la lata de gasas estériles, tal y como le había sido informado. No fue tan facil dar con el célebre collar, pues el botiquín estaba atestado de frascos y todo tipo de menesteres para curar heridas, así como tarros de ungüentos y pomadas. Finalmente, en una de las latas de gasas, vio un paquete de tela envuelto con cuerdas, notó su pulso acelerarse cuando cortó los cordeles,  y un resplandor rojizo le impactó en el rostro. Los rubíes de la corona rusa bailaron ante sus ojos, como la llave que habría de llevarle a la libertad. Alberto no se demoró más, y después de volver a colocarlo todo en su sitio, salió del baño y se dirigió a la ventana. Entonces el ruido de la puerta resonó en sus oídos, y la luz de la habitación se encendió. Alberto contuvo un juramento al ser sorprendido por Matilde, la camarera, quien atónita lo contemplaba con una expresión de terror en el rostro.

Después de los iniciales segundos de desconcierto, Alberto, guiado por una fuerte intuición de algo que había percibido en la camarera habló :
- No se asuste señorita, se lo ruego
Matilde, sin dejar de observarlo, y estupefacta, asintió con la cabeza. 
 - No soy lo que ahora mismo puedo parecerle.
Alberto hablaba suavemente sin dejar de mirarla.
Sabía que la muchacha estaba interesada en él. La había sorprendido observándole en numerosas ocasiones desde su llegada al hotel, y notaba como ella se ruborizaba cuando él la miraba. También lo estaba ahora que lo tenía delante, vestido como un vulgar ratero.
Alberto pensó en miles de excusas para justificar su presencia en el dormitorio de la marquesa, pero ninguna le pareció verosímil. Pensó que solo había una manera de acallar el grito de aquellos enormes ojos castaños. Se acercó a ella, la tomó por la cintura, y la besó apasionadamente. Después de un breve e idílico intervalo, la tímida camarera abrió los ojos y aterrorizada huyó de la habitación, siendo consciente de que se había enamorado de un ladrón.



____________



La cabellera de Aurora Gallardo se balanceaba lánguidamente. La médium se hallaba en trance.
Nueve pares de ojos se clavaron en ella.
Aurora alzó el rostro y con los ojos entornados musitó : 
- Tengo… mi…miedo…
La respiración de Natalia se hizo más agitada al escucharla
- ¿Quién eres? - preguntó la tarotista 
Un pequeño silbido salió del pecho de la médium 
- Soy… aque…aquella… que… fu…fue….


Fernando Arteaga notó como la mano de Claudia Romerales temblaba bajo la suya. Rosalía Pellicer dio un respingo en su asiento al escuchar la fuerte tos del coronel Manuel Cervera. Julián Sepulveda intentaba dominar sus nervios, mientras Vicente Reinosa notaba acelerarse su corazón. Pilar de la Vega mantenía la calma, aparentemente, pero en su interior, la inquietud amenazaba con desbocar su corazón. 

El viento golpeó los cristales de las ventanas haciendo que todos saltaran en sus asientos. 
La tensión se había prolongado de forma insoportable.
Fue entonces cuando sucedió, como suceden siempre las cosas importantes, sin previo aviso.


Alguien llamó insistentemente a la puerta. 
La sesión quedó suspendida unos instantes, mientras Natalia fue a abrir.
Alguien encendió la luz del techo, y todos contemplaron el rostro desencajado de Flor Leiva.
- ¡Santo Cielo!, creo que está muerta… - exclamó compungida la joven. 
El estupor recorrió los rostros de los participantes de la sesión. Con la mirada fija en la joven la escucharon decir.
- Fui a echarle un vistazo a la señorita Salgado, tal y como me pidió la marquesa. Aproveché que había sido eliminada de la partida. Subí a su habitación, y la vi dormida con la luz encendida. Me extrañó, y como la vi muy rígida sobre la cama. Me acerqué. Y …
Flor se cubrió el rostro con las manos.


Un silencio helado flotó en la habitación. 
Parecía que todos habían enmudecido. Nada parecía real, ni siquiera la realidad. Fue Pilar de Vega la que tomó las riendas y habló : 

- ¡Dios mío!…Violeta…¿Está segura?
- Si… - respondió la joven - avisé a mi padre que ya se había retirado a descansar, y a David Martínez, el secretario del coronel..Él le tomó el pulso a la señorita, y no lo encontró. Mi padre acaba de llamar a un médico. Está de camino.

La marquesa de Olmedo contuvo la respiración. El resto de participantes de la sesión se hallaban casi en estado de shock. En medio de aquella conmoción  apareció por la puerta, Adolfo Moliner, el primer camarero.
Con tono grave anunció: 
- Lamentablemente, creo que deben suspender la sesión de esta noche. Violeta Salgado está muy grave. Sospechamos que puede haber fallecido.  El médico está al caer. 



_____________

Capítulo VI
La noche de los cafés 


Aquella fue una de las noches más intempestivas del parador del olvido. Tanto su personal de mantenimiento como los inquilinos habrían de recordarla durante largo tiempo. El parador dejó de ser un idílico refugio en mitad del bosque, y se convirtió en el escenario de una novela policíaca. Todos se vieron inmersos en un océano de perplejidad y tensión, en el que nadie se libró de las sospechas e intrigas. Fue la noche de los cafés y los interrogatorios. Una noche que muchos nunca hubieran imaginado.

El médico dictaminó muerte por ingestión, y después se concluyó que el guiso de Luisa podría ser el causante de ello. 

El jefe de policía local llegó al poco tiempo acompañado de varios de sus hombres. Al conocer la opinión del médico llamó a la jefatura central y de allí le avisaron de que Luis Bermúdez, el inspector de homicidios de Oviedo iba a presentarse en el lugar de autos.

La policía después de sopesar los indicios estuvo de acuerdo en que se hallaban ante un caso de posible asesinato. El móvil habían sido las setas servidas durante la cena.
Sin embargo, al haber comido casi todos los inquilinos del mismo guiso, se envió al laboratorio los restos de comida que habían quedado, y se ordenó la inmediata autopsia del cadáver de Violeta Salgado, que envuelto en una manta fue sacado del parador. 
Todos los inquilinos se hallaban conmocionados por el curso de los acontecimientos, todos menos uno, que en silencio se felicitaba por cómo se iban resolviendo las cosas. Alguien para quien la desaparición de Violeta era algo largamente deseado. 



_____________



Luis Bermúdez, prestigioso inspector de policía, llegó al parador cerca de las dos de la madrugada. Proveniente de Oviedo, tuvo que apretar mucho el acelerador para llegar a tiempo al parador y tomar las riendas del caso. Varios de sus hombres le acompañaban.

La noche transcurrió en medio de una soporífera nube en la que las sospechas emergieron de forma insoportable.
De todos los inquilinos del parador, el único que parecía sentir la pérdida de Violeta, fue Julián Sepulveda, pues a pesar del poco tiempo que la conocía, le caía bien, y sentía cierta afinidad con ella, por ser blanco de envidias, y críticas. Además sentía cierto pesar, no exento de culpabilidad, por no haberse preocupado por ella cuando supo de su repentino malestar. No podía dejar de sorprenderle el hecho de que una mujer tan joven y bella hubiese sido alcanzada por la muerte. 
Alberto Reinosa se hallaba compungido también, aunque el recuerdo de la extraña escena vívida en el dormitorio de la marquesa era tan fuerte que no podía pensar en otra cosa. Tenía las joyas en su poder, pero había sido sorprendido por la camarera, que además parecía fascinada por él. 
Recordó el beso. 
Algo nuevo se abrió en su interior.
Debía avisar a los tipos de Valencia de que había llevado con éxito el plan. 
Pero en medio de eso Violeta Salgado había muerto, tal vez asesinada. Debía mantener la calma mientras buscaba el modo de hablar con la tímida camarera. 
Miró a sus padres, parecían haber recibido la noticia con cierto alivio. Eso le enfureció.

Las "Hijas del viento" se hallaban impresionadas por la noticia, aunque no fingieron ningún sentimiento hacia la fallecida. Excepto Pilar de la Vega, quien no dejaba de culparse por el triste destino de Violeta, y parecía sinceramente afectada. Vicente Reinosa recibió la noticia con asombro, pero no pudo disimular sentir cierto desahogo. Su esposa Rosalía se percató de ello, y también se sintió aliviada. Ricardo Pulido, en cambio, no disimuló la satisfacción que aquella noticia le producía. La escritora Claudia Romerales se notaba más angustiada que el resto, pues no dejaba de madurar cierta idea en su cabeza respecto al asunto. Lo mismo le sucedía a Manuel Cervera, el coronel, que relacionó todas sus aprehensión de días anteriores con el luctuoso hecho.
Roberto Leiva,  el dueño del parador, su esposa y todo el personal de mantenimiento se enfrentaron al asunto con resignación y entereza. Luisa y Jacinta  prepararon café para todo el mundo, pues se preveía que la noche iba a ser larga.



_____________



La sala de estar fue el punto de reunión de todos los inquilinos del parador durante aquellas tensas horas. El desconcierto y el temor prevalecieron entre aquellas paredes, mientras la policía iba tomando declaraciones de todos los presentes. Como en una procesión silenciosa fueron desfilando todos los invitados sucesivamente hasta el saloncito, lugar donde la policía realizaba los interrogatorios. Sumidos en vagas conversaciones y con la inquietud reflejada en sus rostros, esperaban cada uno su turno de ser llamados para que les tomaran declaración. 
Una nube de sospechas y angustia flotaba entre los allí presentes. Serían las 3 de la mañana cuando Luis Bermúdez, inspector de homicidios de Oviedo, les explicó la situación. 
- No se alarmen, pero en vista de los numerosos indicios de asesinato, y mientras esperamos los resultados del laboratorio, quedan todos retenidos en el parador. No podrán salir de aquí mientras la situación no se resuelva; Cualquier diligencia que deseen hacer deberán consultarla con nosotros. Deberán responder las preguntas que les haremos. Les rogamos su colaboración para la resolución del caso. Muchas gracias. 

Todos se miraron contrariados, como no dando crédito a las palabras del inspector. Parecía que el destino les estaba gastando una broma. Lo que iban a ser unas placenteras vacaciones se había transformado de repente en aquel absurdo y oscuro episodio. 
El reloj de cuco marcó la hora en punto cuando Pilar de la Vega,  quinta Marquesa de Olmedo, y organizadora de aquel encuentro espiritista, fue llamada a declarar. Afuera el viento golpeaba con virulencia los cristales. Nunca los elementos estuvieron tan en consonancia con lo que sucedía en el interior. 
El silencio era una melodía insoportable.  Las miradas de los allí presentes se cruzaban ansiosas como buscando una respuesta que ya presentían sería demoledora.
Todos los inquilinos desfilaron por el saloncito para los interrogatorios policiales.
A pesar de la angustiosa pesadez y de la ralentización del tiempo, la mañana llegó al parador, frustrante y sin ninguna novedad.




______________




Los días siguientes transcurrieron en una tensa calma. Nadie podía entrar o salir del parador sin el permiso previo de la policía, y por supuesto, cualquiera que tuviera que hacer una diligencia fuera debía ser acompañado por un agente, regresando al parador de inmediato. Todos los invitados colaboraron en la medida de lo posible con la policía, aunque la mayoría no ocultaron su descontento. Las sesiones ocultistas fueron suspendidas hasta el esclarecimiento del caso. Llegaron a las inmediaciones de Covamundi varios corresponsales de "El Caso", y de TVE a cubrir la noticia. 
Después de una semana y media, tiempo en que la policía estuvo recogiendo pruebas y declaraciones, y ya con los resultados de  la autopsia de Violeta en sus manos, Luis Bermúdez reunió a todos los implicados para informarles de las últimas noticias del caso de Violeta Salgado.
Los ánimos durante aquellos diez días posteriores a la desaparición de Violeta estaban tan bajos en el parador que cualquier novedad se recibía con interés. 
Uno a uno fueron entrando en la sala de estar todos los inquilinos, así como el personal de mantenimiento. 



____________

Capítulo VII
El inspector Bermúdez 



El reloj de cuco marcó las cinco de la tarde. 
Sentados en torno a la mesa del té, los implicados en el caso, y el servicio doméstico del parador, mantenían su mirada expectante en 
la imponente figura del inspector Bermúdez, quien con un habano en su mano derecha comenzó su exposición.

- No les entretendré mucho tiempo. Solo quiero agradecerles su colaboración con mis hombres durante estos días. Tenemos ya las pruebas de laboratorio y tal y como sospechábamos la causa del fallecimiento de Violeta Salgado fue la ingestión accidental o intencionada de un hongo venenoso, que crece en estos parajes. Analizados los restos del guiso de setas del que todos comieron no se encontró ningún indicio de este mortífero hongo, por lo que el mismo debió ser puesto en el plato de Violeta unos minutos antes de que le fuera servido. Cualquiera de ustedes pudo tener esa oportunidad.  Sin embargo, no podemos obviar que quien lo hiciera pudo seguir la orden dada por alguien. Les cuento esto para que vean que sopesamos todas las posibilidades.  Llegado este punto, nos hicimos la siguiente pregunta, ¿quiénes odiaban tanto a Violeta como para desear su muerte? Durante nuestras indagaciones hemos descubierto que la susodicha no gozaba de mucha popularidad entre el personal femenino, en cambio, despertaba bastante admiración entre los caballeros. 
Al llegar a este punto el inspector clavó su mirada en Vicente Reinosa, quien apurado exclamó:
- ¿A dónde quiere ir a parar? Todos admirábamos a la pobre Violeta, y no creo que ninguno de nosotros le deseara ningún mal. 
Luis Bermúdez contrajo su rostro y con una grave expresión preguntó :
- ¿Está seguro?
- ¡Completamente! - respondió tajante el aludido ante la mirada alterada de su esposa.
Luis Bermúdez hizo una mueca y se irguió de nuevo. 
- Bien, el cadáver de Violeta no opina lo mismo, pues alguien debió tener una poderosa razón para borrar a la señorita Salgado del mapa,  alguien que ahora mismo está presente en esta sala…
La consternación fue en aumento y también la irritación por las formas del inspector. Manuel Cervera bastante ofuscado alzó la voz :
- Que hayamos cambiado de régimen recientemente no es motivo para que se pierdan los modales, señor Bermúdez. Creo que se está usted excediendo. Demasiado humillante es que nos haya tenido más de una semana retenidos contra nuestra voluntad haciendo caer las sospechas sobre nosotros, para que también ahora nos martirice con este tipo de artimañas. Si tiene alguna prueba contra alguno de nosotros, expóngala aquí mismo, si no guardase sus insinuaciones y finalicemos de una vez este teatro. Conozco mis derechos, y usted…
Luis Bermúdez  no pudo evitar esbozar una media sonrisa al escuchar al antiguo coronel del ejército. Aunque nunca lo hubiera admitido, admiraba a esos hombres de la vieja escuela, aguerridos y valientes, y siempre los ponía de ejemplo ante los jóvenes agentes que ingresaban en el cuerpo policial. 
Fernando Arteaga, quien tenía un completo dominio de sus nervios, pensó que había llegado el momento de exponer su descontento por las formas de la policía durante aquellos días. Cómo intelectual respetado, y hombre de mundo, debía protestar por los continuos atropellos de las fuerzas del orden durante la investigación del caso. 
- Estoy de acuerdo con el coronel.  Esto es abuso de poder, y algunos aquí conocemos nuestros derechos…
El rostro del afamado escritor tomó un matiz rojizo.

- ¡Calma, calma!. Les ruego que no malinterpreten mis palabras. Sé que están deseando que se finalice la historia, nosotros también, solo quería exponer nuestras pesquisas. Les pido disculpas por el tono, pero les recuerdo que no estamos en una fiesta campestre. Esto es un caso de asesinato,  y sólo quería hacerles saber cómo hemos llegado a desentrañar el nombre del culpable.
Al llegar a este punto Luis Bermúdez se giró y fijó su mirada en Alberto Reinosa,  quien confundido desafío al policía con su mirada.
- Es usted un joven con muchos recursos, ¿no? - Le preguntó en tono enigmático 
Vicente Reinosa saltó en su asiento y exclamó furioso :
- ¿Ahora la toma con mi hijo? ¿Quién se ha creído que es?
El inspector alzó las manos y exclamó: 
- Les vuelvo a pedir que se calmen.
Luis Bermúdez se acercó más al joven. 
- Tiene usted una facultad especial para meterse en líos, ¿no? Le vieron hablar con Violeta la noche anterior…Parecía usted muy interesado en ella…
Alberto suspiró aliviado al comprobar que la policía desconocía el otro asunto. Durante aquella intensa semana había intentado sin éxito hablar con Matilde, pero ella le había rehuido.  Debido a encontrarse bajo arresto policial no había podido contactar con los jefes de la banda para avisarles de que el plan había sufrido un contratiempo. 
Había devuelto el collar de la marquesa a su sitio, temeroso de ser delatado por Matilde, y en vista de los graves acontecimientos. Dominando sus emociones, desafío al policía. 

- Sí, lo hice, ¿desde cuando mostrar interés por una mujer hermosa es delito? 
Luis Bermúdez esbozó una radiante sonrisa,  y con un tono divertido exclamó:
- ¡Touché!
Después de recorrer su mirada por los rostros de los allí presentes siguió con su exposición. 
- Cualquiera tuvo razones de peso para eliminar a Violeta. Un amante despechado, una esposa engañada, alguien que codiciase todo lo que ella poseía…
Fijó su mirada en Natalia Prado y le espetó de repente:
- Alguien le vio clavar alfileres a un muñeco de trapo delante de una fotografía de Violeta la tarde de autos. 
Natalia enrojeció, y después de unos momentos de confusión agregó:
- Bueno, el vudú es una práctica común en América..
- Y la envidia se practica en todas partes, ¿no, señorita Prado?. Alguna gente coincide en que su inquina a Violeta era algo enfermiza.  Usted le llevó la bandeja con el guiso de setas… 
Natalia después de soportar la presión, e incapaz de contener sus emociones por más tiempo estalló en llanto.
- ¡Yo no fui, yo no fui!. Solo quería canalizar la negatividad…No mataría ni una mosca…
Aurora Gallardo acudió a consolar a su prima. Después de secar sus lágrimas, y reconfortarla, se dirigió al jefe de policía. 
- Señor Bermúdez, mi prima es muy impresionable,  y puede ser algo hosca a veces, pero le aseguro que jamás le haría daño a nadie. 
Luis Bermúdez estudió la escena divertido, pero después de unos instantes su rostro se endureció. 
- Ha llegado el momento  - exclamó en tono grave
Con paso firme se dirigió hacia donde se hallaba sentado Jaime Suárez y le dijo : 
- Queda usted detenido como principal sospechoso del asesinato de Violeta Salgado, su ex mujer. Cualquier cosa que diga ahora será utilizada en su contra.

El estupor que aquellas palabras produjeron sería imposible describir aquí.
El aludido abrió los ojos desmesuradamente, y se levantó de su asiento exclamando :
- ¿Qué? ¿De qué me está hablando, inspector? 
La ira resplandecía en sus ojos mientras señalaba a Luis Bermúdez. Los hombres del inspector ya sabían que podía ser un hombre bastante peligroso. Se abalanzaron sobre él para esposarle, mientras el detenido no dejaba de exclamar:
- ¡Soy una cabeza de turco! ¡Una maldita cabeza de turco!



______________



Jaime Suárez fue llevado en un furgón a la prisión de Oviedo. Corresponsales de varios periódicos y radios de todo el país cubrieron la noticia esa noche.
"El asesino de la Reina de la prensa rosa ha sido detenido ".
Todos los inquilinos del parador respiraron aliviados con la resolución del caso. Violeta Salgado había muerto a manos de su ex marido en un claro caso de venganza. 
Ahora había que enterrar la angustia vívida esos días de incertidumbre y sospechas, y continuar cada uno con sus vidas. Las sesiones espiritistas se reanudaron a la hora acostumbrada todas las noches, aunque sin el entusiasmo de los primeros días. Todos percibían la sombra de la fatalidad planeando sobre el parador.




____________

Capítulo VIII
El funeral


El funeral de Violeta Salgado se celebró en Madrid en un acto íntimo al que acudieron algunos amigos de la fallecida. Paralelamente, en la iglesia de Covamundi, se celebró también un oficio religioso por la paz de su alma. Los inquilinos del parador acudieron al completo, así como la gran mayoría de los habitantes del pueblo. 

Al finalizar el mismo y de regreso al parador, Julián Sepulveda, fuertemente conmocionado por los acontecimientos recientes decidió tener una conversación con Eulalia Freire. 
Sabía que había llegado el momento, y ya no podía demorarlo más. La joven le gustaba, aunque bien es cierto que no le inspiraba una fuerte pasión amorosa, sino más bien una afinidad espiritual y de carácter, impresionante, y la veía como una compañera agradable con quien se sentía a gusto. Una buena amiga, dulce y tranquila, con quien sería estupendo compartir el resto de su vida. Aunque la razón más importante y por la que había decidido dar ese paso se hallaba en el corazón de Graciela, y en su necesidad de tener una madre.

- Me gustaría hablar contigo a solas Eulalia. -  la joven tembló ligeramente sorprendida. 
Se hallaban en el vestíbulo del parador. 
- Habían comido algo en el pueblo al finalizar las exequias por el alma de Violeta, y al regresar, todos los inquilinos habían subido a sus habitaciones.

Era 31 de Octubre, y esa noche se iba a celebrar la sesión espiritista más importante del año, por ser la de la Noche de Difuntos, previa a la festividad del día de Todos los Santos. También iba a ser la última sesión de las "Hijas del viento" en "El Parador del olvido". 
A la semana siguiente, cada uno, regresaría a su lugar de origen, y probablemente ellos no volverían a verse.

Eulalia miró al hombre que había curado su corazón con su presencia y amistad, e incapaz de ocultar su turbación, le dijo :
- Sí, claro…
- Bien -  agregó él - ¿te viene bien ahora? 
- ¡Oh, sí!, pero voy a avisar a la marquesa…
Julián Sepulveda asintió con la cabeza, y después se dirigió al jardín central para esperar a Eulalia, quien con el corazón golpeándole el pecho subió las escaleras hasta la habitación de su jefa. Lo que allí descubrió iba a marcar su destino para siempre.


_____________


Pilar de la Vega se hallaba reunida con las "Hijas del viento", y no se encontraba en su habitación.
Eulalia recordó que la marquesa le había dicho que enviara unas cartas a su finca de Segovia, y como no tenía papel de cartas decidió buscar en el escritorio de su jefa. Abrió el cajón y al coger el paquete de cartas una fotografía cayó al suelo. 
La recogió y al mirarla notó algo extraño, pues en ella se veía a su jefa,  muchos años atrás, al lado de una joven con cofia que recordaba a la malograda Violeta. Se hallaban las dos mujeres frente a lo que parecía ser un hotel. En el reverso podía leerse :

Violeta y Cecilia
En Capri 1961

Era muy extraño que no pusiese Pilar; Mientras pensaba en esto escuchó unos pasos tras ella, seguidos de una respiración agitada, al volverse vio a su jefa clavar sus ojos en ella.
- ¡Oh, Pilar!, disculpe, vine a buscar papel de cartas y vi esta fotografía. La de la foto parece Violeta, ¡pobre!...
Pilar de la Vega ya no era la afable mujer de mundo que todos conocían. Sus ojos penetrantes, más que mirar, parecían querer atravesar a Eulalia, quien en ese momento no acababa de comprender lo que acababa de suceder.
La marquesa cogió la fotografía y la depositó en el cajón sin decir nada.
Julián Sepulveda me ha invitado a dar un paseo. Volveré enseguida - alegó Eulalia tratando de ocultar su turbación 
La marquesa la miró de arriba a abajo con expresión burlona.
- Haciéndote ilusiones con él, ¿eh? - le dijo su jefa en tono mordaz  - ¿Acaso no te has mirado bien al espejo? Yo de ti no lo intentaría, te llevarás un chasco…
Eulalia avergonzada bajó los ojos. Nunca sabía cómo comportarse en situaciones así.
- ¡Oh, yo no!... 
- Venga, - insistió la marquesa mirando a su dama de compañía como a una cobaya - que te he estado observando estos días. Que su hija necesite una madre no quiere decir que él se haya vuelto loco. Puede tener las que quiera, con solo chasquear los dedos, ¿por qué te iba a preferir a ti? una simple mosquita muerta…
- Señora marquesa. Yo… -  repuso Eulalia intentando enfrentar el tono hiriente de su jefa
- Tú, ¿qué?... - agregó Pilar de la Vega con el rostro desencajado 
- Usted no debería hablarme así… - alegó la joven sin atreverse a mirar a la marquesa 
- Tú no deberías espiar las habitaciones de la gente…
- Yo no hice eso, buscaba papel de cartas, nada más. Le ruego, me disculpe - se defendió Eulalia conteniendo sus lágrimas. 
- Vale , ve con él. Y prepara los pañuelos… Luego no digas que no te avisaron…
Eulalia, confundida y humillada, salió de la habitación. 



____________



Claudia Romerales se hallaba extenuada, tanto física como emocionalmente. La semana y media de arresto policial la había puesto a prueba. Se sentía marcada, no sólo por las malas formas de los agentes de policía, sino por el hecho de verse inmersa en una maraña de intrigas y sospechas.  Desde la muerte de Violeta no había cruzado una palabra con Natalia Prado, y su aprehensión contra la echadora de cartas iba en aumento conforme los días pasaban, sin lograr quitarse de la cabeza que la prima de Aurora había tenido algo que ver en la muerte de Violeta. 
Claudia se sentía vieja, cansada. Decidió tomarse una siesta hasta la hora de la cena. Esa noche tenían la última sesión espiritista, y al día siguiente se celebraba la festividad de todos los Santos. El lunes abandonaría el parador para siempre. 
Una vez en su cama cerró los ojos y antes de dormirse vio el esbozo de su próxima novela.
Los ojos del mal…
Así se llamaría recordando la mirada de Natalia Prado al observar a Violeta. 



______________


 
Ensimismado y ausente de cuanto le rodeaba, Fernando Arteaga contemplaba el océano. La vida era una extraña playa. Violeta, al fin, descansaba en paz. Mañana le tocaría a él.  Subiría a la barca, y partiría. Había llegado el momento de llevar a cabo lo que había decidido. El círculo se cerraría.  Margarita y sus padres descansarían en paz.
Cerró los ojos compungido al evocar la mirada hostil de Violeta Salgado, años atrás, cuando él intentó cortejarla. El tono hiriente de la ex corista junto a su soberbia le dejaron un poso amargo; Y más tarde usó esta frustración para crear uno de sus personajes literarios más famosos : La condesa Oriola.
En su última novela había matado a semejante dama, nacida de su imaginación, que era como matar el insoportable deseo que había sentido por Violeta.
Amor y Deseo;
Margarita y Violeta; 
Las dos muertas, las dos inalcanzables…
Y él, sintiéndose responsable de que hubieran desaparecido.



___________

Capítulo IX
Sentimientos y recuerdos 




Matilde Roca se hallaba en su cuarto leyendo una breve nota que Alberto Reinosa le había escrito. Durante una semana había evitado encontrarse a solas con él, pese a la insistencia del joven. La camarera no dejaba de darle vueltas al asunto de haber sorprendido a Alberto en la habitación de la marquesa, como tampoco podía olvidar el beso que él le había dado, pues había sido su primer beso. No había contado a nadie lo que había presenciado y se encontraba en una lucha entre su cabeza y su corazón.
Releyó lo que el joven le había escrito.

Señorita Matilde.
Necesito hablar con usted urgentemente. Es muy importante.  Por favor, acuda esta tarde al Mirador de la colina, yo la estaré esperando. 

Alberto 

Matilde suspiró recreándose en la letra del joven. 
Evocó el atractivo rostro de Alberto, su natural elegancia, sus impecables modales, y comprendió al fin que estaba perdidamente enamorada, y ya no tenía fuerzas para seguir luchando contra sus sentimientos. 





Jacinta Leiva arreglaba los floreros del salón pensando en sus cosas. Esa noche iba a celebrarse la última sesión espiritista de las "Hijas del viento", y el lunes siguiente los invitados de Pilar de la Vega abandonarían el parador. Estaba deseando que eso sucediera. Las dos semanas habían sido muy estresantes, ello unido a la creciente amistad de su hija con el secretario del coronel, la cual no dejaba de preocuparle, aunque ya empezaba a verle su lado bueno, pues parecía que la cosa iba en serio. Luego estaban las historias que su hijo pequeño le había contado sobre las brujas, como él las llamaba. Y el hecho de haberse enfrentado por primera vez a un caso de asesinato. Tenía motivos de sobra para desear que todo terminara, y poder olvidar aquel asunto definitivamente. 
- El lunes las brujas habrán desaparecido, mamá;  Y al fin habrá paz - exclamó Paquito que estaba tomando la merienda
- Te he dicho muchas veces que no la llames brujas…- le regañó su madre
- Pero lo son, mamá, y muy peligrosas. Recuerda lo que vi en el cobertizo…y aún hay otra cosa que no he contado a nadie…
Su madre lo miró de soslayo pensando que el niño necesitaba amigos de su edad para no estar siempre fabulando historias, sin embargo, algo en la mirada de su hijo le hizo prestar atención. 



______________




Úrsula Tellez se notaba agobiada.  Desde su llegada al parador había albergado un peso en el corazón, un oscuro sentimiento del que no lograba zafarse. Había intentado en vano luchar contra él, pues había tomado más fuerza. Sin embargo, la muerte de Violeta lo había disipado por completo.
Desde que la conociera tiempo atrás, Úrsula Tellez intuía que Violeta Salgado no era buena. Intentó, sin éxito, alejarla de la marquesa, pero en vista de su fracaso se dedicó a evitar a toda costa cualquier trato con ella. No obstante,  durante su estancia en el parador el trato con Violeta fue inevitable. Esto había enervado profundamente a la anciana, pues en los últimos tiempos había notado como un creciente impulso emergía en su interior hacia la reina del papel couché. La naturaleza de ese impulso era muy negativa y oscura. Así lo notaba Úrsula, que luchó con todas sus fuerzas contra el impulso casi incontrolable de hacerle daño a Violeta.  Jamás en su vida había albergado ningún sentimiento parecido contra nadie, y eso en sí le preocupaba más que controlar el impulso criminal. Estaba segura de que jamás le haría daño alguno a Violeta,  pero el solo hecho de sentir ese deseo la desarmaba por completo. 
La muerte de Violeta Salgado puso fin a aquel negro sentimiento. Sin embargo, los remordimientos no la dejaban en paz, pues se tenía por un espíritu luminoso y evolucionado, y sabía que el odio era una señal inequívoca de que se había alejado del Bien. 
Pensó que lo mejor para limpiar su alma del Karma acumulado era rezar por el alma de Violeta, así que después del funeral había encendido una vela por ella en la Iglesia, y esa misma noche iba a llenar su baño de velas de difuntos por el eterno descanso de Violeta. 
Tampoco podía dejar de pensar en el caso que los había tenido retenidos durante aquella semana y media; pues, al contrario que el resto de inquilinos del parador, no estaba satisfecha de cómo se había resuelto el crimen. Jaime Suárez podría ser un indeseable, un ex presidiario, pero no lo veía como el asesino de Violeta, y sin embargo, la policía parecía haber tenido pruebas irrefutables para su detención. Pensó que debía intentar olvidar el asunto, y centrarse en la sesión de esa noche. Recordó el guiso de Luisa, el móvil del crimen, y como ella se lo había recomendado a las "Hijas del viento" hablándoles tantas veces de aquel exquisito plato.  De pronto, sus ojos se abrieron de par en par al recordar un pequeño detalle en el que entonces no reparó, y que ahora a la luz de los acontecimientos recientes cobraba un nuevo cariz.
Tragó saliva, y se sintió desfallecer;
La anciana fue a la ventana para que el aire la reanimara, y de nuevo escuchó aquella frase retumbar en su cerebro : 

"Es un libro sobre el estudio de hongo y setas…"


_______________


Matilde llegó al Mirador a las cuatro en punto. El océano parecía fundido con el cielo, cuyo color grisáceo presagiaba tormenta. Como el tiempo comenzaba a cambiar se había puesto una fina chaqueta.  Tenía el corazón en un puño pues era la primera vez que hablaban desde aquella noche, y no estaba preparada para enfrentar lo que él pudiera decirle. Al llegar al lugar de la cita se alegró de que él no estuviera, pues así tendría tiempo para serenarse.
Las olas chocaban contra las rocas como desafiando alguna ley, y en el espíritu romántico de Matilde algo pugnaba por salir.
Ensimismada en sus pensamientos estaba cuando oyó una voz tras ella, una voz de suave y elegante timbre.
-'Disculpe la demora…
Matilde se giró y contempló el rostro del hombre del que se había enamorado, probablemente también el rostro de un criminal. 
- No importa…
Alberto sabía lo que la muchacha podía estar pensando y como él era muy directo decidió jugársela, sin embargo, algo le oprimía el pecho.
La joven parecía tan frágil y tan fuerte al mismo tiempo.  Eso le desconcertaba, y también le atraía. 

- Sé lo que usted piensa de mí, - comenzó Alberto - pero quiero que sepa que no soy ningún criminal.  Necesitaba urgentemente ese dinero, y conocí a cierta gente… - se paró para mirar a la chica fijamente  - Era mi primer trabajo, pero ya se ha terminado. Devolví a su lugar lo que había cogido, así que puede usted estar tranquila. También quiero agradecerle que no avisara a la policía…
Matilde abrió la boca para tomar aire asombrada del ímpetu del joven, pero feliz de lo que había escuchado. 
- Bueno, me alegro que lo devolviera, aunque yo jamás le hubiera delatado 
Fue algo en el tono de la joven lo que convenció a Alberto. En su corta vida de galán había cortejado a muchas chicas, su fama de mujeriego le precedía en sus días de estudiante, sin embargo, por primera vez el joven notaba que estaba delante de algo diferente, y que ese había sido el principal motivo de que devolviese las joyas a su lugar. 
Miró a Matilde intensamente antes de susurrar : 
- Creo que me he enamorado de usted…
La joven sin dar crédito a lo que acababa de escuchar sonrió,  y sorprendida de sí misma agregó : 
- Yo también…
No hizo falta más palabras.



______________

Capítulo X
Te encontré en un sueño 


Aurora Gallardo se frotaba sus doloridas sienes. Se había tomado una aspirina para la jaqueca, y mientras esperaba el efecto, divagaba sobre los acontecimientos recientes. Apenas había visto a Jaime Suárez, sin embargo, algo en su interior le decía que no podía ser el asesino de Violeta Salgado. Si sus intuiciones eran ciertas entre las paredes del parador se hallaba aún el criminal y puede que fuera uno de los invitados de la marquesa. Al llegar a este punto recordó la sesión de esa noche, y lo importante que era por tratarse de la noche de difuntos. Pensó en su prima Natalia, que se hallaba algo alterada con los últimos acontecimientos del parador; Y entonces recordó un pequeño detalle que en su momento había pasado por alto. Al caer ahora en la importancia de este detalle se quedó paralizada y sintió congelarse el aliento.
"¡Santo Cielo!…"


 
_______________



Julián Sepulveda miró el suave rostro de Eulalia y trato de encontrar las palabras precisas para lo que iba a decir. La joven parecía algo compungida. Se hallaban en la rosaleda central de los jardines y el sol caía perezoso aquella tarde del 31 de octubre.
- Eulalia, yo… - empezó el cantante
La mujer lo observaba sin quitar su pensamiento de la inquietante escena vívida en el dormitorio de la marquesa. No comprendía qué es lo que había irritado tanto a su jefa y porque ésta la había humillado tanto. Miró el amado rostro de Julián, y no pudo evitar que se le escapasen unas lágrimas. El célebre cantante se percató de ello y le preguntó suavemente:
- ¿Todo bien?
La joven lo contempló atónita,  sin dar crédito a la atención que él le brindaba.
Julián siguió hablando aunque entrecortadamente.
- No soy muy bueno hablando, lo mío es cantar - hizo una pausa para tomar aire y dijo - … ¿quieres casarte conmigo?



_____________



Luisa preparaba la cena, desde el asesinato de Violeta Salgado había perdido su habitual buen humor. Su marido lo había advertido, pues ya no la escuchaba canturrear entre los fogones, y protestaba por todo. Es cierto que el crimen había afectado a todo el personal doméstico del parador , pero a ella le había afectado más que a nadie. Se la veía envejecida, y triste. Haber preparado la cena que habría de costarle la vida a Violeta Salgado era algo que no se quitaba de la cabeza, también haber tenido que soportar interrogatorios y las malas formas de los agentes de policía. Pensó que ya era hora de jubilarse, y dedicarse a sus cosas. Aunque había algo que giraba en su cabeza y para lo que no lograba hallar una respuesta. El tema era la desaparición de uno de los cacillos para el té el día de la muerte de Violeta, y su reaparición posterior. Era algo muy extraño, ¿para qué habría querido nadie ese cacillo? Esto no dejaba de inquietarle, pues intuía que estaba relacionado con la muerte de Violeta Salgado. Suspiró profundamente,  intentando pensar en otra cosa, pues se notaba nerviosa. Se concentró en las patatas que hervían en la olla grande. Era noche de difuntos, y sabía que las brujas habían preparado algo especial. Notó un escalofrío recorrer su espina dorsal, después intentó calmarse al pensar que el lunes aquella insoportable expedición habría abandonado el parador para siempre.  Se sintió mejor. 


_____________


Jacinta miró a su hijo reflexionando sobre lo que el chiquillo le había revelado. Según este, había sorprendido una conversación entre Violeta Salgado y la marquesa; en la misma, la difunta se refería a Pilar de la Vega, por otro nombre, y a esta le molestaba mucho.

"- No vuelvas a llamarme Cecilia, o…",  fue lo que le espetó la marquesa a Violeta, y la otra se rió, mamá, se rió, y volvió a llamarla por ese otro nombre. La cara que puso la marquesa me produjo escalofríos. Que ganas tengo de que esas brujas abandonen nuestra casa, mamá."

Jacinta frunció el ceño pensando en lo que su hijo le había relatado , y aunque no lograba entonces comprender lo que significaba sabía que era importante.



____________


Eulalia entró en su habitación con el corazón acelerado.  Había recibido su primera propuesta de matrimonio, y nada menos que de Julián Sepulveda.  Parecía algo irreal, como sacado de un sueño, pero había sucedido. Fue hacia el espejo del tocador y se miró.  Tenía las mejillas enrojecidas, y un nuevo brillo en los ojos.  Su ritmo cardíaco parecía desbordado, se sentía feliz, pero no era una felicidad normal, era como una exaltación de su ánimo que resultaba casi angustiosa, y el motivo era la inquietud que su conversación con la marquesa le había producido,  y el porqué su jefa había sido tan hiriente con ella. Bueno, ahora no debía pensar en eso, pues su vida acababa de dar un brusco giro, y el amor al fin había hecho acto de presencia. Se tumbó en su cama y sonrió con los ojos cerrados mientras se recreaba en las palabras que Julián le había dicho. Ni en sus más descabellados sueños se hubiera atrevido a imaginar algo así.
Julián Sepulveda le había pedido matrimonio; a ella, por la que ningún hombre había mostrado nunca interés alguno. Era como un cuento. 
Después de vagar unos instantes por aquel etéreo pasaje de felices sensaciones, se levantó de un salto, y se dedicó a prepararse para la cena. Las "Hijas del viento" tenían esa noche su última sesión, y Julián estaría con ellas. Pensó también en Graciela y lo feliz que la joven recibiría la noticia. Se puso a cantar un famoso tema de Julián mientras se vestía para la cena.


"Te encontré en un sueño;
te adoré;
te hiciste necesaria…"


____________


"El lunes todo habrá terminado", se decía el anciano coronel. 
Todos, menos Violeta, que yacía enterrada en un cementerio de Madrid. Manuel Cervera sintió un escalofrío al recordar la mirada de Jaime Suárez al ser detenido. Desde aquel día no había podido zafarse de la sensación de que en el caso de Violeta no estaba todo dicho, y que la policía se había precipitado en su afán por resolver el caso. Se ajustó el nudo de la corbata. Se sintió viejo y cansado. Recordó a su difunta esposa y todo lo que ella se había llevado. Conteniendo una lágrima cogió un clavel y se lo colocó en la solapa.  Tarareando una vieja canción bajó al salón. 



______________

Capítulo XI
La última sesión 


La mesa para la última sesión estaba preparada. Era noche de difuntos, y afuera el viento no dejaba de recordarlo. Durante la cena todos los comensales habían estado más callados que de costumbre.  Era normal, después de los acontecimientos de la última semana. A todos les había afectado. Sólo Julián y Eulalia parecían más animados, aunque el motivo era desconocido por todos. 
A las 22:30 fueron entrando todos al saloncito. Era la tercera reunión que se celebraba desde la reanudación de las sesiones el día que Jaime Suárez fue detenido. 
Como era norma habitual, los inquilinos que no participaban en las sesiones se quedaron en la sala de estar. Alberto y la camarera Matilde charlaban animadamente, mientras los demás jugaban a las cartas. Eulalia se hallaba leyendo su novela, aunque no podía concentrarse en la lectura. Graciela y Paquito jugaban al Parchís. Era noche de difuntos y era algo que se notaba en el ambiente. 


_____________



Aurora Gallardo gemía desconsolada. En torno a la mesa, nueve almas la escuchaban.
La melena de la médium se balanceaba lánguidamente mientras una voz gutural salía de su garganta.
La entidad estaba advirtiendo…

- ….Ella, ella…ella
La voz del más allá flotaba apenas entre los presentes. La desgracia era a la vida, lo que la noche al día. Algo imposible de lo que librarse. 
-  ¿Quién? ¿de quién hablas?- preguntaba Natalia con insistencia 
La tensión se hizo más opresiva
- Peligro, peligro…
Un golpe helado choco contra los cristales y todos salraron en sus asientos.
La voz continuó : 

- Ella, ella puede morir



_____________




Eulalia Freire leyó la nota que había entre las páginas de su libro algo inquieta. Alguien la había citado en el mirador a las 12:45. No reconoció la letra, pues estaba escrita con mayúsculas.  Releyó lo que había escrito.

La espero a las 12:45 en el Mirador. Algo de vital importancia debe ser revelado. Acuda sola.



Miró el reloj, aún faltaba media hora. Pero le extrañaba la misiva, y lo intempestivo de la hora. Las sesiones finalizaban normalmente sobre las 12: 15 o 30, así que se imaginó que alguno de los participantes de la sesión quería decirle algo. 
Guardó la nota y volvió a la lectura, pero sin concentrarse. Se notaba tensa. 


____________



La sesión espiritual finalizó antes de tiempo, pues Aurora se encontraba agotada espiritual y físicamente. La jaqueca que había empezado esa tarde había empeorado.  Cuando se dio por terminada la sesión de la noche de difuntos,  todos respiraron aliviados, aunque nuevamente se hallaban inquietos por las revelaciones de la entidad. 
Fueron subiendo a sus habitaciones, cansados, pero algo aliviados de que las reuniones espiritistas en el parador hubieran terminado. El lunes estarían todos lejos de allí.
En la sala de estar los juegos de mesa habían concluido, y también todos se habían retirado a descansar. Jacinta, ayudada por su hija y por Matilde, estaba colocando las velas de difuntos en la cocina. Luisa había subido hacía rato a acostarse. 
Encima de un banco junto a la pared colocaron el pequeño altar con velas, y varias imágenes de familiares fallecidos de Jacinta y Roberto. Después de rezar un padrenuestro, las tres mujeres salieron de la cocina. 
Desde fuera podía apreciarse el resplandor de las velas que contrastaba con la negritud profunda de la noche.


___________

Capítulo XII
Cecilia 



Eulalia miró su reloj de pulsera; Las 12:40. Pensó que solo necesitaría cinco minutos para llegar al Mirador. No había vuelto a ver a Julián desde la cena, y supuso que ya habría subido a acostarse, pues la sesión, a esa hora ya habría finalizado. 
El Mirador se hallaba situado en lo alto de la colina que daba al mar; Por ser un lugar de frecuente paso y por hallarse tan alto, se hallaba rodeado por una fina valla de acero. El suelo era de forma circular, y en él había construidos dos bancos de piedra; En una esquina se alzaba una farola. La vista desde allí era espectacular, de una belleza abrumadora. 
Eulalia llegó al mirador a las 12:45. 
Casi sin resuello miró en derredor suyo. No había nadie. Pese a la oscuridad de la noche, la luz de la farola era tan potente como cegadora. 
Eulalia contempló la vista del océano, que a esa hora parecía tan imponente como fabulosa.
De pronto, notó una respiración detrás de ella. 
Se giró sobresaltada y vio el rostro de Pilar de la Vega observarla de un modo extraño. 
- ¡Oh, señora! Me asustó usted

Fue muy rápido, tanto que Eulalia no tuvo tiempo de reaccionar cuando las manos de la marquesa se aferraron a su cuello con fiereza animal.
El mundo era una lugar oscuro, lleno de peligros.

Pilar de la Vega, pese a su edad, manifestaba una energía poco común. Sus dedos apretaban el cuello de su dama de compañía con una rabia homicida. 
Eulalia luchaba por zafarse de las manos de la marquesa, mientras su cerebro trataba de hallar una respuesta. De algún modo intuía que aquel imprevisto comportamiento estaba relacionado con la fotografía hallada en el escritorio de la marquesa.  
Aquella vieja foto de su jefa con Violeta…
Recordó las letras del dorso de la imagen

Violeta y Cecilia 
Capri 1961

No tenía sentido sentido;
Y sin embargo, tenía la sensación de que ahora todo encajaba.
La foto era una prueba. De ahí la ira de la marquesa.
Pero…

Eulalia no podía respirar;
Las manos de Pilar de la Vega apretaban su tráquea con la intención de asfixiarla.  
Entonces una fugaz imagen pasó por su mente. Vio a su jefa salir del baño con un cacillo la noche que Violeta había muerto.

" - Estaba hirviendo un poco de tila con el fogón portátil. Me he alterado con lo de Violeta…"

Le había dicho entonces su jefa al ser sorprendida. 

¿Entonces? 
No tuvo dudas;
Pilar de la Vega, Quinta Marquesa de Olmedo, había asesinado a Violeta Salgado. 
En un esfuerzo sobrehumano logró desasirse de su jefa y huyó corriendo del Mirador.
La noche y el mal la seguían. 



Aurora Gallardo ya tumbada en su lecho se notaba tensa. La jaqueca que se había iniciado aquella tarde había alcanzado su punto más alto. La última sesión de las "Hijas del viento" había finalizado antes de su hora, debido a este motivo, pero había algo que no lograba quitarse de la cabeza.
El día de su llegada al parador, antes de la cena, se había cruzado con Pilar de la Vega en el pasillo del primer piso. La marquesa le habló para recordarle algo, entonces Violeta que salía de su habitación se acercó hasta ellas.
Recordó el cálido saludo que la reina de la prensa rosa le dedicó. Había coincidido con ella en varias ocasiones, pues Violeta era íntima amiga de la marquesa, y alguna vez asidua a las sesiones ocultistas, y nunca dejaba de maravillarle su enorme gusto para maquillarse y vestirse. Recordó cómo ella le había devuelto amablemente el saludo. 
Entonces una fugaz visión volvió a pasar ante sus ojos; un rápido destello en el que entonces no reparó, y quedó oculto en su conciencia, pero que esa tarde, al regresar del pueblo, había emergido a la superficie tomando un cariz diferente. Sintió un profundo escalofrío al recordar nuevamente la mirada de aversión con que la marquesa observaba a Violeta. Ahora, casi dos semanas después, y muerta la otra, podía percibir un odio potentísimo y visceral en aquellos ojos, que inmediatamente mutaron su expresión por el de una falsa amabilidad. 
Se preguntó si…




Eulalia avanzaba a través de la noche, pero el pánico le impedía pensar. Sabía que la otra la seguía de cerca, y ahora que la había descubierto no tendría piedad.
Ignoraba dónde se hallaba; El bosque era muy frondoso y la noche tan cerrada y oscura que apenas podía distinguir nada.
Intentó gritar,  pero no pudo.
Sabía que ella estaba cerca, acechándola…
En su lucha por abrirse paso, tropezó y cayó al suelo.
Y fue entonces cuando su perseguidor la alcanzó.
Era impresionante la fuerza desplegada por la marquesa, como si se hallara poseída por algún ente maléfico. 
Eulalia luchó con todas sus fuerzas, pero fue inútil, pues las manos de Pilar de la Vega agarraron su cuello con una fuerza demoledora.
Eulalia rogó al Cielo al pensar que iba a morir;
Y justo cuando las fuerzas la abandonaron, casi al borde de la asfixia, notó unos fuertes brazos sostenerla por encima del mal. Alguien la levantó del suelo y la sostuvo contra su pecho. Eulalia pudo apenas distinguir la  voz del hombre amado susurrarle suavemente: 
Ya pasó todo, pequeña…
Después perdió el conocimiento 


____________


Pilar de la Vega, Quinta Marquesa de Olmedo, al verse descubierta huyó hasta el Mirador y se arrojó al mar. 
Lo que sucedió a continuación hubiera servido de argumento para muchas novelas de intriga. Durante meses y años, en Covamundi no se habló de otra cosa.


****************



EPÍLOGO 


Jaime Suárez fue puesto en libertad y sin cargos tan pronto se conocieron los hechos. Los inquilinos del parador tuvieron que prepararse para otra noche de café e interrogatorios policiales. 
Gracias a la declaración de Eulalia y a la fotografía hallada en el escritorio de la marquesa, se descubrió que Cecilia Tonelli era una hija ilegítima del padre de Pilar de la Vega, sorprendentemente de un asombroso parecido con Pilar, tanto que jamás nadie descubrió que la marquesa de Olmedo en realidad había sido suplantada por su hermanastra Cecilia en 1962. La auténtica Pilar de la Vega, que había adquirido el título de marquesa al contraer matrimonio,  no supo hasta 1961, año en que enviudó, que tenía una hermana en Italia, fruto de una aventura de su padre con una echadora de cartas. Ambas hermanas estuvieron escribiéndose durante un año relatándose los pormenores de su vida. Al fin se conocieron al ser invitada Cecilia al palacete de la marquesa de Olmedo en Segovia. Y fue allí cuando Cecilia pensó en ocupar el puesto de su hermana. Divorciada de un empresario artístico, había visto cómo su status social bajaba considerablemente. Ambiciosa hasta la médula, y sin escrúpulos, empezó a urdir su plan.
El marquesado de Olmedo, con su magnífico palacete, tierras y demás privilegios la esperaban. 

La suplantación se produjo durante un crucero por el Adriático, cuando Cecilia, con su maquiavélico plan trazado, se citó allí con su hermana con el fin de apropiarse de todo lo que ésta poseía, su título nobiliario, su fortuna y su vida. 
Todo esto había sido narrado en el diario secreto de la falsa marquesa, donde confesaba los motivos por los que había urdido su plan. 
Bien era sabido que la auténtica Pilar de la Vega se había convertido en marquesa al casarse, que no había tenido descendencia, y que era una mujer bastante ermitaña, que casi vivía recluida en su finca de Segovia. No obstante, todo el mundo que la conocía había coincidido en el hecho de que había regresado muy cambiada de un viaje por mar que hizo en 1962, demostrando un carácter mucho más extrovertido y desplegando una nueva pasión por el ocultismo. Aunque el parecido de las dos hermanas era tan idéntico que nadie notó nada, salvo que la nueva Pilar de la Vega tenía unos kilos de más. 
Cecilia envenenó a la auténtica marquesa durante aquel crucero por el Adriático en 1962. Era una gran conocedora de hierbas y plantas. Mientras Pilar se hallaba enferma en su camarote a causa de la ingesta de unas hierbas venenosas que Cecilia le administró, hizo el cambio; Por lo que al fallecer su hermanastra, el cadáver que salió del barco no era el de Cecilia como se dijo a todo el mundo, si no el de la marquesa. Ya con su nueva identidad, la nueva Pilar de la Vega, (Cecilia Tonelli) se preparó para su vida de marquesa. Había estudiado con anterioridad no solo los gestos, gustos de vestuario, aficiones, sino todo lo concerniente a su hermanastra, imitando y apropiándose por completo de la identidad de la difunta marquesa. 
Al llegar a su nueva casa, despidió a todo el mundo y contrató personal nuevo. También se alejó de las amistades de la difunta, y de cualquiera que pudiera notar algo, aunque nadie notó nada. Sin embargo,  aquel plan maestro tuvo una importante brecha con la que Cecilia no contaba. A los cinco años de su nueva vida como marquesa de Olmedo, recibió una carta de una antigua doncella suya, de su etapa en Italia. Violeta Salgado. En la carta había incluida una vieja fotografía de las dos mujeres cuando veraneaban en Capri, en 1961.
Cecilia supo que su antigua doncella, Violeta Salgado, había descubierto quién era ella y que sus intenciones no eran otras que las de hacerle chantaje.
Las sospechas quedaron al descubierto cuando Violeta fue a visitarla a Segovia, e insistió a su personal doméstico en que la marquesa debía recibirla.
Así es como la falsa Pilar de la Vega fue sometida a un implacable chantaje por Violeta Salgado, quien a cambio de dinero, y ayuda en su nuevo trabajo, como entrevistadora de la prensa rosa, mantenía silencio. La falsa marquesa se sometió a la extorsión de Violeta durante años, hasta que cansada de las exigencias de la ex corista, urdió su asesinato. Para ello organizó aquella reunión en el parador, y usó sus conocimientos sobre hongos letales para envenenar a Violeta. Úrsula Tellez le dio la idea hablando sin parar del guiso estrella del parador. Compró un libro especial para conocer mejor las setas letales que crecían en aquella región. Úrsula vio ese libro entre sus cosas, y le preguntó. La marquesa se alarmó un poco, y decidió ser más precavida en el futuro. Buscó al ex marido de Violeta, y lo contrató por carta para que fuera al parador en esa fecha y asustara a Violeta. Esto no le fue demasiado difícil, pues se trataba de un ex presidiario, sin ingresos económicos, y con un especial rencor hacia Violeta.  
La tarde de su llegada al parador, mientras Eulalia daba un paseo, se acercó al bosque y cogió los hongos venenosos para la cena de Violeta. Previamente, había estudiado en el libro, donde crecen, y todo lo relacionado con esta planta. Luego, fingió que había dado una larga siesta. 
El día de la muerte de Violeta, cogió un cacillo de la cocina e hirvió en el baño los hongos venenosos; Después, cuando subieron la cena de Violeta no tuvo más que agregar al plato las que había hervido a parte, y pedirle a Natalia que le llevara la bandeja a Violeta. Así es como sucedió, pero de nuevo un insignificante fallo puso en riesgo su plan.
Por lo que cuando su dama de compañía, Eulalia Freire, descubrió la fotografía de Cecilia Tonelli con Violeta Salgado, la falsa marquesa decidió matar también a Eulalia. 
Sin embargo, aquella noche, Úrsula Tellez no pudiendo conciliar el sueño, y recordando el detalle del libro de hongos, fue a consultarlo con su amiga, la marquesa. Llamó a su puerta,  pero al ver que la mujer no respondía, fue a la habitación de su dama de compañía, y al ver que esta tampoco respondía, fue a avisar al dueño del parador, Roberto Leiva, que al abrir las habitaciones de ambas, comprobó que no estaban. Julián Sepulveda que había bajado a la cocina a por un poco de bicarbonato, al enterarse, salió a buscar a las dos mujeres. Así salvó la vida de su futura esposa.
Fernando Arteaga, el prestigioso escritor, que había acudido al parador para poner fin a su vida, finalmente, y después de todo lo acontecido, desistió de su empeño, y decidió escribir un libro basado en los hechos vividos esos días. Libro que fue publicado con el título : "Violeta y el Mal", y que fue un auténtico éxito de ventas. 
El libro fue dedicado a la memoria de Violeta Salgado.

"La mujer más fascinante y terrible que he conocido."

Decía la dedicatoria del mismo.

Claudia Romerales también publicó una nueva novela inspirada en los hechos. 
Julián Sepulveda y Eulalia Freire se prometieron al día siguiente de aquella noche, con la feliz aprobación de Graciela.
Alberto Reinosa renunció a su antigua vida y se quedó a vivir en el pueblo. Encontró trabajo en la alcaldía, y se prometió con Matilde. Se casaron poco después con la desaprobación total de los padres de Alberto, y con la bendición del personal doméstico del parador.

La sociedad "Hijas del viento" fue disuelta aquella misma noche, pero Aurora Gallardo debido a su reciente fama a causa del caso de Violeta, encontró un nuevo trabajo como médium. Natalia Prado siguió acompañado a su prima en estos menesteres. 
Úrsula Tellez encontró consuelo volcando su dolor en la religión en la que había sido bautizada. 
El parador fue cerrado durante un mes, y Roberto llevó a su familia de vacaciones. 
Flor Leiva y David Martínez se casaron en la iglesia de Covamundi seis meses después. El anciano coronel Manuel Cervera acudió a la boda.

Julián Sepulveda y Eulalia Freire contrajeron matrimonio en Madrid una mañana de invierno del año siguiente. Lo hicieron en secreto para evitar a los fotógrafos. Al conocerse el enlace del célebre cantante con aquella desconocida, todo el mundo quiso indagar, sin embargo, sólo se conocía el hecho de que la mujer había sido la dama de compañía de la falsa marquesa de Olmedo, asesina de Violeta Salgado. Todo el mundo se montó su propia película en la cabeza sobre cómo se había iniciado aquel imprevisto romance, aunque nadie se acercó a la realidad lo más mínimo. Lo que sí estuvo todo el mundo de acuerdo fue en el hecho de que hacía mucho tiempo que no veían a Julián Sepulveda tan feliz.

En Italia el cadáver de Cecilia Tonelli fue exhumado y trasladado a Segovia, donde después de ser reconocido como la auténtica marquesa de Olmedo fue enterrado en el panteón familiar. El funeral fue transmitido por televisión. Para aquel entonces, el año más importante de la transición, aquel caso se había convertido en la noticia estrella de todos los informativos. 
Conviene recordar que el cadáver de Cecilia Tonelli nunca fue encontrado. 
Cierto día de 1978 llegó un extraño sobre a la redacción de un importante periódico de tirada nacional.
Sin darle demasiada credibilidad he transcrito aquí el contenido del mismo. Que el lector saque sus propias conclusiones. 


En el sobre citado alguien había introducido dos fotografías antiguas en las que podía verse a dos mujeres posando ante un enorme chalet. En el dorso de ambas imágenes podía leerse :

Violeta y Cecilia 
Capri 1961

A las fotos alguien había adjuntado una breve carta escrita muchos años atras :


Madrid,
Octubre 1967

Apreciada marquesa de Olmedo, ¿o debería decir Cecilia Tonelli? Ahora resido en España, y puesto que usted se ha convertido por arte de magia en una noble de España, me encantará recordar con usted aquel verano feliz en Capri. ¿Se acuerda? ¡Cómo olvidar nuestras largas conversaciones bajo aquel cielo estival! 
Usted siempre me trató como a una igual. Eso es algo que siempre le agradecí. ¡Qué bonito palacio tiene usted ahora! Me alegro de que haya prosperado tanto. Yo en cambio,  me las veo y deseo para subsistir, ¡oh! el coste de la vida…En breve me personaré en su hacienda para proponerle algo. Espero que tenga la amabilidad de recibirme.

Atentamente : 
Violeta Salgado 


Por último, junto al texto y las imágenes alguien había enviado un poema escrito a mano con letra reciente. Cuando leyeron la firma del mismo, algunos alzaron las cejas. 


Soy la hija del viento;
No me puedes atrapar…
Me difumino entre el todo y la nada;
No lo puedes distinguir…
Vago entre restos de sombras;
Soy un desgarro de tu luz.
Tengo la rapidez del rayo;
Del diamante, la dureza.
Hablas de mí, crees saberlo todo, 
y no sabes nada…
Tu condena es mi salvación;
Tu ignorancia, mi poder.
Me señalas, nunca me alcanzarás. 
Vuelo muy alto y no puedes verme,
y nunca lo harás. 
Soy aquello que ocultas;
El abecedario de tu silencio…
Estoy ahí, donde tus ojos no llegan, 
ni llegarán.
Lo sé todo de ti, lo sé todo de todos;
Soy la hija del viento;
No me puedes atrapar…"

Cecilia Tonelli 




FINAL

Yolanda García Vázquez 
Derechos de autor reservados 
España 2023





















 

Comentarios

Entradas populares de este blog

LUMBELIER (LA COLINA DEL MIEDO)

UN SECRETO ALUCINANTE (ESPÍRITUS AFINES)